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Un líquido transparente colgaba sobre la comisura de sus labios una vez más; sus brazos estaban extendidos a lados contrarios, su boca se encontraba abierta y espasmos que le provocaban un molesto dolor recorrían por todo su cuerpo.

Una vez más...

Sus ojos le ardían, aquellas gotas de agua finalmente se habían secado luego de varios minutos. Aun así cuando los recuerdos volvieron a apoderar su cabeza soltó un lastimero gemido, sollozando.

Había arruinado las cosas una vez más. Logró que YuGyeom se tropezara con la misma piedra, no le permitió avanzar; lo llenó de ilusiones, de palabras bonitas y promesas vacías para hacerle volar... Para cortarle sus alas y verlo caerse millones de veces más.

«Sinceramente no sé si quiero seguir con esta mierda», fue lo que YuGyeom le había dicho hace unos días.

Era tan patético.

Moviendo las extremidades de su cuerpo con cansancio, intentó erguirse en su lugar. Rápidamente, como un reflejo, su mirada se dirigió a las fotos que se encontraban desparramadas en el escritorio, despedazadas. Fotos llenas de memorias difumadas, de él y YuGyeom. Sintiendo una opresión en su pecho se preguntó por qué siempre tomaba malas decisiones.

De repente, ahogado en el sufrimiento, recordó cuando YuGyeom le habló por primera vez. De ninguna manera había sido especial, ya que YuGyeom se había chocado con él al principio de las clases, y sólo disculpándose se despidió con la excusa de que iba tarde. Él, JinYoung, estaba con la paciencia colmada y ese momento hizo que el vaso rebasara. Así que cuando se volvieron a encontrar JinYoung le propinó un leve golpe en la frente.

Poco a poco habían empezado a conversar con frecuencia (más que nada por insistencia de YuGyeom). Sin percatarse cuándo, cómo ni en qué lugar, se volvieron inseparables.

Todo sucedió de manera tan imprevista por lo que JinYoung no había tenido idea de cómo reaccionar cuando YuGyeom confesó tener sentimientos hacia él.

A partir de allí, él... JinYoung comenzó a fingir que sentía; riéndose de cosas que no le hacían ninguna gracia, profesando sentires que YuGyeom jamás le había provocado, pretendiendo que el pánico no le apoderaba al darse cuenta de que nada funcionaba.

Él se había propuesto a consumar todo. Claro que lo había hecho... Sin embargo, a pesar de todo, YuGyeom era importante para él. No soportaba verlo de ese modo, tan roto, tan desolado y decaído. No pudo ser capaz de aguantar ni dos semanas para, de nueva cuenta, transformarse en un mentiroso; para volver a YuGyeom, llorando a mares, gritándole que todo lo que le había mascullado ese día eran farsas, que lo quería, que lo amaba demasiado, que era la persona más preciada que tenía en su vida.

Joder, es que aquello había ocurrido tantas veces... Era obvio que YuGyeom se cansaría en cualquier instante. Entonces, ¿por qué se sentía así? ¿Por qué dolía tanto?

La amargura estaba instalada en su pecho y en sus labios agrietados, y la verdad que le había gritado YuGyeom esa noche no dejaba de rondar por su mente.

«¿Te has dado cuenta? ¿Has podido siquiera notarlo? ¡Has estado burlándote de mí todo este tiempo! Jugando conmigo, así... Yo creí que...», en ese segundo fue cuando la voz de su mejor amigo, de su novio, de su todo, se había roto. Como un último suspiro le susurró que «siempre arruinas todo, hyung. De alguna manera siempre encuentras la forma de dañar todo lo que hay a tu alrededor. Y estoy harto de ello... Ya me he cansado de ayudarte, hyung. Ha sido un error creer que...»

Él en ese instante quiso exclamarle hasta quedarse sin voz que sí, que lo había hecho. Que solamente gracias a su ayuda pudo amarlo. Que cada pequeña acción de su parte, que los empujones en las mañanas, que entrelazar sus manos, que los fin de semanas de películas, que las noches en vela charlando, que los besos y las sonrisas de YuGyeom lo...

Pero era tarde. YuGyeom merecía ser libre, no tenía por qué soportar su jodida carga.

Parándose delante del espejo del baño contempló su brazo derecho abarrotado de pinchazos. Y es que definitivamente era una pérdida de tiempo y... YuGyeom no debía enterarse, jamás.

Con el salado sabor de sus lágrimas llegando a sus labios, apretó sus puños y lo llevó hacia el sucio espejo. Los cristales lo lastimaron, pero ya no importaba. Ni eso, ni el mareo que empezaba a hacerse más intenso a cada segundo transcurrido.

Cuando el piso bajo sus pies y todos los objetos que estaban a su lado comenzaron a temblar, supo que ya era tarde.

«Realmente había conseguido amar a YuGyeom... Ah, es una lástima...»

Y cuando fue aplastado y la obscuridad reinó de él surgió una última sonrisa, por y para YuGyeom.


. . .

esto va especialmente para ti, Lit, pero no sé tu usuario.):

If yoυ do(n't care),, jingyeomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora