CATORCE

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[1929]

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[1929]

—¡Esto es fantástico, Alan!—Exclamó Christopher al leer su más reciente trabajo. Alan se sonrojó, orgulloso—. ¿Tienes idea de lo importante que es?

Alan titubeó. Christopher había dejado el cuaderno y sus anotaciones de lado, y ahora lo sostenía por las mejillas. Sus manos eran notoriamente más gratas que las de su tía o madre cuando realizaban tal acción y también menos menudas... Tratándose de Christopher, el resto del mundo empequeñecía en comparación.

—Nadie nunca había pensado en esto—continuó parloteando su amigo—. ¡Es una revelación!... Eres un genio, Alan Turing, ¡un genio!

—No es para tanto—Alan murmuró con una sonrisa, intentando no ver a Christopher directamente a los ojos, puesto que aún no retiraba su agarre—. Sólo se me ocurrió mientras desayunaba.

Christopher se carcajeó, soltó sus mejillas y lo envolvió en un abrazo.

Alan amaba tal sensación, el estar junto a él; absolutamente todo lo que lo involucraba. A pesar de que Christopher era un poco delgado y pequeño para su edad, en opinión de Alan tenía el tamaño indicado para abrazar, el tamaño indicado para amar.

Porque Alan estaba muy enamorado de Christopher, y justo entonces se dió cuenta.

—Eso me recuerda a algo—Christopher lo soltó y caminó hacia la cómoda junto a su cama. A comparación de Alan, él no tenía un compañero, lo cual envidiaba. Aunque realmente pasaba más tiempo en la habitación de Christopher que en la suya—. Te debo esto.

Chistopher le extendió un pequeño objeto rectangular, forrado en un papel azul. Alan sonrió al tomarlo.

—Feliz cumpleaños, Alan Turing. ¿Creíste que lo había olvidado?—enarcó una ceja, sonriendo igual—. Probablemente te debo muchos más, pero sabes que tengo cierta debilidad por gastar mi mesada en bocadillos—Alan rió, asintiendo—. ¿Qué esperas? ¡Ábrelo!

Alan quitó cuidadosamente el papel, deseoso de guardarlo como recuerdo. Christopher no dijo nada respecto a que se tomó su tiempo, cosa que lo hizo aún más feliz. Él era un ser humano tan verdaderamente humano...

—¿El arte de la criptografía?—preguntó en voz alta, leyendo el título del libro.

Christopher asintió entusiasta.

—Es un volumen más reciente del que leía el otro día. Pensé que te gustaría tenerlo.

Alan sonrió en respuesta. Era demasiado tímido como para abrazar a su amigo justo como él había hecho minutos atrás.

—Ahora podremos hablar con mensajes codificados—dijo en su lugar.

Christopher pegó otra risotada.

—Esa es una exelente idea. Quiero ver a Collins intentando leer nuestras notas frente a la clase de nuevo.

Alan rió igual. Collins, lamentablemente, había sido su profesor de ciencias y matemáticas durante cada uno de sus años en Sherborne, pero Christopher y él usualmente intercambiaban correspondencia clandestina durante las sesiones. Después de todo, ambos eran increíblemente inteligentes, y las clases solían aburrirlos con facilidad.

Era casi como si estuviesen hechos el uno para el otro, o al menos él lo sentía así.

Y mientras Christopher le recomendaba cierto capítulo del libro para iniciar su propio código, Alan sólo comprobó lo que sentía por él.

En verdad que lo amaba.


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