Capítulo 9

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—¿De verdad no vas a quedarte? —preguntó Natsume dibujando algunas incomprensibles figuras, con las yemas de los dedos, sobre la pálida piel de la espalda de la chica.

—Touko dijo una vez que yo iba a crecer y tenía que volar, creo que es tiempo de que lo haga. Necesito superar esto. No puedo seguir fingiendo que soy parte de una familia a la que no pertenezco —explicó la chica.

—Eres mi novia —repuso Natsume.

—Tu falsa novia —recordó la chica—. Además sería peligroso quedarme —señaló Amy recordando que, recientemente, había sido acosada por algunos Youkais de la zona.

Afortunadamente ellos no podían romper la barrera de su shikigami, mucho menos ahora que era reforzada por Nyanko sensei. Aunque eso era algo que Amy no sabía.

—No tiene caso que busque alguna forma de detenerte, ¿no? —cuestionó el castaño rindiéndose.

—Ningún caso —dijo ella—. Siento que si no me voy ahora no podré irme nunca.

—Pero no tienes que irte.

—Sé que lo que ellos querían para mí no está en este pueblo. Por eso me permitieron estudiar fuera la secundaria, para que ampliara mis horizontes y volara tan lejos como pudiera.

—Tal vez querían que volaras tan lejos como quisieras —indicó Natsume.

—¿Qué significa eso? —preguntó la chica levantando el rostro y fijando la mirada en el joven que le abrazaba.

—Si no lo entiendes está bien —aseguró Natsume—, estaba tirando mi última carta.

—Gracias por amarme —dijo Amy pegando sus labios a los de un chico acostumbrado a besarle.

—Nada que agradecer —musitó Natsume sintiendo como la chica se acurrucaba a su lado—. Fui bien correspondido... creo.

Ambos chicos se quedaron dormidos, recostados en el pasto cerca de una laguna que había atestiguado una de sus tantas entregas, y la última, al parecer. Natsume estudiaría en la universidad local, mientras Amy viajaría a la gran capital del país.

—Desearía que no tuvieras que irte —dijo Touko fallando exponencialmente en ocultar sus lágrimas—. Tienes que volver. Nosotros siempre esperaremos que regreses.

Los ojos de Amy se llenaron de lágrimas. Esta era la segunda vez que escuchaba esa despedida. Pero no seguiría usurpando un lugar que pertenecía a alguien más. Por eso se despidió de todos y fue a un lugar donde pretendería empezar una vida nueva, sin irrumpir en las vidas de esos que había herido, en el caso de sus padres, o corrompido, el caso de Takahashi Natsume, un chico que antes de ella fue puro.

Amy llegó a una ciudad que no conocía a interactuar con personas que no le conocían andando calles complicadas en un ambiente casi hostil. La primera semana le sirvió para arrepentirse de haber dejado lo conocido, pero no se daría por vencida tan fácil, después de todo ella era Amy, la hija de dos poderosos youkais y la amada hija de dos maravillosos seres humanos.

O eso fue lo que era. Pues ahora incluso su Shikigami había desaparecido. Estaba completamente sola en una ciudad donde no era nadie.

El tiempo pasaba y ella no lograba acoplarse. La tristeza profunda que cargaba se convirtió en enfermedad, el hambre desapareció por completo y el sueño se volvió incontrolable, al punto de que faltaba a la universidad por haberse quedado dormida.

Pensó que, aún con todo lo triste que estuviera, debía hacerse el ánimo y buscar estar bien aun cuando la soledad le dolía tanto.

Cuando pudo ponerse de pie comió, pero vomitó. Y así pasó una semana, vomitando tanto cuanto comía, por eso fue al médico.

Subió a un tren y miró el rojizo cielo suplicando encontrar una razón para volver. Le pidió a alguien, a quien fuera, que le enviara una señal que le asegurara era verdad lo que en el fondo creía. Que debía estar con esa familia que amaba.

Y la obtuvo. El médico le anunció algo que no esperaba, algo que cambiaba completamente las cosas, algo que le unía a un chico que adoraba y que le amaba, aunque no se atrevía a creerlo.

Amy sonrió, de pronto todo el vacío que había cargado se llenó de la más hermosa sensación en el mundo, la felicidad. Aunque se sentía temerosa en el fondo.

Volvió a su casa, para tomar el tren de regreso al único lugar donde seguro la recibirían con los brazos abiertos.

"Seremos papás" escribió con su perfecta y hermosa caligrafía en la pared de una casa a la que le regalaría el depósito para que cubrieran su nota con pintura. Firmó con su nombre y el de Takahashi en un corazón y sonrió enorme.

Y, ese letrero fue lo primero y único que Natsume y Touko supieron de Amy cuando, un par de semanas después de no tener noticias de la chica, fueron a buscarla.

Natsume sintió que la vida se le iba. La chica que amaba, y que aparentemente llevaba en su interior el hijo de ambos, no aparecía por ninguna parte.

—Iré a la policía —dijo Touko—. Takahashi, debemos encontrarla, por favor —pidió la mujer llorando, abrazada al cuerpo de un chico que no lloraba pero sentía caerse en dolorosos pedazos. 


Continúa...

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