30.

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Taehyung.

Corrí como pude, con toda las fuerzas que tuviera. Me había tardado demasiado en ese discurso, aunque debía hacerlo. Solo pedía a Dios por encontrarlo allí en casa, le debía unas grandes disculpas y tenía que hacer cualquier cosa por él, necesitaba su perdón, estaba dispuesto a todo, esta vez mi corazón si era sincero.

Casi tumbé la puerta al suelo, sabía que si estaba allí, no se encontraría en la planta baja, por lo que subí rápidamente entrando a la habitación y con lo que me encontré me deshizo el corazón. Todo estaba hecho un desastre, lo peor de todo, sus cosas no estaban, se había ido.

Caí arrodillado frente al umbral, las lágrimas comenzaban a aparecer sobre mis mejillas, no sé cuánto tiempo estuve así, pero mis rodillas quedaron marcadas y adoloridas.

Esto no podía quedarse así, debía buscarlo, a como diera lugar. No dejaría que por mis idioteces terminara perdiendo al amor de mi vida.

Me levanté apoyándome en las esperanzas y me dirigí a luchar como mi madre me había enseñado. Conociéndolo, sabía a dónde estaría él. 

Jungkook.

¿Sería fácil olvidarme de él? 

Mi cuerpo no dejaba de danzar y dar vueltas sobre el colchón tratando de sacarlo de mi cabeza, no había querido salir de la habitación más ni siquiera para tomar la cena. Mañana comenzaría las citas con el psicólogo de nuevo, esta vez serían intensivas, no podía vivir con el vacío que sentía, nunca me había sentido tan desmoronado.

De repente unos golpes en la puerta de mi habitación me sacaron de mis pensamientos, se trataba de mi madre. Tomé asiento limpiando mis lágrimas y ella se sentó a mi lado para acariciar mi espalda.

—Hay alguien tocando la puerta que quiere verte.—Murmuró mientras me acomodaba el cabello.—No le he atendido aún porque quiero tu opinión primero.

—¿De quién se trata? —La miré de inmediato y mi corazón se detuvo.

—Prefiero que lo veas por ti mismo.—Dijo ella señalando la ventana con la mirada y sin pensarlo alguna vez, fui directo a esta. Lo vi, lo vi a él.

Causaba tanto en mi de tan solo verlo, mi mirada se entristeció, el dolor se volvió más intenso.

Apreté mis ojos y deslicé mi mano sobre el vidrio de la ventana. —Dile que se vaya, yo... No estoy aquí.—Por más que quisiera abrazarlo, verlo, tocarlo, que me hiciera el amor incluso. No lo permitiría.

—¿Estás seguro? —Aún preguntó mi madre y asentí tragando el gran nudo en mi garganta.

Ella se marchó y yo seguí con la vista perdida en aquella ventana, ocultándome un poco detrás de las cortinas. Pude ver como mi madre lo despedía, él estaba completamente desesperado, sabía que él estaba llorando, sabía que él estaba destrozado, pero yo ya no sabía perdonar. Él no podría repararme como antes.

Mis lágrimas de igual modo cayeron en silencio y me recosté en el suelo llevando las rodillas a mi pecho.

Taehyung.

Necesitaba encontrarlo, lo necesitaba en mis brazos. Sabía que esta noche sería de insomnio y las siguientes igual si él no estaba allí. Pero, mantenía las esperanzas de volverle a ver, iría los días que fueran necesarios. No me cansaría.

Los siguientes dos meses comenzaron a transcurrir. Él nunca apareció en la escuela y nadie más supo si se había transferido a otra u no. Mis notas comenzaron a bajar de nuevo, mi mirada solo se perdía en su asiento, regalándole uno que otro suspiro. Solucioné un poco las cosas con mis amigos y al menos me daban un poco de apoyo, pero no podía dejar de culparlos y mucho menos culparme más a mi mismo por ser un cobarde.

Tampoco logré encontrarle en su casa y su madre nunca quiso decirme dónde podría estar él, por más que le hubiera rogado. Una de esas veces allané contra su casa y corrí por esta tratando de buscarlo, pensando que su madre solo me estaba mintiendo. No fue así, nunca logré encontrarlo.

Nada importaba ya, ni siquiera lo demacrado que yo lucía ahora. No me cansaría por más que eso me aconsejaran las personas, por más que cada día me desgastara un poco más.

Jungkook.

Taehyung no se detuvo, él seguía regresando y yo lo seguía observando por la ventana. El dolor había aumentado estos últimos meses dándome a ver que sin él no podía vivir, simplemente no podía y nadie me sacaría de esa conclusión. Había cambiado a unos siete psicólogos en poco tiempo y ninguno lograba ayudarme, él último solo me aconsejó buscarlo, pero yo me negué.

Era lo mejor para él, era lo mejor para mí. Los dos estábamos demasiado heridos, debíamos dejarnos libres, no se podría mantener un mariposa entre las manos por mucho tiempo o moriría. Él era aquella mariposa, ya yo no era capaz de hacerlo feliz, estaba jodido.

Al ver que el chico no cesaba de venir a buscarme, tomé la decisión de irme a casa de Hoseok por un buen tiempo, no quería que Tae me pudiera conseguir en cualquier momento.

Me gustaría decir que funcionó para mi ese tiempo que estuve allí y que pude calmarme, pero solo lograba tener miles de pesadillas donde él estaba en ellas, donde él me rescataba.

Incluso llegué a darme unos besos con Hoseok, quise permitirle que me amara, quise permitirme empezar una nueva relación a su lado. 

No era lo mismo, ni siquiera sus caricias se sentían igual. No podía dejar de imaginar sus labios aun besando a alguien más.

Una noche me desesperé en demasía y corrí hacía aquél pequeño bosque, donde todo había empezado para nosotros dos. La nostalgia comenzaba a matarme con lentitud mientras elevaba mi mano frente a mis ojos. Aquél anillo permanecía en el dedo anular, llevé la palma a mi corazón latente e imaginé que era su cabeza, escuchando mis latidos como a él le gustaba y preguntando porqué eran tan rápidos o muy lentos, admitiendo que era su sonido favorito, susurrando que lo mantenía vivo.

Solo aquellas estrellas fueron testigo de mis lágrimas, del desastre que había dentro de mí.

Al finalizar el segundo mes había decidido volver con mi madre, para mi sorpresa, él seguía regresando. 

¿Acaso él nunca iba a rendirse?

Negué con mi cabeza y mensajeé a Jin. Habíamos quedado que todos los días saldríamos a algún lugar con tal de no estar en mi habitación encerrado, evitando que Tae pudiera encontrarme.

Taehyung.

Había comenzando a volver a mis tiempos de fiestas, quizás solo quizás eso me calmaría.

Me equivoqué.

Él era como un fantasma, lo veía en cualquier lugar, cualquier esquina, cualquier calle e incluso al lado de mi cama cuándo iba a dormirme. Mi mente era cruel y me daba aquellas malas jugadas, había estado trastornado con esta situación ¿Cuánto más tendría que esperar?

Al amanecer había decidido caminar un poco, hacía ya demasiado frío. Invierno se acercaba de nuevo y sus recuerdos también.

Sus pequeñas manos y su calor era todo lo que quería en este momento, caminar con él viendo aquellas hojas caer y que me hablara de cualquier cosa loca que se le ocurriera, él solía ser bastante espontáneo, sabía como sacarme una risa.

De repente el ruido de unas hojas ser pisadas, me sacó bruscamente de mis pensamientos y al levantar la vista ni yo mismo podría creerlo ¿Sería mi mente de nuevo jugandome una de las peores en todo este tiempo?

Last HeartbeatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora