Ocho

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En las historias clichés que lees a veces por ocio o distracción, encuentras aquellas escenas en donde la protagonista sufre de algún tipo de acoso o no es agraciado a la vista de los demás y el otro protagonista es un adonis o un dios griego que se enamora de la chica y ambos son felices. O de aquella en donde la típica nerd se vuelve popular y el chico popular se vuelve nerd o las clásicas esas en donde la chica se enamora del chico malo y son felices para siempre.

Pues no, este no es mi caso.

No me quedé con el más popular ni tampoco con el chico malo.

¿Qué si Santiago leyó la carta? Sí.

¿Qué si morí de vergüenza? También agrégale otro sí.

¿Qué qué dijo? Ese es el problema.

El solo me miró a los ojos y me dijo que no podía estar conmigo porque aún seguía enamorado de otra. Jamás había experimentado un dolor tan grande en mí ser. Me sentía humillada, derrotada, sin esperanzas. Nada en mi decía que me encontraba bien.

Por muchos días solo me dedicaba a tres cosas; leer, ir al colegio y dormir. No quería saber de nadie. Les prohibí a mis amigas que me hablaran de él. No quería saber nada. Solo quería perderme en mi dolor y estar sola, al fin y al cabo es como estoy en estos momentos: sola.

El chico de la parada del autobús ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora