Día 5: Tempestad

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Cuando Emma abrió los ojos, estaba sola. Clay había abandonado su camarote. Entonces se incorporó y vio un trozo de papel doblado en dos dejado sobre la almohada. Lo cogió y lo leyó: «Nos vemos a lo largo de la mañana. C.» Emma sonrió y volvió a doblar el papel, que metió dentro del cajón de su mesilla de noche.

Entonces se levantó y frunció el ceño: algo no encajaba...Recorrió la estancia con su mirada antes de centrarla en la ventana. Abrió las cortinas y se asombró al ver inmensas nubes grises en el cielo. Era extraño cuando desde el comienzo del viaje se había acostumbrado a despertarse con los rayos del sol dando en su cama.

«¡Vaya...!» la gente se iría al casino o al gimnasio...Emma adoraba las tormentas, quedaba fascinada por los rayos y truenos. Así que sin vacilación cogió una mochila en la que metió su Ipod, se puso unos short vaqueros y una camisa de manga corta anudada en la barriga.

Se colocó los auriculares en sus oídos y salió del camarote.


«Capitán, ¿noticas?»

«La tempestad llegará antes de lo previsto»

«¿Su fuerza?»

«Nada peligroso para el barco, pero las olas podrían ser altas»

«¿Cómo se perfila el horizonte?»

«Agitado. Habrá un fuerte oleaje»

«Será mejor que ponga al corriente a los pasajeros» dijo Regina

Detestaba cuando un inconveniente como este oscurecía su viaje: las tormentas eran frecuentes en alta mar, la mayoría sin importancia y sin consecuencias para los pasajeros. Pero esta parecía igual de violenta como de fugaz: tenía, gracias a su formación, algunas nociones en meteorología y sabía que este tipo de tormentas llegaba tan rápido como se marchaba. Pero a veces, su violencia podía sorprender y agitar con virulencia el mar.

Entonces Regina cogió el micro y tocó una serie de botones para difundir su mensaje por todo el barco, incluida los camarotes de los pasajeros.

«Mis queridos pasajeros, atravesamos en estos momentos una perturbación que no tendrá ningún incidente en nuestro viaje. Sin embargo, y por razones de seguridad, invito a todos los pasajeros a que no salgan a las cubiertas delantera y trasera de la nave. Quédense en sus camarotes, disfruten del casino, de las piscinas interiores o incluso del gimnasio. No salgan sino solo cuando se vuelva a transmitir un mensaje. Si tienen alguna pregunta, diríjanse al personal que está aquí para servirles y aclararles cualquier situación. Les agradezco su paciencia»

Cortó la transmisión y miró hacia el horizonte...Las nubes se habían vuelto peligrosamente oscuras y cargadas, y de repente algunos relámpagos aparecieron, seguidos de cerca por los truenos. Y en pocos segundos, la lluvia cayó intensamente, nublando la vista.

Sí, Regina detestaba eso. No abandonó la sala de mandos, los ojos fijos en el horizonte: en algunas horas estarían en Hawái con, y eso esperaba, el sol. Mientras, se estaba poniendo nerviosa viendo algunas olas rompiéndose contra el casco, salpicando la cubierta. De hecho, no había peligro, pero Regina no podía arriesgar la vida de los pasajeros.


Emma estaba algo sorprendida por no ver a nadie en la cubierta. La lluvia comenzaba a caer y algunos relámpagos iluminaban el cielo para gran alegría de la bella rubia que se apoyó en la barandilla aspirando ese aire casi eléctrico.

Nunca había tenido la ocasión de encontrarse en la mar durante una tormenta, y nada más que por eso, estaba feliz de hacer ese crucero. Entonces dio la vuelta, dándose de cara con la piscina, y pudo ver entonces algunas olas ascender hasta la altura de la cubierta, cosa que impresionó y sorprendió a la joven.

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