[1928]
Los exámenes finales del curso en Sherborne estaban cerca.
Alan apenas veía a Christopher por culpa de ellos, y no lograba la concentración deseada en sus propios estudios.
Los principales artistas del Renacimiento fueron Rafael, Miguel Ángel y, y... Sus pensamientos se pausaron, olvidando la lista de nombres que supuestamente ya había memorizado.
¿Por qué sólo veía a Christopher?
Cerraba los ojos, y Christopher estaba ahí. En sus sueños, lo sentía cerca, como si lo acompañara. Y sí, Alan soñaba con Christopher, a diario; casi contados los días dónde eso no sucedía. Eso para él era como una extraña bendición. A pesar de que en realidad nunca se había considerado alguien muy devoto, Alan Turing era católico, al igual que el resto de su familia. Sherborne, aunque no era una escuela especialmente católica, si contaba con una pequeña capilla donde se oficiaba una celebración religiosa por las mañanas de los domingos.
A Alan le gustaba asistir a misa, agradecerle a Dios por todo lo bueno que le proveía la vida: sus padres, la oportunidad de estudiar, Christopher...
Esa mañana Alan se levantó aún más animoso que lo usual. Se colocó su uniforme, sonriéndose al espejo cuando anudaba su corbata. Henry, su compañero, gruñó desde el momento en que encendió las luces, tapándose el cuerpo entero con la cobija.
Alan y Henry no hablaban. No se llevaban bien, pero tampoco mal. Habían establecido una silenciosa paz entre ambos, lo cual los dejaba a ambos felices y satisfechos. Alan no era fastidiado mientras trabajaba en sus extraños problemas matemáticos y Henry podía dibujar sin un ruido de parte de Alan alterando su atmósfera creativa.
Salió del cuarto y siguió su camino a la capilla, ubicada en un extremo del jardín.
El profesor Collins era el encargado de mantener el orden entre los alumnos que entraban, y ni siquiera su horrorífica presencia hizo cambiar el humor de Alan.
Tomó asiento en su usual banca, al fondo y alejada de las otras. Alan se sentaba solo allí, muy solo y...
—Alan Turing, no tenía idea de que fueras un chico de iglesia.
Alzó la vista, aunque no era necesario para identificar al dueño de aquella voz. Christopher lo veía, con una ceja alzada y una sonrisilla.
Sonrió tímidamente. Christopher se sentó a su lado.
—Así me educaron, supongo—contestó en un susurro debido a que el sacerdote había ingresado ya al lugar.
—Y tú pudiste dejarlo, pero aquí estás—Christopher no lo veía al hablar, y aún así, Alan sentía ese usual cosquilleo en su espalda—. ¿Eso que te dice?
—¿En serio estamos hablando de fe y religión?—frunció el ceño—. Normalmente tenemos temas más interesantes.
Christopher rio entre dientes.
—Qué quisquilloso puedes llegar a ser a veces, Alan Turing—se tensó en su lugar, horrorizado ante tal idea—. Es una broma, amigo—Christopher se giró hacia él—. Deberías sonreír más seguido, tienes una agradable sonrisa.
Alan se sonrojó. Y sonrió, siguiendo inconscientemente el consejos de Christopher, pero de los nervios.
—¿Lo ves?—Christopher dijo, mas él no sonreía, sino que sólo lo observaba, muy intensamente—. Esa es la imagen que quiero tener cada vez que piense en ti, Alan Turing. Tú sonriendo mientras haces la tarea de matemáticas, sonriéndome a mí. Es... Refrescante.
Collins se acercó a callarlos a ambos y amenazó con llevarlos a la dirección si no se comportaban.
Christopher y Alan compartieron una mirada cómplice y guardaron silencio el resto de la celebración. Ninguno ansiaba volver a fregar trastes o pasar sus tardes entre libros polvorientos desordenados.
Oh bueno, quizás Alan si. Pero sólo porque eso involucraba a Christopher.
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Sleep Alone
Historical FictionAlan sabe que los fantasmas no existen, al menos, no junto a Christopher. TERMINADA PORTADA POR @-tailey