FINAL. 17. LÚGH. Visita a Taranis.

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  Cuando Andrómeda, la Capitana Halley y yo nos desatomizamos sobre la superficie de Taranis, me inunda una sensación ambivalente

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  Cuando Andrómeda, la Capitana Halley y yo nos desatomizamos sobre la superficie de Taranis, me inunda una sensación ambivalente. Reconozco como mío el lugar, pero al mismo tiempo lo veo con ojos más experimentados. Como si algo dentro de mí hubiese evolucionado y ya no fuera la misma persona. Los nuevos planetas en los que he estado, los secretos del Universo que me han enseñado Canopus y Andrómeda y mi nuevo estatus como tripulante de la nave han operado un gran cambio dentro de mí. Porque sí, el concejo se ha mostrado magnánimo y ha accedido a todo lo que pedíamos, incluso a que se nos incorpore Polaris, una androide chica, a nuestro pequeño grupo, para alegría de Canopus: antes de despegar ya eran novios. ¡Y decían que yo había ido demasiado rápido!

  De hecho, en estos momentos él y Polaris están en el castillo de mi familia, en plena capital, explicándoles que el hijo perdido durante dos años pretende hacerles una visita. Me he reído mucho al contemplarlos ataviados a nuestra moda, con vestido largo ella y él con ropa de guerrero. Era imposible que este encuentro se produjera encontrándose ambos con pieles espaciales. ¿Cuál será la reacción del rey y de la reina cuando les comente que no son humanos? Pensándolo bien, he visto más humanidad en Canopus que en todas las personas que he conocido hasta ahora, exceptuando a Andrómeda y a la capitana.

—Debemos ir ahora mismo. —Se impacienta Halley.

—Sí —acepto, lanzando un suspiro—. ¡Vamos allá!

  Tampoco consigo acostumbrarme a verlas a ellas dos tan recatadas con sus ropajes de gala en tonos pastel y mantos a juego. Aunque debo reconocer algo: Andrómeda es hermosa se ponga lo que se ponga. Pero así, como uno de los míos y con un aplique largo rubio en la cabellera, que hace que el pelo le llegue a las caderas, me vuelve loco y deseo tirarla en un rincón apartado y hacerle el amor hasta caer exhaustos.

—¿Falta mucho? —me pregunta la capitana, llevamos diez minutos caminando por la senda del bosque.

—A la vuelta de aquel recodo se halla la entrada al castillo. —Me río de su impaciencia.

  No le ha bastado hacer de celestina y ahora desea emparejarse con un miembro de mi familia. ¿Habrá alguno que se acostumbre a las mujeres poderosas, igual que yo? Con sinceridad, sería algo positivo para mí, así dejaría de ser el único P1  que ha escalado una posición dentro de la federación.

—Ahí está —pronuncio con orgullo—. Os presento mi antiguo hogar.

  Noto que las dos se impresionan al tenerlo frente a ellas, a pesar de que ya lo han visto desde la nave espacial. Imagino que la diferencia está en que una cosa es ver y otra vivir la experiencia.

—¡Es magnífico, Lúgh! —exclama Andrómeda, maravillada.

—¡Por todo el polvo estelar que hay en el Universo! —Halley abre los ojos como platos—. ¡Si hasta se parece un poco al edificio del concejo!

—Ya ve, estimada amiga. —Sonrío, creciéndome—. Los P1  y los P10.000  no somos tan distintos... Sigamos.

  Llevamos un par de minutos caminando por la entrada principal cuando se nos acerca mi antiguo séquito de guardias.

El guerrero de Andrómeda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora