Parte 6

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Life feels empty, my love,
It pains me so to give you away.
Sentences untold never to unfold

Tomar una decisión es de las cosas más difíciles para un ser humano, ya que constantemente pensamos en blanco y negro. El resultado puede ser negativo o positivo pero nunca piensa que de lo negativo puede salir algo bueno. Eso fue exactamente lo que me pasó hace ya un año. Desde que leí esa carta por primera vez, muchas veces estuve tentada a ir a su apartamento y decirle que la extrañaba, que no había nada que perdonar, que apreciaba su sinceridad pero nunca lo hice.

El miedo a ser herida era muchísimo más grande a mis ganas de estar con ella. Recuerdo las noches amargas que pasé en Toronto esperando tener las agallas para buscarla pero la coraza en mi corazón dijo que no muchas veces. Las lágrimas fueron demasiadas pero no lo suficientes para reaccionar. Mis deseos murieron en el mar de mi indecisión. 

El resto de las semanas ahí pasaron relativamente rápido. Después de la escuela me encontraba con Charly para jugar y distraer mi mente. Descubrí que tengo un buen golpe de derecha, pero las semanas no fueron suficientes para tan aprender a sacar apropiadamente. Alguna vez salimos a cenar con su pareja pero nada extraordinario pasó. Me divertía pero ninguno de ellos era Rachel.

Me dedicaba a cuidar la casa de Michelle; ella hablaba de los miles de cambios que quería realizar, pero por el exceso de trabajo no podía. Recordé la vez que habló de querer cambiar su jardinera así que aproveché la tienda de un dólar que tenía cerca y compré algunas cosas para poder remodelar. La cara de sorpresa y alegría valió todo el empeño que puse para dejarlo lo mejor posible. Me abrazó fuertemente y me agradeció por hacerlo. La agradecida era yo. Por mucho.

La escuela fue lo que me tuvo más entretenida desde que me alejé de Rachel. Me fue mejor de lo que me pude haber imaginado. En el último examen aplasté a la chica rusa pero no fue suficiente para vencerla en el promedio general. A ella le quedaban unos meses más ahí por lo que torturaría a mis compañeros ante mi ausencia. Fue difícil despedirme de toda esa gente, que en poco tiempo se hicieron un lugar en mi vida, al igual que la ciudad, me acostumbré a ella, y claro tenía a Rachel en mi mente todo el tiempo.

La despedida con la Michelle fue lo peor de todo. El vuelo a la ciudad de México saldría a las siete de la mañana por lo que pasaron por mí a eso de las cuatro; ella se levantó y con lágrimas en los ojos se despidió de mí. Me acostumbré a ella y a nuestras crípticas charlas que acompañaban nuestras noches. Las noches de películas y lágrimas también se anidaron profundamente en mi mente y en mi corazón. Recuerdo perfectamente el discurso antes de subirme al auto, chica, si en algún momento quieres regresar a Toronto, aquí tendrás comida y techo, siempre y cuando cuides de mis flores. Me hizo un guiño, y yo no pude más que abrazarla y evitar llorar.

De vuelta en México; recién termino mi carrera, desde hace unos meses ya tengo trabajo en uno de los mejores hoteles de la ciudad. El sueldo es muy bueno, así que decidí quedarme en lugar de regresar a mi pueblo con mis padres, en realidad fue idea suya. A su perspectiva no debía desperdiciar las oportunidades que la vida me daba y honestamente me sentía muy bien en donde estaba. Más tranquila, más a gusto y contenta con el trabajo.

Durante este tiempo Rachel ha estado presente en mi mente. Nunca se ha ido, en realidad. Esa carta está siempre sobre mí mesa, implorando que haga algo. Todavía conservo su número de teléfono y han sido incontables las veces que intentado hablarle pero como siempre, me acobardo.  A momentos pienso en lo deprimente y patética que debo sonar en mi mente. Tuve una oportunidad y la dejé pasar. Muchas veces pensé en romper la carta, en deshacerme de ella pero, ¿qué ganaría? Quizá sólo sentirme peor de lo que ya me siento. Y aunque la rompiera, sé de memoria todo lo que dice, línea por línea, letra por letra.

Twin FlameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora