—Si me llamas por la resolución del concejo acerca de tu beso con el P1, Andrómeda, te diré que ya la hay. —Halley la saluda del modo habitual, se detiene un momento y respira hondo—. Aunque no sé de qué manera comunicártela...
La muchacha baja la cabeza, avergonzada.
—No estoy contactando por este motivo. —Se muerde el labio con fuerza—. Hay algo que debo contarte primero.
Efectúa una pausa antes de continuar:
—Me temo, generala, que ha vuelto a suceder en varias oportunidades. La atracción que existe entre ambos es demasiado fuerte, tanto que él la define como amor... Yo, con sinceridad, no puedo estar de acuerdo con esta afirmación. Sin embargo, si lo comparo con nuestros parámetros neutrinos, ignoro qué nombre darle.
—¡Mmm, ha vuelto a pasar! Me llamabas, entonces, para decirme que tus escarceos con el P1 son incontrolables. —La Generala Halley luce entusiasmada—. Perfecto, así me facilitas lo que tengo que comentarte después.
—¡No, por supuesto que no es solo por eso! —La muchacha casi se atraganta—. Es para informarte de la conducta desleal de Canopus. ¡¿Puedes creer que ha desafiado una orden directa mía y me ha tendido una emboscada?!
La generala da un salto en el sillón, extremadamente preocupada. El pelo rojizo flota unos segundos, ingrávido, antes de caerle de nuevo sobre los hombros.
—¿Se ha puesto en contacto con los invasores amorfos, que le han declarado unilateralmente la guerra a nuestra federación? —El rostro es grave y los ojos verdes lanzan rayos—. Es la primera vez que sucede con una inteligencia artificial de su clase. Aunque normalmente seamos muy permisivos, en consideración a las condiciones de vuestro trabajo, esta es una conducta que no se puede obviar. Lo siento mucho, Andrómeda, pero tendremos que deshacernos de Canopus. ¡Un traidor será siempre un traidor!
La joven se muerde el labio de nuevo, apenada, y enseguida la tranquiliza:
—No, generala, no se trata de eso. ¡¿Pero puedes creer que aceptó el desafío que Lúgh le propuso por mis atenciones?! Le prometió que si él ganaba no se me volvía a acercar. Algo, por supuesto, que va en contra de nuestras costumbres, aunque no vulnere ninguna de las normas de la federación. Le dejé muy claro previamente, además, en qué condiciones sería el duelo, nada de muerte ni de sangre. Me preocupaba que le pudiera hacer daño a Lúgh, pues resulta imposible que un humano, por más fuerte que sea, venza a un androide. Sin embargo, con lo que no contaba era con que Canopus me tendiese una encerrona: ¡se dejó ganar por Lúgh! De verdad, Generala Halley, creo que deberías hablar con él para regañarlo, esta situación me supera. ¡Ni siquiera sé en qué posición me coloca!
Andrómeda se detiene, pasmada, cuando su interlocutora comienza a carcajearse sin poder parar.
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El guerrero de Andrómeda.
Science FictionLa gran preocupación del príncipe Lúgh es complacer a sus padres, los reyes de Taranis. Por este motivo debe elegir esposa entre las numerosas candidatas que ellos, desesperados, le ponen a diario debajo de la nariz. Quizá si le hubiesen contado...