Capítulo 30

550 43 5
                                    

•DANIEL OVIEDO•
Uno nuestros labios en un cálido pero feroz beso. Encajan a la perfección como los puzzles.

«Hacía días que no probaba sus labios.»

-Quería preguntarte algo -digo nervioso

-¿El qué? -me mira fijamente

-Cuando estabas ingresada, ¿te transformabas?

Observa mis ojos detenidamente y sonríe.

«Adoro ese brillo.»

Sostiene mi mano y la acaricia. El silencio acalla sus palabras pero sus ojos hablan por sí solos.

-Cuando estoy enferma, no me transformo Oviedo

Me quedo perplejo ante su aclaración y mi boca realiza una amplia O.

«¿Cómo es posible?».

-¿N..no te transformas? -tartamudeo
-No, es lo único bueno de esta maldición

-No creo que sea lo único -digo seguro- eres una sirena -susurro acercándome a ella- tienes algo que las demás no tienen

-Lo tengo por culpa de mi madre, a vecea desearía ser una chica normal -dice en un susurro

-¿Quién crees que es la mujer de la cueva? -pregunto frunciendo el ceño

-Mi madre -dice segura

«¿Pero qué demonios? ¿Su madre?».

-A ella le encantaban los lugares sombríos, no me extrañaría nada que después de abandonarnos a mi padre y a mí se haya ocultado en esa cueva

-Pero, espera un momento, ¿la reconoces? -niega- ¿entonces?

Se queda en silencio y acaricio su mano. Seguidamente asciendo la caricia hasta su mejilla y acaricio el pómulo teñido de ese color rojizo que tanto me enamora.

-Sea o no tu madre, es perversa -aclaro

-Siempre lo ha sido -añade- su corazón es duro como el hierro, no tuvo piedad al abandonarme con tan poca edad, volvió loco a mi padre, ahora comprendo porqué me protege tanto. Además, creo que él sabe algo de ella y de su paradero, estoy segura

-¿Nunca le has preguntado qué fue de ella? -niega nuevamente- entonces ya es hora de aclarar las cosas

Sonríe levemente y su sonrisa se desvanece. Tiene miedo, muchísimo miedo, sus ojos claros le delatan.
La acompaño a casa tras convencerla de que hable con él, o más que sea lo intente y me suplica que entre con ella, que no la deje sola.

Entramos en su casa y nos adentramos hacia el salón. Encontramos a su padre sentado en el sofá y se levanta con los ojos inyectados en furia al verme.

-¿Qué hace este estúpido aquí? -grita

-Papá, por favor -dice colocándose delante de mí

-¿Por favor qué Kendall? ¿Aún no te ha quedado claro que no le quiero en mi casa? -pregunta en el mismo tono

-Yo le he pedido que viniera -dice desafiante

-¿Para qué? ¿Para causarte más problemas? -niega rotundamente

Acaricio su cintura con la yema de sus dedos y la mirada de su padre se dirije a mis manos.

«Tendrás que acostumbrarte a esta imagen.»

-Siéntate, por favor -le pide- tengo que preguntarte algo, estoy aturdida -dice

Su padre accede a sentarse y ella se coloca delante de él. Comienza a contarle todo, comienza a decirle que es una sirena, que sus cambios de actitud se deben al cambio en sus hormonas, que el hecho de que su madre la abandonase le trajo una maldición con la que ahora mismo está cargando en sus hombros.

-¿Una maldición? ¿Tienes fiebre? -dice colocando su mano en su frente

-No papá, no tengo fiebre, es la verdad, créeme por favor -pide

-No te creo Kendall -dice serio

-¿Por qué crees que llego tarde cada madrugada? Crees que estoy dormida pero no, a las siete de la tarde cuando comienza a atardecer, tengo que estar en la playa preparada para la transformación

-Y ahora me dirás que este también es un pez -dice riendo

-No estoy delirando y mucho menos vacilando, y no, no es un pez como tú bien dices -contraataca

-Si es verdad lo que me estás diciendo, enséñame pruebas -exige seriamente

-N...no tengo -musita nerviosa- ¿por qué no me crees? -solloza

-Porque estás igual de loca que tu madre, ella también decía que era una sirena, que iba cada noche a una oscura cueva, que espantaba a todo ser que entraba en ella -explica- pero una mañana desperté y no estaba a mi lado, la busqué y nunca más volví a saber de ella, desapareció de la faz de la tierra Kendall, a saber qué historias te metió en la cabeza -dice levantándose

-Yo sé dónde encontrarla -dice acercándose a él

Su padre rechaza su mano y se marcha sin articular palabra alguna. Ella cae de rodillas al suelo y comienza a sollozar.

La abrazo por la espalda levantándola del suelo y la pego a mi pecho acariciando su cabello para tranquilizarla.

-No me cree Dani, mi propio padre piensa que estoy loca -solloza

Espejismo. [Daniel Oviedo] #PGP2017 #LDAW2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora