III

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Luego de lavar los platos sucios mientras escuchaba a Dee caminar por la habitación, la escayola en su pierna haciendo un ruido lo suficientemente alto como para que Bea lo escuchara, se sentó en uno de los sofás de su sala de estar. Una taza de café en mano y millones de cosas en las que pensar.

Le fascinaba su inquilina y lo sabía demasiado bien. No sabía cómo ni por qué sucedió tan rápido. Sentirse atraído, no solo físicamente, hacia una persona no era muy común en la vida real. Aun menos para Bea. Pero así se sentía y no podía negarlo ni, aunque la apuntaran con una maldita arma.

Jamás se había sentido de esa manera. Fascinada ante la belleza natural de alguien u obsesionada hasta el punto de no poder sacarla de su cabeza. Si bien Bea había tenido muchas citas y encuentros rápidos con mujeres a lo largo de los años y sus viajes de rescate, en ningún momento se encontró tan emocionada ni ansiosa por besar a una mujer. Y ni hablar del hecho de contenerse a hacer lo que su cuerpo más deseaba. Pero, sin embargo, con Dee lo hacía. Detenía todos sus instintos carnales de agarrar su rostro y estampar sus labios a los de ella. E intuía que no sería como ningún otro beso con alguna otra mujer. Sería incluso mejor, más pasional, con los sentimientos a flor de piel y una sensación de calidez combinada con una electricidad magnética que las uniría aún más. Se imaginaba que aquello sería perfecto si fuera a pasar. Tan solo... no sabía cuándo.

Pretendía darle tiempo para similar todo. En su situación uno necesitaba apoyo para terminar de caer en la cuenta de que nada era un sueño y que de verdad ha salido de las pesadillas que tuvo que pasar. Y Bea sabía que aun Dee no pudo asimilarlo por completo. Quizá todavía pensaba que era un sueño, probablemente uno de los mejores, pero aun así un sueño que la alejaba del horror durante unos segundos.

Pero nada de lo que estaba pasando entre ellas, esa casi palpable conexión que las rodeaba cada vez que estaban en la misma habitación, era un sueño. Era extraño, pero a la vez estupendo y magnifico sentir la atracción que puede haber entre dos personas prácticamente desconocidas entre sí. Pero un tipo diferente de atracción. No es esa de "Me atraes y quiero solo follarte para sacarte de mi cabeza". En realidad, en ningún momento se le ocurrió a Bea que sería algo de una sola vez. Creía que ni bien tocara esos espectaculares labios sensuales, ligeramente secos y partidos por todo lo que sufrió, ella se convertiría en adicta a tocarla, a pasar el rato con ella y estar a su alrededor como si fueran sus últimos momentos juntas. Ella pasaría de ser la Bea de siempre; fría, calculadora, concentrada en su trabajo; a convertirse en una mujer completamente diferente; cariñosa, tímida y vergonzosa. Solo. Con. Dee.

Y eso también era completamente nuevo para ella. El único cariño que recibió en su infancia y adolescencia fue la que le daba la oscuridad de la noche junto a los días silenciosos en los que extrañamente se encontraría el remolque en el que vivía junto a su madre, y el apoyo de sus amigos. Bruce, Caden, Duncan, Douglas y Campbell, y aquel hombre que más apreciaba por haberla ayudado cuando lo necesitaba, siempre estuvieron con ella, en las buenas y en las malas a pesar de que estas últimas fueran más frecuentes. Los desastres en toda su vida predominaron y la marcaron con el pasar de los años. Pero agradecía aquello, porque sin esas experiencias nunca se habría convertido en la mujer que era ahora, completamente leal, independiente y fuerte, con unos amigos por los que daría su propia vida si fuera necesario. No tendría tampoco el trabajo que le dejaba la conciencia limpia con cada rescate, ni tampoco tendría un gran trabajo estable ni su propia empresa compartida con las personas que amaba y eran consideradas su familia. Su real familia.

No había casi nada en su vida pasada relacionado con el cariño, en realidad. Siendo sincera consigo misma, su consuelo lo recibía cuando la noche de su madre terminaba y todo quedaba en calma, o aquellas mañanas en las que se despertaba sola, acurrucada aun en su lugar debajo de la mesa. El dinero en su casa rodante nunca duraba más de un día y medio, por lo que ella solo tenía un colchón en el suelo, en la única habitación del lugar. Dormir en el mismo lugar que su madre era por completo una de las peores cosas que un niño desearía. Más teniendo una madre como la de Bea, una drogadicta enferma adicta al sexo loco con extraños. Adoraba, al parecer, convertir su diminuto y destruido lugar en un prostíbulo. Tanto que lo decoraba con cosas insinuantes, color rojo pasión y negros. Y por supuesto, el dinero que ganaba lo utilizaba para esas decoraciones innecesarias, su abastecimiento de droga y alcohol, y apenas dos cajas de arroz o fideos para que su hija, la pequeña Bea, pudiera sobrevivir. Y si no fuera por la solidaridad de un buen hombre como lo fue su director de primaria y su hermano, quien fue el primero que la ayudó, nunca hubiera ido al colegio.

Protégeme {Tate Group Rescue #1} TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora