Una linda tarde.

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Llegué al lugar y le pregunté al hombre que atendía cuánto podría darme por esa medalla, y él respondió:

-¿De dónde sacaste esto jovencito?

-Uhm, me lo dio un amigo.

-Di la verdad, ¿Lo robaste?

-No yo jamás haría eso, es el símbolo de mi padre. Dije.

-Bien, te daré 300 dólares por ella, pero no hay devoluciones así que no quiero a tu padre aquí cuando se entere.

-Descuide, él no vendrá, se lo aseguro.

Tenía muchos pedazos de papel y monedas para gastar, supuse que su valor era el que venía impreso, ahora creo que si raciono bien el dinero podría comer por buen tiempo, al menos se de economía y eso, bendita sea la antigua Grecia.

Decidí comprar muchas de esas frutas para comer y luego ir con Victoria al lugar que designamos.

Llegué pero no había nadie, es como si el señor del puesto no hubiera ido ese día, pero aun así esperé a Victoria.

Pasaban los minutos y ella no llegaba, la posición del sol es la misma que la de ayer, debe ser la hora adecuada. Debí suponerlo, quién querría estar con un dios desterrado y con pinta de humano débil, mi tristeza invadía mi nuevo y delicado corazón cuando de pronto veo unos tenis blancas como los míos, era ella, mi Vicky, qué felicidad.

-Hola, lamento la tardanza, mucho tráfico ya sabes.-Dijo.

-No te preocupes, sólo fue un elegante retraso ¿Estás lista para aprender?

-Siempre, sígueme, conozco un atajo.

Caminamos y yo sólo podía ver su cabellera roja y su tan sutil manera de caminar, de balanceaba de un lado a otro con un porte femenino único. Entonces sólo pensaba, quizás es ella, la chica, la mujer de la que me enamoraré, su belleza es impactante por dentro y por fuera, es única, es obvio que solo Era podría hacer algo así.

Al llegar le di su primera clase con el arco de su padre, unas pocas flechas y el atardecer de nuestro lado, fue una tarde espectacular, y al venir la noche concordamos en practicar toda la semana y vernos en ese lugar todos los días a la misma hora.

No podía negarme, era lo único que tenía que hacer y lo mejor que he hecho en mi existencia.

No podía esperar a que fuera el día siguiente para verla.

La ironía del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora