Celso aprovechó el camino de regreso para pensar. Tenía claro que debía escapar de Ailyne cuanto antes, lo que no sabía era cómo hacerlo. Le mosqueaba que sin culpa alguna había entrado en el ojo de huracán, metafóricamente hablando. Que tenía una reborner en casa, cuando la ciudad bullía, era una de las peores patadas que le daba la vida, y a su trasero no le sentaba bien. Que la única vía de escape pasaba por las tierras que podrían convertirse en su tumba era la guinda del pastel.
Todo lo que estaba buscado se resumía en una sola palabra: paz. Tranquilidad para el cuerpo, armonía para la mente. ¿Y que había conseguido...?
Torció el gesto con dolor ante la visión que le esperaba. Su «complicación» yacía en «su» sofá, vestida con «su» camisa. Ya era dueña de sus cosas, ¿cuánto le faltaba para apoderarse de su vida?
Le extrañó que le sonriera radiante. Le extrañó y le puso el vello de punta. Una mujer que sonreía de ese modo andaba con trucos sucios, quería algo. Le frunció el ceño, dejándole clara su respuesta. Cara de ángel, cuerpo hecho para el pecado y personalidad de niña mimada no eran atributos que un hombre con cabeza se apresuraba en aplaudir. Cualquier otro reborner significaba problemas, ella era una bomba con el reloj estropeado. Una que, lo más probable, explotaría en su cara.
—Te he traído ropa. Espero que sea tu talla —dijo, tirando las bolsas en el suelo, al lado del sofá.
Ailyne pasó de su evidente mal humor. Abrió los paquetes, desplegó las prendas y las admiró. Había un vestido veraniego sin mangas, de color blanco con grandes flores rojas, un pantalón corto verde a juego con una camiseta de dibujos, un chándal oscuro, unos pantalones iguales a los que él llevaba y tres pares de lencería. Calcetines, deportivas y unas sandalias cómodas, pero bonitas, venían al final.
—Gracias —musitó, pensando en cuál se probaría primero. Hizo ademán de quitarse la camisa que llevaba, pero se detuvo ante la mirada de Celso—. Supongo que deseas que me los pruebe en privado.
—Será mejor —masculló él, desapareciendo en la zona de comer.
Ailyne se tomó su tiempo en maravillarse por las diferencias de corte, textura y de gama cromática. Le encantaban todos y los colores le sentaban de maravilla, aunque la prenda que el astray llamaba «vaqueros» le apretaba tanto los muslos que le impedía la circulación de la sangre.
El astray la dejó saltar en su único pie bueno hasta el salón, sin hacer ademán de ayudarla, y Ailyne reconoció apenada que echaba de menos la seguridad de sus brazos. No comentó su nuevo aspecto, pero no necesitaba su aprobación para saber que lucía lo mejor que se podía en las condiciones dadas. No entendía por qué la miraba diferente, como si su presencia de repente le molestara. Sospechaba que se preocupaba por las posibles complicaciones. Ya tenía pensado un modo de recompensarle cuando acabase todo, pero no tuvo oportunidad de informarle. En cuanto se sentó, le gruñó:
—Tengo un amigo que quizá podría ayudarte a regresar a Reborn. Le envié un mensaje, espero su respuesta.
—Gracias —contestó Ailyne, su educación impidiéndole torcer el gesto aunque le irritó que él se moviese tan rápido como si quisiera escapar de ella. Hubo silencio unos segundos, y luego preguntó—: ¿Crees que podrías enseñarme algo de Stray en el tiempo que vaya a estar aquí?
—¿Qué deseas conocer? —Celso se interesó receloso, haciendo memoria de la última conversación.
—Soy bibliotecaria, ¿sabes? —le informó ella—. Tengo acceso a los archivos antiguos que nos enseñan cómo era el mundo antes del meteorito. De lo que sabemos sobre vosotros, no habéis evolucionado mucho, no podríais haberlo hecho sin los recursos necesarios. Hay ideas que incluso apuntan a una involución. Me gustaría poder formarme una opinión realista.
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DUAL [ganadora #Wattys 2017 ]
Ciencia FicciónHISTORIA COMPLETA ...................................... Desde su programado nacimiento en Reborn, Ailyne Varper ha cumplido con normas precisas. Soñar no le está permitido, pero no necesita hacerlo. Su realidad es de ensueño. Una realidad de pe...