Capítulo 6

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Quiero escuchar tu voz gritando en un mundo mejor, quiero encontrarte a ti sonriendo a la vida si no te sonríe ella a ti. Dime, niña de ojos tristes, recuerdas aquel viejo barco que tanto quisiste, donde tú y el mar hablaban de libertad, de una escalera a la luna quizá, de un mundo que no deje nunca de hacernos soñar.
Un mundo mejor - La Oreja de Van Gogh

En el último semestre de la preparatoria mi profesora de Psicología nos dejó un proyecto sobre nuestra música favorita. Era la peor psicóloga que he conocido en la vida, pero debo reconocer que este proyecto me gusto bastante. Teníamos que imaginar que nuestra banda o artista favorito nos pedía que compusiéramos una canción para que ellos la cantaran. No te mostraré mi canción por qué la guardo para la persona correcta, jajaja ya se, ya se, es muy tonto y cursi pero tal y como canta Amaia "no importa si es muy tonto soy así", pero te contaré que la titulé "Las canciones que no te dedique". Aunque si no me he casado para cuando La Oreja de Van Gogh anuncie su gira de retiro, seguramente les enviaré mi canción, quien sabe, quizás les guste y la canten. En fin, también  teníamos que elegir nuestra canción favorita de ellos y escribir por qué lo es. Y exponer frente a la clase la historia de la banda o artista que elegimos y el como la conocimos y se volvió nuestra favorita.
Según ella la música que escuchamos puede decirnos mucho acerca de nuestra personalidad, nuestros gustos, nuestro pasado y nuestros sueños. Por lo que dicen las canciones, el ritmo, las melodías y el género al que pertenecen. No estoy completamente seguro de ello pues no lo he comprobado con muchas otras personas, pero puedo asegurarte que tiene un poco de verdad conmigo. Lo más extraño es que he vivido muchas de las situaciones que expresan las canciones de mi banda favorita. Y quizás peor aún, he actuado conforme a ellas. Supongo que cada quien tiene una especie de manual de vida. El mío es La Oreja de Van Gogh y Amaia Montero.

Mi padre tenia una vieja grabadora que mi mamá usaba cada mañana para escuchar las noticias antes de irse a trabajar. Juan Carlos insistió en querer escuchar el disco y a pesar de las pocas ganas que yo tenía acepte. La primera canción que sonó la cantaba una mujer y un hombre que decían que eran la pareja ideal. No sabía lo que era una pareja y mucho menos que era lo ideal, pero sonaban bastante enamorados. La siguiente canción en sonar lo cambió todo.
Fue la primera vez que escuche la voz de Amalia Montero "El tiempo a pintado las calles del mismo color, y tú te defiendes del hambre con una sonrisa y amor, los techos parece que miran pidiendo perdón y todo comienza a bailar cuando ya no vigila el sol" No se realmente que fue lo que me atrapó de esa canción, quizás fue la hermosa voz acompañada de enojo e impotencia, quizás el ritmo, o quizás algo mágico entro en mi. No lo sé, pero mi vida adquirió un nuevo hilo en ese momento y hasta la fecha de hoy en día sigo escuchando  su voz cada día. Muchas veces las canciones que mueven tu cuerpo y tu corazón surgen de los lugares menos pensados, quizás  en el transporte público, en la radio del automóvil de alado, en una fiesta, en un bar, en el puesto de tamales o en una caja de cereal. La música mueve hasta el cuerpo más tieso.  Quería saber cómo se llamaba esa canción, tome la caja del disco y mire el nombre de la segunda canción.
—Un mun-do me-jor La Ode-ja de Van Go—leí en voz alta.
No podía pronunciar la letra R correctamente así que al decir alguna palabra con R intermedia sonaba más bien como una D. Eso nunca había sido un problema en el kínder.
—Ahí dice Un mundo mejor La Oreja de Van Gogh—dijo corrigiéndome para reír después.
—¿Por qué te ríes?—reproché.
—Jajajaja es que lees como gangoso—dijo.
—Apenas estoy aprendiendo— me defendí —¿Tú lees muy bien?
—Si, claro. ¿Quieres que te lea algo?—dijo con seguridad.
—Si—dije.
—Vale, mañana te traigo una canción  que aprendí y te la leo.—contestó.
—Está bien—dije. Estaba emocionado pero trate de demostrarlo, nunca me habían leído una canción No sé por qué muchas cosas tan simples y sencillas pueden emocionarme incluso hoy. Un dulce, un lapicero, una plumilla de guitarra, un encendedor, un separador, una pulsera, incluso que me de su último limón en el puesto de tacos podría emocionarme. Las cosas más simples y bobas son aveces  las más valiosas cuando vienen de esa persona.

Dejamos que el resto de las canciones sonaran mientras él y yo nos acostamos sobre sobre mi cama, no hablábamos solo nos mirábamos. Estábamos muy cansados, podía  sentir su respiración frente a mi. Sonrío y nuevamente tomo mi mano entrelazando sus dedos con los míos, lentamente se fue quedando dormido. Lo observé durante unos minutos hasta que ya no pude más.
—Quédate aquí hasta mañana—susurré. Y el sueño se apoderó de mí.
Cuando desperté Juan Carlos ya no estaba, la música ya no sonaba, tenia mi pijama puesta y estaba envuelto en cobijas. Debía ser de madrugada pues toda mi familia dormía y estaba totalmente oscuro. Abracé mi almohada imaginando que era él.

Barcos De PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora