Han pasado muchas cosas desde la última vez que lo vi. Por ejemplo, que siempre estaba rodeado de chicas que querían hablar con él. Y esos amigos que nunca lo dejaban solo, deseando tener siquiera la atención de alguna de las féminas que lo rodeaban.
¿Yo? Miraba expectante, deseosa de poder arrancarme estos sentimientos que crecían con más intensidad. ¡Y ni siquiera él me había hablado o dirigido la palabra! ¿¡Cuan patética soy!? Deseando la atención de alguien imposible.
Yo no lo notaba, pero con el tiempo empecé a producirme más. Me arreglaba las uñas, el cabello e incluso llegue a ponerme brillo labial en los baños del colegio. ¡Yo nunca hacía eso! Mis amigas me miraban como si yo fuese un experimento raro al cual debían analizar. Habían quedado anonadadas de los ligeros cambios que habían incrementado con el paso de los días.
Sabía porque lo hacía. Porque quería que él me mirara.
Ese día, estaba totalmente exhausta de las clases. Estaba empezando a odiar realmente a la profesora de ofimática. Por su maldita culpa, sufría de fuertes dolores de espalda por traer mi computadora portátil al colegio. Y había ocasiones en las que ni siquiera llegábamos a usarlos. Pero qué iba a saber yo.
El curso de inglés también se me estaba tornando algo pesado. No comía bien, y por estar pensando en él (inevitablemente lo hacía), a veces me distraía y no prestaba atención. De nuevo repito: cuan patética me había vuelto.
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El chico de la parada del autobús ©
Historia Corta¿Te imaginarías todos los sentimientos que pueden traer estar unos segundos en una parada de buses? Ella no puede callar lo que siente. El no puede corresponderle. Ambos encontrándose continuamente en la misma parada de buses. basada en un...