Con el mismo tacto con que yo hacia repicar las yemas de los dedos sobre las teclas de mi máquina de escribir, para hacerle poemas, el hacía repicar sus caricias en mi espalda, era una manera sorda de querernos, una manera silenciosa de ser felices, todos los días, a la misma hora por la tarde y a veces, como hoy, a la misma hora por la mañana.
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Micro poemas/destinatarios; a convenir.
PoesíaDe los poemas que nunca voy a dedicar/pero de pronto usted sí, por eso y más ... Destinatarios; a convenir.