Capítulo 5

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—¿Y Amy? —preguntó Natsume viendo como la chica no se aparecía al desayuno.

—¿Quién? —preguntó Shigeru posando su cálida mirada en el chico castaño.

—¿Amy es tu novia? —preguntó Touko dedicándole una expresión algo divertida al ojimiel que no encontraba qué respuesta dar. Al parecer los Fujiwara no sabían nada de la chica que él mencionaba.

De camino a la escuela intentó imaginar las razones de que esa chica, que apareció de la nada, de pronto solo desapareciera.

Cuando llegó a la escuela confirmó que nadie allí la recordaba tampoco, pues Kitamoto no los esperaba en la entrada de la escuela.

—Tanuma, ¿conoces a Amy? —preguntó a su amigo que se encontró en un pasillo de la escuela.

—¿Amy? —preguntó el pelinegro—, ¿tu novia? —cuestionó y se rió ante la expresión de su amigo.

Natsume pensó que era extraño pero no ahondaría en ello, al menos no en ese momento, era tiempo de disfrutar de un día de clases sin que media escuela le odiara por vivir bajo el mismo techo que la chica más cotizada del pueblo.

Mientras tanto, por un sendero que no vislumbraba en el mundo real, una chica peliplata caminaba acompañada por una shikigami de kimono rosa.

—Amy, vuelve a casa, deja esto por la paz —pidió la mujer, pero la chica ni siquiera se molestó en escucharla, siguió andando hasta la luz al fondo del camino.

—Dijeron que si venía me mostrarías mi pasado —explicó la chica al hombresillo sentado debajo de una lámpara encendida que apenas iluminaba alrededor de él.

—Fue lo que dije —concordó poniéndose de pie—, pero esa era solo una de las condiciones. No doy nada a cambio de nada.

—Lo entiendo —aseguró la chica—. ¿Qué es lo que quieres? Estoy dispuesta a dar lo que sea por conocer mi verdadera historia —dijo y una luz escapó de su boca, yendo a parar a las manos del hombresillo.

—Pacto realizado —dijo él y tanto la mujer del kimono como la chica peliplata le miraron confundidas.

—¡Qué más da! —dijo Amy suspirando. Igual era verdad que estaba dispuesta a dar lo que fuera si eso le permitía saber quién era exactamente.

Pero, de nuevo, Amy no estaba considerando la gravedad de hacer un pacto con un ayakashi, sobre todo cuando era alguien tan misterioso.

La luz de la lámpara sobre el hombresillo iluminó un camino, por donde comenzaron a andar los tres.

Amy vio a su madre, en forma humana y embarazada, siendo rescatada por los Fujiwara. Ella había logrado escapar de una persecución en donde Madara, su padre, había sido sellado. Pero no había salido bien librada, estaba gravemente herida. La ayakashi disfrazada de mujer no sobreviviría, por eso usó lo que le restaba de fuerza para modificar los recuerdos del entorno y hacerla parte de esa familia en que había crecido.

Amy había heredado las habilidades de su madre, y creció como una niña humana según la última voluntad de la mujer. La pequeña peliplata no sabría de eso hasta que cumpliera una determinada edad.

Cuando Amy cumplió doce se enteró de todo, por eso, justo cuando sus falsos padres planeaban ir por Natsume, decidió salir de sus vidas. A final de cuentas ese chico les haría compañía en lo que ella encontraba a su padre.

Ahora sabía quién era su padre. Como un regalo, el hombresillo le mostró el momento en que Natsume rompía el sello que mantenía a su padre oculto.

Amy no pudo evitar sonreír, ese gato feo y tragón era el gran Madara, su padre.

—¿Contenta? —preguntó la shikigami una vez que el hombresillo se fue llevándose la oscuridad con él.

—No lo sé —admitió la chica—. Aunque imaginaba que mi verdadera madre podía estar muerta, no sé qué pensar ahora. Es como si no valiera la pena tanto tiempo de búsqueda. He pasado mucho tiempo sin los Fujiwara por buscar un imposible pues, al final, no puedo recuperar a mi verdadera familia.

Amy suspiró. Al menos había logrado saber la verdad. Aunque ahora tenía una verdad que no le servía para mucho.

Giró sobre sus talones pretendiendo devolver sus pasos y sus ojos se agrandaron mientras veía como un hermoso cuadro con parte de sus memorias estaba con signos de mordidas dejando partes enormes en blanco.

La chica no daba crédito a lo que veía, además tenía un mal presentimiento al respecto de lo que veía.

—Es un come vidas —informó la Shikigami.

Amy le miró con los ojos llenos de lágrimas. Lo que su shikigami decía bien podría significar que ese cuadro, del que solo quedaban pedazos sin sentido, era su vida; y el hombresillo se la había comido.

Con un nudo en el estómago corrió a casa de los Fujiwara, necesita desmentir lo que había deducido.

Llegó a la entrada de la casa y, después de respirar profundo, rezó el conjuro que volvería a hacerla parte de esa casa y de esa familia.

Amy abrió la puerta encontrando a Natsume de pie en la entrada.

—¡Amy! —dijo con sorpresa en chico, provocando sonreír a la chiquilla.

Si Natsume la había reconocido significaba que se había preocupado en vano.

—Así que tú eres Amy chan —dijo Touko que salía de la cocina a despedir a Natsume—.Gracias por cuidar de Takahashi.

La chica sonrió y respondió la reverencia de la mujer con una reverencia también.

—¿Nos vamos, Takahashi? —preguntó la peliplata al borde de las lágrimas. Natsume asintió y salió con ella de la casa, despidiéndose de Shigeru que no abrazó a la chica porque no la conocía—. Ellos no me recuerdan —dijo soltándose a llorar, dejándose caer a la mitad del camino.

—¿Quién eres? —preguntó Natsume de nuevo.

—Al parecer ahora soy nadie —respondió Amy sin poder dejar de llorar. 


Continúa...

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