—¿Qué tal estás, nebulosa mía? —interroga Canopus a Andrómeda.
Pero al percatarse de las ojeras pronunciadas de la muchacha y sin darle tiempo a responder, continúa:
—No has dormido.
Ella, molesta, lanza un bufido. Fuera de las sombras violáceas debajo de los ojos, el resto luce igual que siempre, incluida la piel espacial roja que utiliza para trabajar.
—¿Y te parece extraño, cielito? —La joven se coloca las manos sobre las caderas—. Te pedí que si el ambiente entre Lúgh y yo se caldeaba debías interrumpirnos al momento. ¡Y casi permites que lleguemos hasta el final!
—Estuve tentado —le confiesa el androide, cogiéndole un rizo—. Nuestra mascota me cae genial y congeniáis de maravilla. Sin embargo, una orden directa de mi comandante no es posible eludirla, salvo que su vida se encuentre en peligro. Los gemidos no eran de dolor así que no bastaban por sí solos. Si vuestras cabezas hubiesen estado debajo del agua, quizá me hubiera atrevido a que el desenlace natural siguiese su curso.
—¡Pues menos mal que no buceamos, entonces! —exclama Andrómeda, aliviada.
—Además es necesario que reconozcas algo, estrellita. —Sonríe burlón, levantándole el mentón.
—¿Qué?
—Que a pesar de que me rogaste que cortase un posible rollo vuestro, te molestó muchísimo cuando lo hice. —Y Canopus le da una palmadita consoladora en el hombro.
—¡Por todo el polvo interestelar que hay en el Universo! —grita ella, perdiendo la compostura y pasándose la mano por la frente—. ¡Es verdad! ¡¿Cómo puede haber sucedido?!
—Porque Lúgh se hace querer —y al apreciar que la chica intenta negarlo, agrega—: Aunque seas neutrina y pienses que eres incapaz de amar.
Andrómeda se detiene, como cogida en falta, pues él se ha adelantado a lo que iba a decir.
—Mira, galaxita... —La abraza para darle ánimos—. Mientras vosotros dos os distraíais en la piscina, aproveché para analizar exhaustivamente la lectura del escáner a nivel cerebral.
Y moviendo los dedos en el aire, hace que aparezca una pantalla que muestra la cabeza de la joven por dentro.
—¿Ves aquí? —le pregunta, indicando el sitio—. La activación de esta zona cuando te besaba y te hacía cosillas significa que tú sientes algo por Lúgh, ya que es la que corresponde a las emociones. ¿Te das cuenta, estrellita mía?
—Si te soy sincera, no. —Clava la vista en él y luego le apoya la cabeza en el pecho—. Todo sucede demasiado rápido, no soy capaz de procesarlo. De lo único de lo que estoy segura es de que no debe volver a ocurrir.
—Yo ya te he dado suficiente en lo que reflexionar, nebulosa mía. —Se separa un poco de ella y la observa—. Ahora me voy un rato a mi sala de relax. —Se señala el cuerpo—. Esto de aquí me lo pide.
ESTÁS LEYENDO
El guerrero de Andrómeda.
Science FictionLa gran preocupación del príncipe Lúgh es complacer a sus padres, los reyes de Taranis. Por este motivo debe elegir esposa entre las numerosas candidatas que ellos, desesperados, le ponen a diario debajo de la nariz. Quizá si le hubiesen contado...