Capítulo 11

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—¿Qué mierda te ha pasado? —preguntó Vank al ver que Celso tenía los ojos inyectados y la tez pálida—. ¿Tienes resaca o estás enfermo?

—No. Solo estúpido —gruñó, dirigiéndose a la nevera.

Su amigo lo siguió con zancadas largas, haciendo muecas a su espalda.

—¿A qué vino el mensaje críptico? Me costó escaparme, pero decías que tienes problemas.

Celso le ofreció una cerveza y tomó un trago de la suya. Sabía más amarga que de costumbre.

—Sí —reconoció—. Tengo un problema —dijo, haciendo hincapié en el artículo singular del substantivo.

—Suéltalo, tío. No esperes a que te lo saque a la fuerza.

—Tengo un reborner aquí.

Vank pestañeó varias veces. Al momento, su cara se contorsionó en una máscara de incredulidad y furia.

—¿Estás loco? —vociferó.

Celso puso el dedo índice sobre sus labios, indicándole que debía bajar la voz. Ailyne se encontraba en su habitación, pero echó una mirada al salón para asegurase de que no hubiera salido sin darse cuenta.

—No es que lo buscara —le explicó a Vank, susurrando gruñón—. Sabes lo que pasó con el buque. La encontré cuando trabajaba, medio muerta.

—¿La encontraste? ¿Es una mujer? —Vank bajó el tono de voz, pero su cólera no siguió la misma dirección—. Por eso no la denunciaste. Te quedaste embobado por una falda, como siempre.

—No por eso. —Aunque embobado estaba, tenía que reconocerlo—. No se lo merece, tío. Es una persona.

—Es una reborner. Ellos te harían lo mismo a ti y a cualquiera de nuestra ciudad. ¿Qué piensas hacer?

—Necesito ayuda para que regrese a Reborn.

—¡Y una mierda! —exclamó Vank. La cerveza que procuraba tragarse cuando escuchó a Celso le salió por la nariz. Tosió, acusándolo con la mirada—. ¿Te das cuenta de lo que me pides? Las calles bullen de agentes, las montañas de patrullas, es imposible pasar hasta una mosca.

Se detuvo al escuchar el clic de la puerta abierta y miró a Ailyne que salió del cuarto en dirección al salón.

Celso quiso contestarle, pero su cara blanca e inmóvil como una pared de yeso lo hizo cambiar de idea.

—¿Qué pasa? —inquirió. Sabía que Ailyne podía dejar una impresión fuerte a primera vista, pero no para tanto.

—¡Imbécil! ¡Estúpido! —Vank le empujó en el pecho, pegándolo a la nevera, pero habló en voz baja—. ¿Tienes idea de quién es esa?

—Se llama Ailyne y es bibliotecaria. Es todo lo que sé de ella —contestó sin entender el porqué de su ira.

—Se llama Ailyne Varper. Sí, los mismos Varper, los fundadores de Reborn —farfulló, casi escupiéndole.

—Oh... —Celso se quedó con la boca abierta mirando de uno al otro a la espera de que su amigo se equivocara. Cuando no recibió la negativa, se recompuso e insistió—. ¿Qué vamos a hacer?

—«¿Vamos a hacer?» —se burló Vank—. ¿Por qué me metes a mí en esto? No quiero saber nada.

—Vamos, no tengo a nadie más que pueda ayudarme.

—No soy Dios, chiflado. ¿Qué esperas de mí?

—Estoy arrinconado, tío —suspiró Celso—. No puedo dejarla a merced de la suerte. La pillarán en cuanto dé dos pasos y tú sabes que la guerra empezará antes de que cierren la puerta de su celda.

DUAL [ganadora #Wattys 2017 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora