Capítulo 5

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Esa noche, en su cuarto, Pablo estuvo pensando mucho en Marcela. Apagó la luz de la habitación y, antes de dormise, decidió ir al otro día a la pila pública a buscarla y de una vez platicarle, no podía dejar pasar mucho tiempo; con la belleza de MArcela, sentía que eso era peligros para sus inteciones amorasas.

Al día siguiente, por la mañana, en su centro de estudios los compañeros y compañeras le hacían bromas con la "muchacha bonita de la pila". Toda la clase estaba enterada de ese amor en ciernes. Sólo Marisol y Eugenia se hacían las desentendidas y las desinteresadas.

A Palbo no le preocupaba esas bromas, lo único que le interesaba es que el tiempo pasara rápidamente para poder ir en la tarde a buscar a Marcela.

En su casa almorzó rapidísimo y se preparó para salir, la mamá lo llegó a buscar a su cuarto y le dijo:

-Pablito, por qué comiste tan rápido, así no te vas a llenar y te va a hacer mal la comida.

-Es que tengo que ir a estudiar y ya es tarde.

-Pero fijate que te quiero pedir un favor, tal vez todavía te dé tiempo, necesito que vayas a donde tu abuelita a dejarle este bocadito que le gusta mucho.

Pablo tomó lo que le dijo su mamá y se fue corriendo a la casa de los abuelitos para no perder mucho tiempo. Esa casa distaba ocho cuadras de la de él. Cuando regresó estaba bastante agitado porque se había ido y regresando corriendo. Tomó el libro del día anterior para que lo reconociera la chiva, se despidió de su mamá y se dirigió a la pila pública.

Marisol y Eugenia ya lo esperaban en el mismo lugar del día anterior, pues habían llegado más temprano que él para no perderse detalle de lo que se imaginaban, sospechaban y querían descubrir de una vez.

Pablo pasaba las cuadreas, calles abenidas a gran velocidad. Cuando al fin dibisó la pila se sintió más tranquilo, porque se dio cuenta que la muchacha aún no llegaba.

Se acercó a la banca, respiró prfundo, se sentó, abrió el libro, y se puso a ver insistentemente hacia la esquina donde debería aparecer Marcela.

-Ya viste que te lo dije -le decía Marisolo a Eugenia -ha de estar muy interesado por ella porque vino a la misma hora se sento donde mismo y fijate bien, hace como que lee, pues a cada rato mira para la calle donde ella aparecerá.

-A veces no creo lo que dices, pero también me doy cuenta que tienes razón, esperemos a ver qué pasa, si al fin aparece la muchacha y si hay algo entre ellos, pues ayer ni siquiera se hablaron.

-Espermemos auí tranquilas y veremos qué sucede.

Doña Sara también apareció en escena. Al llegar se paró atrás de pablo y se puso a espiarlo de pies a cabeza, hasta trató de deletrear la páginas del libro que él leía. Pablo, en su nerviosismo de la espera, notó una sombra detrás de sí y se volvió a ver. Doña Sara, al sentirse descubierta, se sintió mal, y apretando su baño de ropa, se dirigió a un lavandero.

Marcela se encaminaba hacia la pila, ya le faltaba pocas cuadras para llegar. Pensaba:

-A ver si está el muchacho de ayer, no es que crea que viene por mí, únicamente es para ver si se cumple lo que dijo doña Sara.

Llegó a la esquina frente a la pila y lo primero que buscaron sus ojos fue la banca de cemento. Se sorprendió y habló hacia su interior:

-Allí está, pero a saber si es por mí que vino; bueno, si es así, ya lo veremos, -Se arregló el pelo y se encaminó al lavadero, notó que el que quedaba frente a la banca ya estaba ocupado y se dirigió a otro que no quedaba tan lejos de la misma.

El Valor del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora