13. LÚGH. Los revisionistas nucleares marcianos.

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Al principio, cuando Canopus y la Generala Halley interrumpen mi día perfecto con Andrómeda, me enfado muchísimo y estoy a punto de gritar para llamarles la atención

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Al principio, cuando Canopus y la Generala Halley interrumpen mi día perfecto con Andrómeda, me enfado muchísimo y estoy a punto de gritar para llamarles la atención... Pero de inmediato recuerdo que en la nave no soy un príncipe, sino apenas un simple polizón. Si me comporto de manera insolente con algún miembro del concejo, la consecuencia lógica será que me devolverán a Taranis al momento o algo peor, como dejarme flotando en el espacio. Por este motivo respiro hondo y me contengo.

—Me temo que los revisionistas marcianos  han conseguido poner en funcionamiento un núcleo —nos informa la generala, frotándose las sienes con intensidad—. Ya sabes, Andrómeda, que esto implica acatar el artículo dos millones novecientos noventa y ocho mil trescientos cuarenta y siete, Sección Cuarta, de los Estatutos de la Federación. Entre todos los protectores te han elegido a ti. No solo porque gracias a los agujeros de gusano estás muy cerca, sino también porque eres la mejor: sabemos que lo cumplirás a rajatabla.

—Lo haré sin dudar, Generala Halley. —Mi novia estira el brazo hacia adentro de la pantalla y roza la palma con la de su interlocutora—. Mi vida y mi futuro están a disposición de la federación.

—Lo sabemos, querida, lo has demostrado siempre. —La jefa intenta controlar la emoción, pero no lo consigue—. Cuídate mucho, Andrómeda. Si entre nosotros existiera lo que Lúgh llama familia, tú serías mi hermana.

  Y así, para no continuar con el despliegue sentimental que ellas no consideran propio de neutrinos, desaparece de la pantalla.

—¿Ya tenemos todos los datos necesarios de Ferrum? —le pregunta mi mujer a Canopus.

—Sí, lo único que nos quedaría es corroborarlos. Pero tendremos que darlos por buenos, ¿verdad? Debemos irnos, no hay tiempo de un segundo reconocimiento —le contesta él, mirándola interrogante.

 Pero tendremos que darlos por buenos, ¿verdad? Debemos irnos, no hay tiempo de un segundo reconocimiento —le contesta él, mirándola interrogante

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—Por supuesto, ya has escuchado a Halley, debemos partir de inmediato —coincide ella, masajeándose la nuca.

  Antes de que le dé tiempo a Canopus de tocarla, me acerco rápidamente y le pido:

—Permíteme, mi amor.

El guerrero de Andrómeda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora