Segundo día - Trampa

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Me quedo congelado ante la situación. La criatura ya estaba en rango visual y se trataba nada más y nada menos que un cachorro de lobo. Muy similar al que había visto al inicio de mi aventura. El cachorro me huele por todos lados y comienza a dar pequeños saltos y a mover su cola, señal que rápidamente interpreta el maestro de arco que se encuentra a lo lejos. Bajó la guardia y rápidamente aviva un poco de fuego que tenía frente a él. Escucho un silbido suave, el cual el cachorrito de lobo interpreta de manera sagaz. Empieza a emitir un aullido suave y amigable y comienza a correr y a volver. Como si quisiera que lo siguiera, y eso hice. El cachorro camina a su amo con impaciencia, pero no me perdía el rastro, supongo que lo hacía para no defraudarlo. A esas alturas la inteligencia de ese cachorro me había abrumado. Camino al Arquero mirando a todos lados, no veo a nadie más con mi hechizo así que me sentía un poco confiado. Llego donde el Arquero y veo a una persona sentada. El cachorro se acerca a él y este le da un premio, un pescado entero el cual se pone a comer al lado de la fogata. Me mira y se acerca para saludar un hombre de unos 1.70, delgado y con una larga trenza. Cubre casi la totalidad de su cabeza con una pañoleta y usa una bufanda que cubre casi la totalidad de su boca y la nariz. Solo para revelar un par de ojos faltos de ánimo y esperanza. Mi nombre es Sagaíl ¿el tuyo? – Me habla una voz baja y desanimada – Soy Danielzimcoy. – Le digo mientras estrecho manos – Siéntate, ¿te puedo ofrecer un pescado? Lo he cazado hace unos minutos. – Me ofrece de manera muy hospitalaria – No gracias – Le contesto – Si hay algo que odio en esta vida es el sabor del pescado. Traje algo de comida desde el hospedaje de Anedúl, pero no tengo hambre aún. ¿Quieres algo tú? Llevo mucho tiempo sin comer algo que no sea cazado – Dijo un algo desanimado Sagaíl – Pero me veo en la necesidad de rechazar, te puede servir para más adelante. Sagaíl, el misterioso arquero que a pesar de su apariencia parecía una persona agradable. Transmitía algo de miedo al hablar pues su tono de voz era extraño y a veces monótono. Me conversaba que estaba en el lugar para cazar a la Arpía de la niebla, la criatura que causaba esta anomalía en el cajón del fantasma. Asesinas a la Arpía y le arrancas sus garras para venderlas a los herreros de la ciudad – Decía con un tono de voz que daba algo de miedo – Luego arrancas una particular pluma de su cola, una pluma que tiene tonos de verde y rojo sangre. Esa pluma es la prueba de que la asesinaste. En el gremio de cazadores pagan una fortuna por esa pluma, por eso estoy aquí. Y cuando asesinas a la Arpía ¿la niebla se va? – Pregunto con curiosidad – Sí, pero solo por un par de días o a más tardar cinco – Contesta Sagaíl – Cuando una de sus crías asume el mando de la parvada la niebla regresa. Sagaíl parecía ser una persona muy inteligente y yo tenía un racimo cargado con jugosas preguntas por hacerle, aquellas preguntas que no pude hacer a la maga herida.

¿Cuánto llevas aquí?

He dormido 278 noches.

¿Puedes interpretar eso en semanas o meses?

No. Desde que estoy aquí no he conocido a nadie que agrupe los días. Sólo sé que en la estación fría ilumina un sol durante algunas horas. Me parecía familiar y no pude evitar sentirme aterrado cuando vi emerger un segundo sol en la estación primaveral.

¿O sea que ahora estamos en primavera?

Efectivamente. Empezó hace 39 noches.

¿Recuerdas algo de tu pasado?

No mucho. Recuerdo haber vivido en altura, recuerdo que me gustaba la historia e incluso recuerdo algunos nombres.

En ese momento el Arquero mira a su alrededor, para notar que su cachorro de lobo no se encontraba por ningún lado. ¿Dotalmeister? – Se pregunta Sagaíl alarmado – Acto seguido, el singular Arquero lanza un silbido de llamada de atención, a lo que el cachorro a lo lejos contesta con un gruñido peculiar. Lo que encontró puede ser malas noticias – Dijo Sagaíl – A lo que inmediatamente encendí mi Fuego Fatuo para saber dónde se encontraba el pequeño lupo. Venía trotando a nosotros arrastrando algo en su hocico, algo que mi Fuego Fatuo no podía detectar. Ha de ser un trozo de tronco o algo muerto – Le dije al Arquero – Eso es lo que me preocupa – Contestó – Ese gruñido lo puedo interpretar de la siguiente forma "asesinato". Se me puso la piel de gallina en ese mismo instante. Expectante vi al lobito acercarse a nosotros, con nada más y nada menos que un brazo humano, un brazo familiar. ¡Era el brazo del ladrón de mi libro!

¡Sagaíl! ¿Puedes decirle a tu cachorro que nos lleve a donde encontró eso? – Le dije con energía – Claro. Necesito saber qué provocó eso, puede llevarnos al premio mayor. – Contestó Sagaíl – Pero tu ve atrás mío vigilando con tu Fuego Fatuo y procura seguir mis pasos con exactitud, pues tengo la zona rodeada de trampas. Es la razón por la cual te disparé, estabas a pasos de caer en una de ellas. Fueron 3 segundos mirando a la nada y tragué saliva.

Caminamos alrededor de 6 minutos a cuidadoso paso, cuando lo encontramos. Efectivamente era el cuerpo desgarrado del ladrón, el cual se encontraba boca abajo, sin un brazo y lleno de marcas de garras. Según Sagaíl eran marcas de un Ursino de la niebla y no de la Arpía, pero me dijo que no bajara la guardia, pues la Arpía se alimenta de Ursinos de niebla, Arapaima de lago y cualquier cosa que pese más de 90 kilogramos en carne. Claro, tú y tu cachorro están a salvo y ¡qué hay de mí! – Le dije con la cara aterrada de miedo – No ha habido bajas en mi guardia y esta no será primera – Dijo el arquero – Pero esto no es lo que me preocupa, ¿ves con más detenimiento el cadáver? Guácatelas, si lo veo. – Dije asqueado – pero fuera de las vísceras y la carne molida no veo otra cosa. Pues reconozco la carne humana cuando la veo y esto no es carne humana – Dijo de manera tétrica – Montón de pensamientos pasaron por mi mente. ¿Qué clase de persona reconoce a la vista la carne humana? Me pasé un montón de películas. Esto es carne de Cabra y esto es un truco muy complejo que se le enseña a los Ladrones para escapar de situaciones adversas – Dijo un serio Sagaíl –. En palabras simples hizo un muñeco de carne y piel similar a el para suplantarlo antes de ser atacado por la criatura Ursina y así crear un señuelo. Mira, daré vuelta al cadáver y verás que su piel es más oscura. Dio la vuelta al cadáver y lo que más me alivió no fue el color de su piel. Era que en el otro brazo, sujetado fuertemente se encontraba mi libro de hechizos. ¡Mi precioso libro! – Grité – Manchado en sangre... ¡PERO ES MI LIBRO! Con asquerosas huellas de ladrón... ¡LIBRO! Momento... ¿puedo sacarlo de ahí? Por supuesto – Dijo Sagaíl – Ocasionalmente colocan bombas en ellos pero esta no es la ocasión, es más avanzado y el Dotalmeister no ha detectado pólvora, ya hubiera avisado. Retiré mi libro y verifiqué sus páginas. Estaban todas completas y era mi letra. En eso un violento gruñido se escuchó de la nada. No, dos gruñidos. Un tercer gruñido mucho más fuerte se escuchó. ¡Mis trampas! ¡¡¡Jajajajaj!!! – Grita Sagaíl con una risa maniática – Estoy seguro que no es la Arpía, pero mis trampas ¡están funcionando! Sagaíl y el Dotalmeister salieron corriendo a la dirección de donde venía el gruñido, para encontrarse con un Ursino de la niebla atrapado entre tres trampas. El bravo animal, al detectarnos tuvo el coraje para caminar lentamente a nosotros, el Ursino de la niebla iba a nuestra dirección para atacarnos.

Los peligros de Midgaania: DanielzimcoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora