Sorpresa en el trabajo

5.2K 356 6
                                    

Tala

Ya solo faltan unos minutos para que acabe mi turno, la puerta se abre y sé qué el está entrando. Sigo a lo mío, como si no me hubiese dado cuenta, espero que con toda la gente y la distancia entre nosotros no me oiga pensar. Cojo la bandeja y me dirijo a una mesa con unos chicos para llevarles unas bebidas y noto como me sigue con la mirada.

—¿Está todo? —pregunto sonriendo.
—Sí, todo perfecto —me dice uno de los chicos.

Les sonrío y vuelvo a la barra.

—Tala, atiende la mesa 3 —me dice la encargada.

Es la mesa de Edward, así que me concentro en pensar en el trabajo. Me acerco a la mesa bolígrafo en mano y la mirada fija en mi block para las comandas.

—Buenas noches, ¿qué le apetece tomar?
—Buenas noches Tala.
—Oh, hola Edward, no te había visto —miento y le dedico una sonrisa igual de falsa —¿quieres tomar algo?
—Ya sabes que no como.
—Entonces, ¿qué haces aquí?
—He venido a verte —me dice e intenta buscar mi mirada.
—Lo siento, estoy trabajando.
—Pero tu turno acaba en 5 minutos.

‹‹Mierda››, pienso y me quedo en blanco, no sé qué decirle ahora.

—¿Qué ocurre? —me pregunta.
—Nada. Pero si no pides algo, tendrás que marcharte.
—Pensaba en esperarte e invitarte a cenar.
—¿Aquí? ¿Ahora?
—¿Por qué no?

Miro a mi encargada que me sonríe. No me apetece, pero no encuentro ninguna excusa.

—Claro, ¿por qué no? Dame unos minutos —termino cediendo.

Voy hasta la barra, anoto lo que quiero cenar y entrego la nota en cocina.

—Hamburguesa doble con doble de queso y patatas fritas —recita el cocinero leyendo mi nota—, ¿hoy cenas aquí?
—¿Cómo sabias... ?
—Yo lo sé todo preciosa —responde a mi pregunta antes de que pueda terminarla.
—Tala cariño —me llama mi encargada—, tu turno ha terminado.
—Vale, estaré en la mesa 3 —respondo.
—En la mesa 3, ¿eh? —dice mi compañera con una sonrisa pícara mirando a Edward.
—Solo es un amigo —le aclaro, pero por cómo me mira sé que no me cree.

Me alejo hacia la mesa mientras ella y la encargada cuchichean pensando que no las oigo.

—Has tardado poco —me dice Edward cuando me siento frente a él. Lo miro y asiento—. ¿Estás cansada?
—No.

Edward me mira fijamente a los ojos y yo sigo pensando en el trabajo.

—¿Intentas saber qué pienso? Dijiste que no lo harías.
—Lo siento, llevas razón, pero pareces molesta conmigo.
—No me pasa nada contigo. Pero creo que nuestra... amistad... —mierda, me he atascado— que no deberíamos... que deberíamos vernos menos.
—¿Por qué?
—No quiero estar en medio de lo que Bella y tú tengáis. No sé qué pretendéis, pero Jacob es mi amigo y no me parece bien...
—Entre Bella y yo no hay nada —me corta tajantemente.
—¿Y ella lo sabe?

Edward guarda silencio y aparta su mirada.

—Además, tú eres... lo que eres y yo soy lo que soy.
—¿Y qué?
—No está en nuestra naturaleza ser amigos.
—Creí que eso no te importaba —me dice y su tono de voz parece dolido.

Un compañero aparece con mi cena, mira a Edwar y después a mi.

—¿Todo bien? —me susurra. Le sonrío y él se aleja.

Edward me mira, está esperando una respuesta.

—Llevas razón, eso no me importa, no quiero mentirte Edward. Después de conocer a tu familia, me he dado cuenta de que no todos los vampiros son iguales, ellos son buenas personas.
—¿Entonces?
—No sé... Todo esto me viene grande. Bella, de alguna manera, forma parte de mi manada, Jacob es mi amigo, y aunque tú digas que entre vosotros no hay nada, tengo la impresión de que ella no quiere dejarte ir, y no quiero estar en medio de algo tan complicado.
—Ella me dejó ir hace mucho Tala.
—No. Ella se marchó, pero en su interior no rompió el lazo que os unía.
—¿Cómo puedes saber eso?
—Es algo obvio. ¿Cómo puedes no verlo?

Se queda mudo y yo aprovecho para morder mi hamburguesa. Cojo dos patatas y lo miro, ahora soy yo quien espera una respuesta.

—No sé qué decir.
—Creo que deberías aclararte antes...
—No tengo dudas —me interrumpe. Se ve enfadado.
—Vale, pero no deberías molestarte conmigo.
—No estoy molesto.
—Si piensas seguir mintiendo como hasta ahora, nuestra conversación acaba aquí.
—Todo esto es demasiado...
—¿Complicado? Ya te lo he dicho.

Él vuelve a quedarse callado y me concentro en acabar mi cena.

—¿Podemos salir de aquí para seguir hablando más tranquilos? —me pide.
—No hay nada más de lo que hablar.
—Al menos, déjame llevarte a casa.
—Vine en mi moto.
—Tala, me lo estás poniendo muy difícil —dice mirándome a los ojos, su cara es de enfado, pero su tono no.
—Está bien, mañana recogeré mi moto.

Termino la hamburguesa y salimos juntos de allí. Caminamos en silencio hasta su coche. Antes de llegar a la puerta, él se adelanta y me la abre.
Pasamos los primeros minutos en silencio, hasta que es él quien lo rompe.

—¿No podríamos olvidar lo que ha pasado hoy?
—¿Para qué Edward? ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué esperas de mi?
—Nada, yo solo... No lo sé.

‹‹Necesito que se sincere conmigo, pero parece que no es capaz››, pienso.

—No se trata de ser sincero —responde a mi pensamiento.
—Se trata de que ni siquiera sabes qué quieres —termino la frase por él—. Creo que lo mejor es dejarlo todo tal y como está.
—¿Y todas estas noches atrás?
—Sirvieron para conocernos. Edward ahora... Necesito estar concentrada en todo lo que se nos viene encima y creo que tú también deberías hacerlo.

El coche se ha detenido, estamos cerca de la reserva.

—¿Qué me quieres decir?
—Que se acabaron las charlas nocturnas en el bosque —digo esto muy rápido y sin mirarlo, pues sino me sería imposible, y acto seguido bajo del coche y me alejo lo más rápido que puedo.

Llego a casa y Billy está dormido, así que cojo el pijama y me voy a la ducha sin hacer ruido.

Me siento extraña, es como si hubiese roto algo, como si... No, eso no puede ser. Edward y yo apenas nos conocemos, ni siquiera somos amigos. Además, él es un vampiro. Sin embargo... No, no, no. Tala concéntrate. Esto es lo mejor, Edward solo es un Cullen más, un miembro de esa familia de vampiros que por alguna extraña razón quiere ayudar a mi manada y a mi. Punto, solo eso.

La nueva quileuteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora