Capítulo 53.

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Arabella comía las sobras de sus palomitas de camino al auto de Marcus.

  —Fue buenísma —comentó ella.

—No me gustó el final.

Arabella se frenó y lo miró perpleja.

—El final fue hermoso.

—Fue dramático —corrigió él.

Ella rodó los ojos.

—Insensible —le dijo.

Él sonrió, la acercó y la besó en los labios.

—Sentimental —la atacó él con una sonrisa. 

Arabella se encogió de hombros y le dio una sonrisa que decía "¿qué vamos a hacer? Así soy yo". 

Marcus se quitó la chaqueta y se la ofreció. La chica la aceptó, las noches de verano eran frías en Londres.

La llevó hasta su casa.

—Te devuelvo tu chaqueta si me aceptas una taza de té —le dijo la chica al bajarse, sin esperar una respuesta de su parte. 

Él bajó y  caminó tras ella.

—Sólo porque es mi chaqueta favorita  —comentó él.

Ella rió, abrió y lo invitó a pasar. Preparó té y sirvió dos tazas. Se quitó la chaqueta y se la dio.

—Realmente me divertí hoy  —dijo él.

—Yo también.

Marcus tomó la mano de Arabella y jugó con los dedos de la chica.

Se acercó y la besó delicadamente. Él la tomó por la cintura y la acercó un poco más a él subiendo la intensidad de su beso. Arabella tenía la sensación de que debía detenerlo, no sabía si estaba preparada para pasar a ese nivel. Él bajó sus labios al cuello de la chica.

—Te quiero, Ara —susurró en su cuello.

Arabella se petrificó.

—Marcus...Espera.

Lo apartó delicadamente. Él la miró confundido. 

  —¿Qué pasa?

—No puedo —arrastró las palabras y dio un paso atrás.

—Entiendo. Lo siento.

—Necesito estar sola ahora.

Él asintió, se puso la chaqueta y caminó a la puerta. Arabella lo acompañó.

—Adiós —dijo y caminó a su auto, pero se volteó a medio camino—. ¿Fue por lo que dije?

Arabella bajó la mirada. Él asintió, apretó sus labios e hizo ademán de continuar.

—Marcus, yo...—lo detuvo la voz de la chica—. De verdad quiero que esto funcione, eres increíble pero...no es fácil para mí.

Marcus golpeó con su mano su pierna.

  —Aún existe ese "pero" en tu corazón.

—Lo siento. 

Él se acercó a ella, la abrazó y depositó un beso en su frente.

—No puedo forzarte a nada, Ara. Quiero que pienses, descanses bien y mañana te invito un café para que hablemos.    

Ella asintió.

  —Pensé que estudiabas enfermería, no psicología —bromeó ella.

Él sonrió y la besó en la mejilla.

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