II

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Bea se estremeció, cerrando detrás de sí la puerta de su habitación en la cual había alojado a Dee. La hermosa y destrozada Dee.  Se sentía mal por ella, porque a pesar de haber vivido una vida dura en su infancia, pudo seguir adelante, y Dee no.  Ella fue forzada, lastimada y drogada de una manera que Bea conocía por medio de su trabajo.  Pero no lo merecía.  Nadie merecía ser tratado como la trataron a Dee.  Cada centímetro de su curvilíneo cuerpo estaba marcado, no había ningún lugar sin pequeñas magulladuras cubriendo su blanca piel.  Y su rostro.  Era para ser admirado, adorado.  Tuvo el impulso demasiadas veces para contarlas de acariciarla y apartarle el cabello que caía en su frente.  Pero no lo había hecho.  La habría asustado de una manera en la que nunca pretendería hacerlo.  Pero fue duro no tocarla, no poner, aunque sea, un dedo sobre su piel, porque cada vez que estaba cerca parecía que era atraída más hacia ella como un imán.

Su cuerpo tembló ante el sensual pensamiento de volver a tenerla casi pegada a ella. No había podido resistir la tentación de sentarse junto a ella en la cama y demostrar que no era ninguna amenaza. Y Bea sabía que Dee lo había notado. Dee había notado cuan sincera era con su preocupación y afecto que sintió cuando entro en la habitación. Y le encantó poder tener una pequeña parte de su confianza, por tan mínima que fuera.

Bea caminó por el pasillo y bajó las escaleras hacia la sala de estar de su pequeña casa de paso, la cual no había tenido que usar hacía varios años. Las cuestiones laborales la llevaban a todos lados, y este era uno de los puntos de descanso que ella tenía para cualquiera de su equipo, y viceversa. Se arreglaban de ese modo y nadie discutía o se quejaba. Si necesitaban un lugar cercano y alguno del equipo tenía uno de sus hogares libre cerca, podían usarlo tranquilamente luego de avisar. Y eso era lo mejor, porque ya sea por trabajo o descanso o el simple hecho de estar en peligro y tener que esconderse, era la mejor solución. La compañía se asegura de que todos estos lugares tuvieran un equipo de alta seguridad, con equipos de la mejor calidad que el dinero pudiera conseguir y una ubicación que ni en los mapas de internet se encontraban fácilmente.

Por lo que, Bea se relajó al pensar que Dee estaba segura allí por el tiempo que necesitara su recuperación. Luego, la llevaría a su casa. Su hogar principal. Aquel al cual volvía siempre luego cada rescate.

Se apuró por las escaleras. Había llamado a su equipo justo antes de subir la sopa para Dee, dándoles simplemente un mínimo de información que requerían para traer más material. Sin embargo, no dijo mucho sobre la situación porque en ese momento no había sabido nada. No hasta que hubiese hablado con Dee. Y ahora que lo hizo, estaba nerviosa y se sentía apurada en sacar todo lo que tenía dentro. Lo que le sucedió a Dee le afectaba como ningún otro caso lo había hecho. Y este en particular, para ella, no se trataba de un "caso". Esto era... otra cosa. Algo extremadamente diferente. Bea lo sentía diferente.

Sus amigos y compañeros de equipo se encontraban de pie en la sala de estar, sus cuerpos elevados por encima de ella, con todos ellos midiendo más de uno noventa. Sus cuerpos llenaban en exceso el espacio minúsculo de la habitación, pero nada importó. El cariño que sintió al verlos apareció, pero rápidamente fue sustituido por la preocupación. Y todos se dieron cuenta, por lo que no se molestó en ocultarlo. Les hizo señas para que se sienten en los sillones esparcidos por la sala, y no supo cómo, pero tres cuerpos entraron en el sofá más grande y los otros dos en los individuales. Douglas Kehler fue el primero en apoyar su gran espalda de Hulk en las cómodas almohadas decorando los muebles antes de mirar hacia Bea con gran curiosidad y preocupación.

Campbell O'Hurn, por otro lado, se mantuvo tan frio y calmado como siempre, sin nada que pudiera afectarlo. Era tan tranquilo que en realidad preocupaba. Su postura relajada intimidaba y su semblante duro e impenetrable tan solo... hacia que las personas le temieran. Y por supuesto, su falta de habla lo empeoraba todo. Y ni hablar de su carácter. Joder, cuando hablaba no decía cosas bonitas.

Protégeme {Tate Group Rescue #1} TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora