Cinco (✔️)

1K 173 90
                                    

Verdades a flote

Lewis

El personal me conocía.

Es decir, yo sabía que me conocían pero ahora que mi cara se encontraba en las noticias al menos una media hora al día su atención hacia mí era mucho mayor a la que estaba acostumbrado.

Era muy extraño porque cada persona que me veía, me daba una enorme sonrisa y caminaba directamente hasta donde me encontraba para darme los buenos días y preguntarme si me encontraba bien.

Supongo que permanecer enyesado genera una inigualable atención a la que aún no estoy para nada acostumbrado.

Es algo imaginable considerar que nunca fui una persona del todo sociable, es más, antes de la llegada de Killian al internado militar no sabía como dirigirme muy bien hacia las personas.

Tendía a bajar la cabeza, hablar en voz baja y a obedecer todo lo que pidieran, logrando cierto respeto por parte de mis superiores, pero al mismo tiempo conseguí el resentimiento de mis compañeros.

No era una persona muy atlética pero por la misma situación en la que me encontraba, me exigía al máximo.

Recuerdo que por su parte, Blake y André se conocían desde primer año y habían sido grandes amigos desde entonces.

Yo llegue en segundo, a los catorce y tuve que lidiar con un matón de clase como compañero de cuarto, hasta que llegó tercero y me asignaron con Killian.

Si no hubiera sido por él, quizás nunca habría sido amigo de Blake o André. Y bueno, Casper apareció el día que decidió juntarse con nosotros.

Suspiré.

Al cabo de largos minutos en la sala, me decidí por inspeccionar poco a poco el lugar.

Todo estaba en perfecto orden.

Impecable.

Impoluto.

Era casi tan perfecto que mis ojos se cansaban.

No había fotografías, trofeos o medallas a la vista, todo parecía sacado de un catálogo de revista por completo perfecto e impersonal, tal y como le gustaba a Philip. A decir verdad, había pasado innumerables horas dentro de esta residencia cómo para conocer los horarios del personal y del mismo dueño, por ende me sorprendía que no se encontrará en casa en estos momentos.

― ¿Qué haces tú aquí? ―preguntó a la defensiva una muy conocida voz con acento inglés.

―Respuestas. Necesito respuestas, ―indiqué cruzándome de brazos y olvidando poco a poco la mentira que había elaborado.

Fui consciente de su gracia al deslizarse de una esquina a otra, era un poco desesperante pero él siempre demostraba muchísima confianza.

Por mi lado lo observé dar una pequeña pausa antes de quedar el uno al frente del otro.

Me estaba inspeccionando, y sabía de sobra que mi cicatriz era lo que más le llamaba la atención, era difícil de ignorar considerando su posición, profundidad y color.

Después de todo, el rostro de alguien es su presentación al mundo y él mío ahora estaba marcado.

Aunque logré volver a la realidad cuando el aludido me hizo una seña para sentarme y de mala gana obedecí.

Pequeños ImprevistosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora