Epílogo

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Regina se despertó una vez más con la sonrisa en los labios: ya no lo contaba, pero cada vez que comenzaba un nuevo crucero, su corazón se henchía ante una ausencia que podía llenar: la felicidad.

Así que, como todas las mañanas, se vistió y, antes de que el barco se alejara de las costas californianas, subió a su cubierta privada y aspiró la ligera brisa marina, dejando que algunos mechones traicioneros revoloteasen. Cerró brevemente los ojos e inspiró profundamente.

Nueve meses...Hacía nueve meses, día más, días menos, que su destino se había cruzado con el de una bella y resplandeciente rubia. Nueve meses que había vivido, en ese mismo barco, el más bello de los cruceros.

Pero como todo lo bueno, tuvo un fin. Y a pesar de la partida de Emma, esta última mantuvo su palabra y Regina y ella habían mantenido el contacto: skype al menos una vez a la semana, sin hablar de los numerosos emails que se enviaban, contándose cualquier cosa, lo más nimio que fuera.

Cada noche, teniendo en cuenta la diferencia horaria, Regina se ponía delante de su ordenador y su corazón se saltaba un latido cuando recibía un email de Emma. Sus manos siempre estaban húmedas justo en el momento antes de un skype con ella, y el estrés seguía siempre inalterable.

Sí, las cosas habrían podido continuar así, pero ella lo sabía, el tiempo había hecho lo suyo y los emails se espaciaron, así como las videoconferencias, a veces por parte de Emma, a veces por parte suya: el trabajo, los imperativos personales...Finalmente, al cabo de cuatro meses de intensos intercambios, las cosas cambiaron y rápidamente, Regina pudo contar con los dedos de una mano los contactos que tenía con Emma a lo largo de un mes...

Y un día, era un martes, Regina lo recordaría con dolor durante toda su vida, envió un email que jamás obtuvo respuesta. Emma ya no estaba conectada y esperó una semana, después dos, pensando que Emma podría estar ocupada, enferma o de misión...Pero se tuvo que rendir a la evidencia: Emma ya no respondería.

Finalmente, tres meses habían pasado desde su último email, tres meses de insoportable silencio antes de que Regina se rindiera: Emma había pasado a otra cosa. ¿No habría soportado quizás la distancia, viendo que no había futuro en esa extraña relación...? ¿Cómo culparla?

Regina misma mantenía en un hilo esa ínfima esperanza de que, un día, Emma apareciera en su barco para pasar algunos días con ella en la mar...Pero era una ilusión creer que podrían lograr mantener tal cadencia...

Así que hacía meses que no tenía noticias de Emma, que apenas comprobaba sus emails con una débil esperanza, pero sin aferrarse demasiado...Ella había hecho su duelo y con mirada nueva y fresca se planteaba ese nuevo crucero, como los precedentes. Había pasado página y aunque el peso aún era duro, cada día se esfumaba un poco más, así como la imagen de la bella rubia.

«Comandante, la esperamos para el discurso a la tripulación»

«Voy» respondió en un suspiro

El día a día había tomado su lugar, y aquel perfecto crucero solo era un recuerdo entre tantos otros.


«Y sobre todo no lo olvidéis...Estáis al servicio de los pasajeros. Ellos os necesitan. Estamos aquí porque creemos en los beneficios de estos viajes, hemos sido testigos de ello más de una vez. Esperemos que la magia obre de nuevo. ¡Todos a sus puestos!»

El discurso siempre era el mismo. Pero a Regina le gustaba esa rutina, eso la reconfortaba en el sentido de que al menos una cosa no cambiaba.

Después, bajó del estrado y dio con Elsa que la recibió con una larga sonrisa.

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