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Y lloré, por los recuerdos, por los momentos, por el lugar, por el amor y los sentimientos, por las emociones, por las acciones, y por ti, abuela. Lloré noche tras noche por el dolor que tu pérdida me causó, por el saber que aquella mujer que amo y amé tanto ya no estaría ahí, y lloré y caí, sin límites al fin.

Y me hubiera encantado despedirme, pero fue por enfermedad la oportunidad no tuve más, fue por enfermedad que te perdí y fue la misma lo que ahora me hace arrepentir. Era cáncer y fue gripe, y si tan solo me hubiese acercado sin importar aquel daño, no te extrañaría tanto.

Y el último beso, fue frío, fue distante y muy cortante, y al acercarme descubrí que ya no estaría para ti, ni tú para mí; en ese cruel momento, tu piel helaba, y no me sentías, fue un beso sin vida. Uno que me robó el aliento y lo que yo más quería, un beso que me hizo darme cuenta de que te había perdido de la manera más terrible: Una en que estás condenado y no sabes para cuando.

Y lo que siguió fue aún peor que perderte, más frío que aquel beso, más doloroso que extrañarte, y es que soñé. Soñé que era feliz, que estabas ahí, y entonces tu vida se desvanecía en mis brazos sin yo poder evitarlo, y me levantaba gritando, llorando, sufriendo. Sin ti, de nuevo.

Y el insomnio llegó, y el terror de su mano, el temor a soñar, volar y caer, a nunca volverte a ver.

Y dolía perderte, verte morir, que te escaparas así, sin poder elegir.

El hogar de las metáforasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora