Pablo cada día pensaba más en Marcela y a cada rato se daba cuenta que el amor por ella en verdad era muy grande y sincero. Pensando eso estaba cuando oyó que su mamá llamaba a todos a cenar. Durante la cena la madre les decía:
-Ojalá que les gusten esos frijolitos, pues la crema está deliciosa, échenle a los platanito también.
-Si mami, saben bien deliciosa -respondió Nery.
-Últimamente la crema la estás haciendo muy sabrosa mami -le dijo Isabel.
-A propósito de crema, cómo te ha ido con los cobros Malena, -preguntó el papá.
-Creo que bastante bien, pues la única persona que me debe y no hay modo que me pague es doña Irene.
¿Te debe mucho?
-Pues, son como cuatrocientos veinte quetzales de dos meses, a razón de un litro diario, pero fíjate que la pobre tiene muchos hijos y esa leche que comprar es únicamente para los más pequeños; lo que más me duele es que la mayor es la que más le ayuda, la pobre lava la ropa de la familia en la pila pública.
-Pero fíjate mami -le interrumpió Isabel -que en el colegio la compañeras hablan mal de ella, dicen que sólo le vive coqueteando a los muchachos que encuentra y dicen que también que hay un estudiante que está muy enamorado de ella.
Al oír esto último, Pablo se atragantó con el bocado de comida que tenía en la boca; para que despista se puso a toser, el papá le golpeó la espalda y la mamá corrió a traerle agua después le preguntó;
-¿Ya estás mejor?
-Sí mami, muchas gracias.
-Ya les he dicho que no deben hablar con la boca llena -les dijo el papá.
Nery le preguntó
-Y ¿qué ibas a decir Pablo?
-Este...que...pobre esa gente que dijo mami, deberían de darle la oportunidad para que paguen más adelante,
-Sí, ya le dije eso, y le di plazo para el próximo sábado.
Al otro día, Pablo se despertó pensando en lo que habían platicado con su familia la noche anterior y sintió que ahora amaba más a Marcela, que era una persona que valía mucho, que tenía un gran corazón, que era muy noble y que sabía mucho de amar, y si no lo supiera, él estaba dispuesto a enseñarle, poque una vez que aprendiera a hacerlo, lo iba a amar tanto como él a ella.
Cuando se recordó lo que había planificado la noche anterior, se levantó y se dirigió a una bodega que tenía los papás en el patio, entró correndo y tuvo que quedarse un rato parado para acostumbrarse a la penumbre del lugar, se dirigió a la pared donde estaba el interruptor y encendió la luz, después se encaminó hacia una esquina de donde retiró unos costales con comida para el ganado y al hacerlo quedó descubierta una pequeña caja de metal, de su llavero seleccionó una llave pequeña y con ella abrió un candado, al quitarlo abrió la caja en la que se veía una pequeña colección de sellos postales antiguos. Los tomó uno por uno, los contó, vio hacia arriba y se le notó un semblante de tristeza y alegría a la vez, por lo que haría con ellos.
En la tarde, después del almuerzo, tomó su colección de sellos y se dirigió a la tienda de don Fermín, celoso filatelista de la ciudad. Cuando llegó, abrió la puerta, las campanitas que anunciaban al visitante sonaron su música y don Fermín, que se encontraba agachado componiendo una mercadería, levantó la cabeza y por arriba de sus lentes divisó a Pablo y le dijo:
