11. Ceremonia de iniciación

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Esa noche sería el momento, mi gran momento. Él, que hasta más tarde  no podía ser llamado mi señor, me citó a las 12 de la noche en un lugar  muy especial. Un hotel que no se puede considerar típico ni normal.  Tampoco es un lugar fácil de encontrar en cualquier población. Yo ya  había oído hablar de él y visitado sus alrededores. Aunque nunca antes  había estado en su interior. Desde la cima de una pequeña montaña, un  pequeño castillo, a lo largo de su historia rodeado de una gran  tragedia, alimentándose de grandes secretos que deberán ser callados y  que guardará siempre en su interior.

Cuenta la leyenda que un conde vivía en ese castillo, alejado de la  población, hasta que un día una joven campesina subió a lo alto de la  montaña, sentía curiosidad por descubrir quién vivía allí. Aunque ya le  habían contado ciertas historias sobre aquel Duque. Decían que era un  hombre tenebroso, oscuro y despiadado. Que se alimentaba de mujeres y  niños. Pero ella no creía en esas historias, pensaba que podía ser un  hombre atormentado por su fortuna. Pero nada de lo que le habían contado  se acercaba si quiera a lo que era ese hombre. El duque la encerró en  su pequeño castillo y allí la torturo de formas horribles. Ese hombre  era el demonio en persona y nunca más dejó salir a la campesina. Unos  cuentan que la violó y la mató. Otros que la torturó hasta que se  enamoró de él y no quiso volver a casa. Y otros que vivieron en esa  castillo el más puro amor, el que te rasga las entrañas y te hace tanto  odiar como amar, un amor BDSM del que una vez que entras ya nunca más  quieres salir.

Me sentía realmente nerviosa y excitada. No sabía lo que me esperaba,  sólo sabía que lo que fuese, lo deseaba intensamente. Hoy era el día de  mi coronación, del inicio de mi reinado como sumisa y sierva del mejor  de los amos. El hombre con más poder sobre mi, el hombre con que toda  sumisa seguro que ha soñado en algún momento. El hombre al que ya amaba y  seguiría amando por encima de todo. Me sentía fuerte y poderosa, bella y  frágil, orgullosa y amada, eufórica y feliz. El espejo reflejaba un  rostro de mujer serena, pero mi cuerpo temblaba con más intensidad a  medida que pasaban los minutos y se acercaba la hora.

Necesitaba relajarme, así que me preparé un fabuloso baño. No salí  del agua hasta que sentí que estaba más tranquila. Ya antes había  intentado cenar, pero me fue imposible, los nervios no me dejaron comer  nada. Por lo que ahora, aunque me sentía mucho más calmada no insistí.  Eran las 10, así que creí oportuno empezar a prepararme con mimo para el  evento. Cada movimiento debería ser pensado en él, por lo que cada paso  debía ser efectuado en su honor. Me maquillé con gran cuidado,  intentando no enmascarar la naturalidad, intentando ser yo, pero  remarcando aquello que tiene mayor fuerza en mí, mis ojos. Lo conseguí,  me sentía más bella que nunca, me sentía una mujer especial, pero sé que  no era por el maquillaje, sino por la felicidad que transmitía por todo  mi ser. Lo cual se podía ver reflejado en mi rostro. Sequé el pelo y lo  peiné, dejé que él mismo decidiese como quería estar y su decisión me  pareció algo más que perfecta. Lo cual agradecí ya que en ocasiones es  muy rebelde haciendo honor a la característica personal de quién lo  posee. Empecé a vestirme, él me había pedido asistir vestida de negro,  mejor de una pieza, un vestido simple, sencillo y práctico. Para poder  ser quitado con facilidad. Todo estaba perfecto y yo lista para salir de  casa. Unas gotas de perfume una última respiración profunda a la que  acompañó el sonido de un suspiro, el bolso en la mano y cerré la puerta.

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