Capítulo 43.

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—¿Qué ocurre? —preguntó la muchacha fijando su vista en Tony.

Él parecía nervioso, y Arabella pudo notar que frotaba su mano izquierda en el costado de su pantalón, como hacía cuando no sabía por donde empezar. Como había hecho cuando le pidió su primera cita, como minutos antes de darle su primer beso, y como cuando le anunció que se iría a Irlanda, entre tantas cosas.

—Ara, yo... —dijo y miró a la muchacha. —Tú...me...—soltó aire. —Me vas a odiar.

—¿Qué? —dijo divertida Arabella.

Tony tragó saliva. Conocía a Ara muy bien, sabía que era tranquila y que podía aguantarte mucho, pero cuando se enfadaba contigo —que eran muy pocas veces cuando se enfadaba de verdad—, entonces, debías preparte para vivir un infierno. Y si había algo que a Arabella le molestaba, era lo que él debía anunciarle.

—No podremos ir juntos a Mánchester .

El semblante de Arabella se tensó un poco.

—¿Y por qué no?

Anthony apretó sus labios y luego arrugó su nariz.

—Iré a Irlanda...Otra vez —musitó débilmente.

Arabella no parecía enfadada, más bien decepcionada.

—De acuerdo.

Tony ladeó su cabeza. ¿Sólo diría eso?

—Sólo serán tres días, intenté cambiarlo pero...—se excusó Tony.

—Está bien, Tony. Es trabajo, es una prioridad —le sonrió delicadamente.

Tony se lamentó en un suspiro. Arabella lo miró.

—Hey, Fleming...—lo llamó delicadamente. —No pasa nada, iremos otro día.

—Es que...—dijo pasando sus manos por su rostro. —Lo único que quiero es verte feliz —dijo clavando sus profundos ojos azules en los de la muchacha.

Arabella sonrió, se acercó despacio y lo abrazó.

—Me debes un chocolate —susurró ella.

Él rió.

—De acuerdo. —Y antes de que ella pudiera decir nada, él se adelantó. — Con almendras. Y sí, sé bien que es un chocolate por cada día que no esté.

Ella sonrió ampliamente y él la acompañó.

—Por eso me caes bien, Tony.

Anthony hizo su cabeza hacia atrás a la vez que soltaba una fuerte carcajada. Abrió la puerta y se retiró. 

Ara sonrió y tomó asiento. Alzó de su escritorio un periódico de esa mañana, comenzó a hojearlo y se detuvo en la página que anunciaba un concierto de Wings. La imagen de McCartney ocupaba casi toda la plana. Observó con nostalgia sus facciones y luego lo cerró de golpe.

Se levantó, se dirigió a la puerta y se topó con Edmund. Dio un pequeño saltito de susto.

—Eddie, saliste de la nada...

—Lo siento —dijo él. —Te estaba buscando, bueno, tu padre te está buscando, quiere hablar contigo.

—Oh, gracias. — Sonrió y luego se fijó en lo que Eddie llevaba en sus manos. —¡Hey, que linda!

Edmund miró su cámara.

—Gracias —sonrió tímido.

—¿Lo practicas como hobbie?

—Si, aunque algunas veces he hecho exposiciones, pero pequeñas, nada serio realmente.

—¿Puedo ver algunas? —pidió con la ternura de una niña pequeña.

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