Extra: La boda

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Era un día especial, no era un día como cualquier otro, era un día de alegría, de color, de música, un día que jamás se olvidaría, mucho menos para Adrien y Marinette.

 Finalmente, después de tanto tiempo, se unirían el uno al otro, se unirían en sagrado matrimonio, la espera se hacía larga, pero valdría la pena, si a fin de cuentas, ambos disfrutarían de la felicidad eterna.

Marinette se encontraba poniéndose su vestido de boda, se miró al espejo por un instante, parecía no reconocerse, no creía que fuese ella.

- ¡Amiga, te ves tan hermosa!-exclamó emocionada Alya.

- Gracias, realmente todavía no puedo creerlo, siento como si fuese ayer que Adrien me pidió matrimonio y ahora... me convertiré en su esposa-dijo la azabache sonriendo.

- ¡Estoy muy feliz por ti! Lo que más quiero es que seas feliz, eres mi mejor amiga, y siempre desearé lo mejor para ti-comentó con sinceridad la pelicastaño.

- ¡Ay, Alya! ¡Gracias!-dijo abrazándola.

Ambas amigas se dieron un gran abrazo, como si fuese la última vez que lo hicieran, ellas han sido mejores amigas desde la secundaria, se habían apoyado desde ese entonces, y sabían que eso nunca cambiaría, por más que pasaran los años.

- ¿Estás lista para que comience?-preguntó Alya deshaciendo el abrazo.

- Estoy muy nerviosa, siento que me congelaré al llegar al altar y ni siquiera podré dar mis votos-dijo alarmada.

Alya rio por la actitud de su amiga, seguía siendo la misma chica tímida y preocupada de siempre, no había cambiado del todo.

- Me recuerdas a ti cuando eras una adolescente, solías ser así, tímida y siempre te preocupabas por todo y por todos, pero esa es una cualidad muy especial de ti, que si no la tuvieras, no fueras Marinette.-comentó Alya.

- Tú tampoco has cambiado mucho, sigues siendo la misma gran amiga y consejera de siempre, aunque a veces sueles enojarte mucho, no te lo tomes a mal.

- ¡Oye!-exclamó la morena frunciendo el ceño. - Bueno, es posible que a veces lo soy, pero, eso me hace quien soy.-dijo sonriendo orgullosamente.

- Claro que sí.-rio Marinette.

En ese momento se escuchó los toques de la puerta, en ella entró su padre con una sonrisa en el rostro al ver a su hija con ese vestido.

- Bueno, creo que los dejaré un momento solos, no tarden demasiado, pronto empezará.-dijo Alya.

La morena salió de la habitación dejando solos a ambos.

- Hija... te ves tan hermosa.

- Gracias papá, tú también te ves muy elegante.-dijo sonriente.

- Nunca pensé que llegaría este día, te veo y por un momento siento que logro capturar la imagen de la pequeña Marinette, la pequeña niña que corría de lado a lado con una sonrisa que lograba contagiar a cualquiera.

- Sí, me acuerdo de eso, además un día de estos recordé a Bridgette, me divertía tanto con ella.-dijo en tono melancólico.

- Eran muy unidas, siempre andaban juntas de lado a lado, estoy seguro que donde sea que esté, se siente feliz por ti.-dijo su padre.

- Yo también lo creo.

Ambos se dieron un tierno y largo abrazo, uno de los abrazos más lindos y satisfactorios que puede existir, es el de un padre a su hija, porque dicen que los hijos son el reflejo de sus padres, será quizá porque ellos pueden ver en sus hijos a ese niño, adolescente y joven adulto que alguna vez fueron.

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