Siete

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Sam

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Sam. No había otro nombre que se escuchara en mi casa. ¡Sam a lavar los platos, Sam a barrer! Estaba realmente cansada. Pero eso había servido para mantener mi mente despejada.

Una vez terminado de hacer oficios, me recosté agotada en mi preciosa cama. No sé en qué momento Morfeo vino a recogerme, pues me quedé completamente rendida.

***

Sentía la mirada de todos en mí. Toqué mi rostro en busca de rastro de baba o pasta de dientes que se me haya quedado de esta mañana o si tenía algún grano espantoso pero las respuestas a esas búsquedas fueron un rotundo no.

Igual seguía escuchando las murmuras y cuchicheos de la gente, me miraban con lastima y burla. Me estaba empezando a sentir incomoda. Llegué hasta el final del pasillo para bajar las escaleras y entonces lo vi.

Él con la post it, abrazados y besándose apasionadamente. Se comían prácticamente uno al otro. Mi rostro se empezó a llenar de lágrimas y ellos se dieron cuenta. Me miraron con asco y se reían a grandes carcajadas de mí. El la beso por última vez y se acercó a pasos agigantados a mí. Entonces escuché las peores palabras que me pueden haber dicho en toda mi existencia.

"Me das asco. Jamás serás suficiente para mí"

Yo lo mire negando con mi cabeza repetidas veces y entonces todas las personas en el pasillo se rieron más fuerte de mí.

- ¡Sam, SAM! – escuché un grito fuerte.

- No, no, ¡No! – abrí mis ojos asustada y triste.

Lloraba desconsoladamente. Eso había sido realmente horrible. No sé qué era lo que me estaba pasando pero sentía que me ahogaría en lágrimas. Mi madre solo me abrazó y me susurraba palabras tranquilizantes al oído.

La peor pesadilla que había tenido en toda mi vida.

Una vez que me calmé y mi mama salió de la habitación, me inundo un sentimiento raro. Como si quisiera decir todo aquello que mi corazón callaba. Así que con un poco de valor adquirido, me acerque a donde guardaba mis cosas de la escuela y saqué una hoja y un bolígrafo y comencé a dejar que las palabras salieran de mi.

Hola.

Sé que tal vez estarás sorprendido de recibir esta carta, o tal vez no. Solo quería que supieras todo lo que mi corazón ha intentado decir y no le he dejado hacerlo.

Soy quien te observa cada mañana como si fueses la cosa más maravillosa del mundo. Soy quien espera tu llegada en la estación del metro a ver si despertaste feliz o triste. Soy a quien hieres cuando abrazas a otras de manera cariñosa, deseando ser yo a quien tus brazos sostengan de esa linda manera.

He intentado reprimir todo lo que me haces sentir pero ya no puedo más. He llegado al punto de dejar que manejes mis sentimientos a tu antojo. Haces que sonría y haces que llore como nunca.

Haces que suspire y haces que me ponga nerviosa cada vez que escucho tu voz. Me dejas sin aliento cada vez que me miras por breves segundos a los ojos. A pesar de que sé que, en la mayoría de veces, esas miradas se desviarán y tendrán otro dueño.

Tal vez esté ilusionada, tal vez esté enamorada, tal vez esta carta nunca llegue a tus manos pero solo quería que supieras todo lo que siento por ti y todo lo que he guardado con llave en mi corazón

Espero que algún día, me llegues a mirar con los mismos ojos con los que te miro a ti.

Atentamente: una chica enamorada del chico de la parada del bus. 

El chico de la parada del autobús ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora