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Lo que le pasó a LuHan fue una masacre en su corazón, y no entendía como pudo darse cuenta tan tarde.
Cuando conoció a Kim SoHee, ella estaba casada, y además de eso tenía un hijito pequeño, que no sobrepasaba los nueve años.

Una mañana helada, él caminaba desganado a lo largo de una vereda, donde habían innumerables casas, todas parecidas, blancas, absolutamente desprovistas de color. De entre las que resaltaba una única con un rosal.
De esa casa que por pequeños detalles se veía más confortable, salió una pareja.

El hombre vestía un traje formal, junto a una mujer delgada, de mejillas rosadas y labios de color pálido. LuHan se la quedó mirando, y poco a poco, como un descubrimiento, con cada acción de esa mujer, sentía alto retorcerse en su interior. Sintió que el cuerpo le temblaba cuando la vio despedir al hombre con un beso en la mejilla, y después apartó un mechón de su lustroso cabello negro de ese rostro bonito.

La mujer giró en su dirección, cuando el auto en el que iba su esposo se perdió de vista. Le sonrío.

LuHan se quedó unos segundos mirándola.  Su corazón empezó a latir a un ritmo diferente, a todos las direcciones. Sacudió la cabeza, pero no, era imposible despertar.

✳✳✳

Generalmente, a LuHan le atraían las personas inocentes, pero resultó que SoHee, no era para nada una mujer inocente.

Una mañana tiempo después, LuHan se encontraba con los ojos perdidos en la calle, toda inundada del sol de medio día.
En esa habitación fresca y en silencio, SoHee estaba vistiéndose con el mismo vestido blanco que uso la noche anterior.

— Tengo que irme...— Susurró ella con esa voz tan dulce como una caricia. Y abrazo al demonio por la espalda.

— Por favor...— suplicó LuHan, mientras acariciaba sus brazos aterciopelados.

Era extraño, que una mujer se volviera tan importante para él que sintiera que no podía vivir sin ella. La necesitaba como si fuera su oxígeno.

Ella lo sabía, entonces LuHan no podía entender por qué le dijo eso ... justo en ese momento que pensó que podría hacer que se quede junto a él.

— Lu... — ella volvió a suspirar.— Me refiero a que tengo que irme... Pero no podré volver a estar contigo.—

No dijo nada, LuHan se contuvo. Pero eso no quiere decir que su corazón no se sintió vacío como un desierto.

— ¿De qué estás hablando?— Preguntó él, deshaciéndose rápidamente de ese abrazo que hace unos segundos le había parecido tan protector. Que rara le sonaba su propia voz.

En lugar de parecer avergonzada, siquiera un poco apenada, SoHee le sonrió, haciendo una mueca demasiado preciosa, tan dulce que lastimaba. Y se tocó el vientre delicadamente con ambas manos.

¿Otra criatura más?

— Quiero que sea una niña...— murmuró, como si estuviese hablando con cualquier amigo y no con su amante.

SoHee siguió diciendo palabras cariñosas acerca de esa criatura que crecía dentro de ella. Sin preocuparse por todo lo que el mundo tenía para ofrecerle, sin tomar en cuenta que, en cuanto abriera los ojos, esos dulces sueños en los que vivía se irían esfumando de a poco.

Esos cálidos ojos color miel lo miraban con discreción. SoHee suspiraba con tanto amor e ilusión ante la idea de recuperar a su familia, ante la idea de ser de nuevo feliz junto a Siwon, y a sus dos hijos, ese que estaba pronto a nacer.
Se veía tan feliz y completa, que LuHan no pudo odiarla. A esas alturas sólo podía amarla aún más.

— Ay Lu... lo nuestro nunca hubiese podido ser. Somos demasiado diferentes...— ella le acarició la mejilla.

✳✳✳

Dos años. Dos años era demasiado tiempo para vivir solo.
Y más aún cuando tenía que evitar a esa única persona que lo hacía sentirse querido, acompañado y humano. No había vuelto a ver a SoHee, desde aquella vez antes de Navidad que la encontró paseando junto a su marido me una galería. Choi Siwon a su vez hablaba animadamente con un chiquillo de unos doce años, que reclamaba el derecho de cargar al bebé que estaba en brazos de la única mujer que LuHan había amado en toda su larga, larguísima vida.

Semanas después, estaba saliendo de un hotel, cuando volvió a sentir un revoltijo horrible en él estómago, porque Kwon Ji Yong, y un sedán azul no eran buena combinación.

Tal vez fue el destino. Tuvo que haber una razón para que viera esos ojos negros siempre solemnes, que nunca se agobiaban, mientras miraba su reloj color cobre con tanta parsimonia que a cualquiera le hubiese parecido imposible que estuviese a punto de matar a alguien.

— No...— Dijo LuHan con la voz rota.— No lo hagas.—

Sus ojos dorados se encontraron con esas lagunas oscuras al otro lado de la acera. Ji Yong lo miró con lástima y guardo su reloj en el bolsillo.

Era demasiado tarde.

La colisión entre los dos autos fue inevitable. LuHan estaba desencajado.

¿Por qué, precisamente la última vez que la vería, sería el día de su muerte?

En el periódico salió la noticia en primera plana. Muere el dueño de la editorial Choi, junto a su esposa, dejando en la orfandad a dos menores de edad.

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Ya era tiempo de actualizar esta historia
Siento la tardanza 😥 no temía ideas ahre

Gracias por leer😆💚

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⏰ Última actualización: Jul 30, 2017 ⏰

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