Capítulo 35

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Celso escuchó primero el ruido que empezó con el sonido pausado de detonaciones. Se percibía apagado pasando por el filtro de los muros de piedra. Seguro de que se equivocaba y lo que se oía no podían ser explosiones, se levantó de la cama, se acercó a la puerta y agudizó los oídos. No, no se equivocaba. Una vez... pausa... dos veces... pausa... el suelo tembló bajó sus pies y Ailyne gritó.

—¿Qué pasa?

—No estoy seguro. Parece que la tierra está bajo asalto.

La siguiente descarga explotó más cerca. La onda de choque hizo vibrar las paredes con tal violencia que sus oídos se taponaron. Celso se tambaleó, plantó los pies en el suelo para estabilizase y cogió la mano de Ailyne.

—Mi padre —dijo ella.

—Si es él, esperemos que su ejército sepa orientarse y no confunda los objetivos. Si no, nos pillará como en medio de una ratonera —replicó medio divertido y mucho más preocupado.

El sonido de pesados pasos corriendo se escuchó desde el corredor y su atención fue desviada hacia ese lado. Celso empujó a Ailyne a su espalda en cuando vio a Vank avanzando con determinación.

—Mira quien nos visita —masculló, apretando los dientes—. Deberías haber avisado. Habría puesto la cerveza a enfriarse. ¿Te has fugado de la lucha? No me extrañaría que además de traidor seas un cobarde.

Vank se quedó cabizbajo y abrió la puerta, manteniéndose fuera.

—Vamos —dijo levantando la mirada.

Celso se quedó atónito por una fracción de segundo. Percatándose de que no le esposaba las manos, arregló su falta de inmediato. De un solo paso largo se lanzó hacia adelante, encontrándose cara a cara con su pesadilla personal. El rugido salió de su pecho al mismo tiempo y con la misma velocidad que el movimiento de su puño que paró su recorrido en el maxilar de Vank.

—¡Te mataré, cabrón! —gruñó salvaje, sintiendo los huesos desplazándose bajo sus nudillos.

El cuello de Vank dio un giro forzado hasta la pared de piedra y su cabeza impactó contra la roca. Sin hacer caso al agudo sufrimiento, levantó las palmas en señal de paz. Se pasó la lengua por el interior de la boca y contó los dientes, respirando aliviado al encontrarlos a todos.

—Espera...

El segundo golpe lo cogió sin aire en los pulmones y le envió atrás el estómago, pegándolo a la columna vertebral. Siseó como un tren con el motor a base de carbón y se dobló de cintura en el esfuerzo por respirar.

La resonancia de la explosión se escuchó tan claro como si hubiera estallado en sus oídos y la tierra se sacudió de nuevo bajo sus pies. La mesa cedió, cayéndose de un lado y la puerta chirrió, desplazándose hacia el otro.

Ailyne se estremeció y se cubrió las orejas con las palmas.

—Si me dejaras explicarte —logró decir Vank, antes de que su nariz explotara bajo la presión del tercer puñetazo. La cabeza se le inclinó hacia atrás con tal violencia que escuchó la protesta de las vértebras del cuello. El dolor se disparó en su cráneo y la sangre corrió caliente por su rostro.

Se dejó caer de rodillas, apoyando las manos en el suelo. La sangre goteó sobre la roca, pero lo dejó pasar. Celso no pararía hasta que no lo viera derrumbado. Quizá ni entonces. No lo culpaba, pero debía explicárselo antes de encontrarse en la imposibilidad de hacerlo. Recuperó la respiración y habló lo más rápido que pudo.

—No tenemos tiempo. Tenemos que irnos ya.

—Si te imaginas que voy a ir a algún sitio contigo estás flipado, tío —replicó Celso, acercándose tanto que Vank pudo ver la punta de su bota y no apostaría a que no iba a detenerse en su boca.

DUAL [ganadora #Wattys 2017 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora