OCHO

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[1927]

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[1927]

Collins los había guiado con una visita al director, quién a pesar de creer su versión de los hechos, no dudó en castigarlos por usar la fuerza física como agresión.

Mientras que Billy y sus amigos se encargarían de la limpieza de todos los sanitarios de la escuela, Alan y Christopher debían lavar platos en la cafetería por tres días.

Alan, de tan sólo ver la gran pila que le tocaba, experimentó un severo caso de cansancio sin razón alguna.

—Collins en verdad se ha superado con esto—dijo Christopher mientras trabajaban, después de que la señora Paftle (la cocinera), les indicara la cantidad de jabón que debían usar para casa vasija y vaso—. Sé que te odia, no es ningún secreto, pero defender a un chico que media escuela sabe que es un brabucón... Eso es inaceptable.

Alan se encogió de hombros. Ambos se habían quitado su saco, y llevaban la camisa arremangada hasta los codos (Christopher inclusive se había liberado de la corbata y desabrochado un par de botones de arriba). Alan tenía sus dos antebrazos sumergidos en espuma, en el fregadero continuo al de Christopher.

—No me importa Collins—murmuró—. Ni tampoco Billy y sus amiguitos. Ellos son insignificantes y pasajeros.

Christopher dejó de tallar y lo observó fijamente. Alan le regresó la mirada, algo cohibido.

—Eso es muy inteligente de tu parte—su amigo intentó acomodarse el cabello, el cuál ya traía muy largo y le cubría parte de las cejas, llenándose en el proceso la frente de jabón. Alan rió entre dientes—. ¿Nuestra desgracia te divierte, Alan Turing?

Alan negó, riendo aún.

—Te has cubierto de jabón—lo señaló, levantando una gran de espuma que se esparció por todo el cuarto, incluso en Christopher y en él.

—¡Y tú te has encargado de empeorarlo!—Christopher arremetió contra él, tirándole agua—. Estás en graves problemas, Alan Turing.

Alan devolvió el ataque, y pronto ambos se encontraron totalmente empapados, y el piso de la cocina era una prueba suficiente de su peculiar batalla.

Rieron tontamente, exhaustos tras casi haber terminado con todas las tinas de agua que la señora Paftle les había designado para lavar.

Alan reía sin parar, hasta que su mirada cayó en el torso de Christopher, donde la camisa se le pegaba, marcando las líneas en su cuerpo. Tragó saliva. ¿Por qué se fijaba en detalles tan absurdos como la forma en que sus clavículas se cruzaban, ahí por donde los botones debían estar cerrados pero no lo estaban? Christopher tenía las mejillas sonrosadas y los labios rojos de tanto morderlos por reír... Alan negó con la cabeza, intentando desprenderse de toda esa clase de pensamientos.

No podía ver así a su único amigo. No podía arruinar las cosas.

—¿Todo bien, Alan?—preguntó Christopher, sentado desde el borde de la barra donde apilaban los platos ya lavados (los cuales eran apenas diez). Alan estaba a su lado, procurando mantener la distancia, pero Christopher la acortó de un movimiento—. Estás muy pálido, Alan Turing. ¿Eres muy sensible para resfriarte?

Alan tembló cuando la mano de Christopher rozó su frente, removiendo su cabello. Y luego estaba su tonta y muy hermosa manía de llamarlo por su nombre siempre, ¿qué no se daba cuenta de lo hermoso que sonaba prohibiendo de su labios?

Alan se apartó de un brinco, y se incorporó de la barra, regresando a su lugar junto al fregadero.

—Es sólo que aún debemos trabajar—dijo, evitando establecer contacto visual con su amigo. Sus manos, nerviosas, tomaron un plato, casi dejándolo caer—, y también limpiar. Muchas cosas que hacer...

—Tranquilo, Alan—no lo veía de frente, pero estaba seguro de que en su rostro tenía su usual sonrisa corta—. Vamos a resolverlo, juntos. Como amigos.

Alan medio asintió.

Como amigos, por supuesto. Él debía asegurarse de mantener las cosas sólo así. Aunque sus sentimientos le dieran mucha batalla.

Cuando la señora Paftle descubrió el desastre que habían causado, reasignaron su castigo a la biblioteca, donde debían acomodar todos los libros en un nuevo orden.

Alan se sintió tremendamente aliviado. Ese trabajo al menos no involucraba ver a Christopher con la camisa semi abierta, toda húmeda por lavar...

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