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El mundo del arte y del entretenimiento podían ser tan iguales como diferentes. Muchas personas podrían pasar tardes enteras discutiendo entre si el entretenimiento era o no arte, o si el arte podía igualar o no a ser entretenimiento. Por suerte para Dipper, él y todos sus conocidos estaban seguros de que sí, en efecto ambas se volvían una sola. Quizá ese acuerdo se debía más que nada al hecho de todos ellos se dedicaban a algo similar.

Bill era un actor, Phil tenía una banda (bastante famosa si se atrevía a decir, vendían millones de discos e incluso habían estado en el top diez de mejores canciones y artistas en varias ocasiones), Mabel era diseñadora de modas y en sus tiempos libres se encargaba de arreglos para fiestas, Will era fotógrafo y más común que no, su trabajo requería que viajara al rededor del mundo para capturar momentos hermosos. Wendy era DJ, Candy era una animadora digital con el sueño de trabajar para Disney, Grenda seguía en Italia tomando clases de ópera, y él era un escritor.

La verdad es que era algo curioso y divertido saber que todos sus amigos estaban trabajando duro para conseguir sus sueños, cuándo él aún los recuerda a todos en la escuela, quejándose y gritando a los cuatro vientos que preferirían morir antes que no dormir otra noche con tal de acabar sus proyectos. Le parecía irreal saber que estaban logrando sus sueños y metas luego de tantos problemas, tantas dificultades y noches en vela, luego de llantos estresados en la semana de exámenes finales y preocupaciones por tareas. Era extraño y le hacía feliz.

Le hacía muy feliz porque ahí se encontraba él, en Nueva York caminando junto a Bill y disfrutando del viento en su rostro y las atareadas calles, repletas de personas que caminaban de un lado a otro sin parar. Nueva York, la ciudad de los sueños. Dipper sonrió ante ese pensamiento y clavó su mirada en Bill.

Sus ojos parpadearon al ver al amor de su vida con la nariz rojita, su bufanda roja cubriendo su mentón, labios rosados y un poco partidos se encontraban entre-abiertos, dejando escapar pequeñas cantidades de aire que se veía como humo blanco y frío. Sus pestañas largas y castañas golpeaban sus pómulos de la manera más dulce y suave que alguien pudiera imaginar, sus mejillas sonrojadas por el frío y sus ojos admirando toda la ciudad. Ante esa imagen de Bill caminando junto a él, Dipper estaba seguro de que se encontraban en la ciudad de los sueños; Bill era su sueño.

Probablemente sonaba realmente tonto decir eso, teniendo en cuenta que Bill era el sueño de muchas personas, varios de sus fans se lo declaraban constantemente. Bill era un sueño, y ese sueño lo compartían muchas personas además de Dipper. El sueño de dormir junto a él en noches de lluvia, el de sostener su mano sólo porque sí, el de jugar con su suave cabello y ser la causa de sus sonrisa, el sueño de tomar su rostro entre sus manos y besar sus mejillas, su nariz, su frente y ojos, su mentón, su cabeza, su cuello, sus labios.

¿Cuántas personas no soñaban con eso y más? Dipper quería todo eso para él, quería que esas sonrisas a mitad de la noche mientras veían Sharknado, fueran sólo para él. Quería que el sonrojo en los dulces y afilados pómulos de Bill, siempre ahí cada vez que el alcohol infectaba su mente, fuese una vista que sólo Dipper presenciara. Quería que la faceta de Bill siendo tímido, cauto con sus palabras, torpe en movimientos, y completamente él, sin barrera alguna que le impidiera a Dipper contemplar, percibir su corazón; quería todo de Bill, y lo quería sólo para él.

No quería encadenarlo ni poseerlo, quería que Bill lo amara de la misma manera en que él le amaba, y quería decírselo al mundo. Quería que el amor de Bill fuera suyo y quería que Bill fuera suyo no importaba cómo. No importaba si eran o no pareja, o esposos falsos, o mejores amigos. Quería que Bill fuera suyo y al mismo tiempo tan libre que ni siquiera sabía cómo expresarlo. Simplemente quería a Bill, su corazón, su amor. Eso quería, y le era desesperante saber que no era nadad más que un sueño.

—¿Pino? —habló Bill llamando su atención, sacándolo de entre sus pensamientos, y Dipper parpadeó, desorientado. —¿Qué dices, vamos?

Dipper miró a su amigo, aún completamente aturdido y sin saber a qué se refería Bill con esa pregunta. Lamió sus labios, sintiendo lo partidos que se encontraban gracias al frío, y siguió la mirada de Bill, sus ojos situándose sobre una monumentalmente espléndida edificación que se alzaba de manera elegante, luces y letras tan sutiles que eran atrayentes. Dipper la apreció con cuidado antes de caer en cuenta acerca de lo que era en realidad ese lugar. Una tienda de trajes para bodas.

Regresó su mirada a Bill, quien no hizo más que sonreírle como si fuera la persona más importante en su vida, como si Dipper fuera el centro de atención de Bill y eso simplemente no era justo. No era justo porque Dipper podía ver una clase de amor tan profundo que le envolvió con calidez, haciéndole  creer que sus sentimientos eran mutuos; Dipper vio en los ojos de Bill un desbordante amor hacia él, y ahora tenía esperanzas. Con un sonrojo en sus mejillas asintió.

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woot woot~

es cortito porque ya se va a acabar el fic :D???????? y no quiero. además, les voy a recompensar con un capítulo re bonito y fluffy.

¿quieren boda de verdad o nel? eso es lo único que no puedo decidir gggg

Pastel de bodas 【 BillDip 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora