[1929]
Alan suspiró y siguió obligándose a mantener los ojos abiertos durante la última clase del año con Collins.
Al día siguiente empezarían oficialmente las vacaciones de Navidad, lo cual entusiasmaba a muchos, aunque a Alan no tanto. Aquella Navidad la pasaría con la familia, lejos de Sherborne y de Christopher, quién también viajaría.
Christopher, sentado a su lado, dejó un papel sobre su mesa.
Alan lo miró, irritado. ¿Es qué acaso no había aprendido nada con el regaño de Raincomprix? Además, Collins ya los había pillado un par de veces intercambiando notas y se habían salvado de ir a la oficina del director.
—Ábrela—indicó Christopher con sus labios, sin emitir sonidos. Después, sonrió.
Alan negó, pero una sonrisa se formaba ya por su rostro cuando cogió el papel y lo abrió.
Tuvo que contener una risa. Christopher le había escrito en código. Más específicamente, el mismo que habían inventado entre ambos.
Alan estaba por responder, cuando la sombra proyectada por la figura de Collins lo sorprendió. Pensó en una maldición. ¿Cómo era que tenía tan mala suerte para ser él a quién atrapaban?
—Parece que Turing cree que existe algo más interesante que la clase—le arrebató el papel, sus compañeros soltaron unas cuantas risas—. Oh, criptografía. ¿Por qué lo hace, señor Turing?
Christopher hizo el ademán de intervenir, pero Alan se adelantó al hablar.
—La clase me aburría, profesor.
—Así que lo que vemos es muy básico para ti, eh—arrugó la nota y la tiró en el cesto junto a su escritorio—. No quiera pasarse de listo conmigo, Turing. Yo soy el profesor y usted es...
El timbre le arrebató la palabra. Alan lo agradeció, el palabrerío de Collins tendía a marearlo.
Todos salieron, incluyendo a Christopher, quién se despidió con una palmada en el hombro, una sonrisa y un gesto de manos. Ya le había comentado que debía ordenar sus maletas con urgencia porque su madre pasaría por él justo después de clases.
Alan se acercó al cesto de Collins y sacó el papel de ahí. Esperó para leerlo hasta más tarde, sentado en las escaleras de la entrada, tras observar como Christopher se marchaba con su madre.
"Te veré pronto, mi más querido amigo." decía.
Alan sonrió, con el papel entre manos.
Mientras veía el auto que llevaba a Christopher alejarse, lo decidió. Había mantenido sus sentimientos tanto tiempo guardados por miedo... ¿Pero qué le garantizaba que él lo rechazaría? Una chispa de esperanza se encendió dentro. ¿Y si llegaba a corresponderle? Alan recordó las innumerables ocasiones en que Christopher lo había tomado por los hombros, viéndolo directamente a los ojos; o también esos momentos donde lo abrazaba desprevenido y le decía lo especial que era para él...
Alan amaba a Christopher, cada parte de él. Y en cuanto regresara, se lo confesaría absolutamente todo.
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Sleep Alone
Historická literaturaAlan sabe que los fantasmas no existen, al menos, no junto a Christopher. TERMINADA PORTADA POR @-tailey