Sonríeme mañana

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La veía todos los días allí a lo lejos, ella era una obra de arte, no podía ser una mujer, debió ser una celestial aparición, no tenía derecho a compararla con algo y muchos menos me creía capaz de describirla a perfección, mi lengua no merecía el privilegio de hablarle, la veía e imaginaba casi todos los días.

Ella era perfección absoluta, es la paz hecha persona, adoraba admirarla, solo me bastaba eso, siempre manteniendo mi prudente distancia. Yo solo era otro condenado destinado a morir en aquel hospital, no tenía esperanza solo tenía la preciada imagen de ella.

Me gustaba imaginarme como sería vivir, me preguntaba en aquel momento ¿Si yo pudiera vivir más, le hablaría? —Lo más posible es que no sabría qué decir, pero verla a los ojos de cerca sería como perderse en el prado más bello con el aroma más fresco en pleno atardecer de verano, si tan solo pudiera vivir...

Hubo un tiempo en que pasaron días desde la última vez que la vi por alguna razón ya no venía, esos días fuero grises para mí. Solo podía imaginarla a lo lejos, en mi mente aun la veía lucir aquellos hermosos vestidos, en mis sueños aun podía sentirla cerca ¿Que le habrá pasado? —con gran duda me preguntaba— Extrañaba su sonrisa, esa que hacía que no quisiera morir mañana.

Un día, después de varias semanas que parecieron siglos, volví a verla, pero ya no sonreía y sus hermosas mejillas rojas cada vez se tornan más blancas, tan blancas como el papel, sus hermosos vestidos fueron cambiados por una bata de hospital, en sus ojos solo había tristeza ¿Que le había sucedido a la chica sonriente de mis sueños? —pensaba con gran pesar e impotencia— no podía creer que ella iba a morir al igual que yo, en el mismo frío hospital.

Estando al tanto de que no era digno, decidí firmemente que no podía quedarme sin hacer nada, así que tomé el valor que necesitaba y con las dos ruedas que tenía por piernas me le acerqué. Estando allí tan cerca no podía decirle nada, como ya había mencionado, yo no era quién para dirigirme a ella y menos cuando ella me miró, haciendo que quedara petrificado del encanto ya que sus ojos a pesar de todo seguían siendo una puesta de sol de verano, no pude evitar sonreír y ella al ver mi rostro de tonto tampoco pudo evitarlo. Cuando ella sonrió fue como el vivir de nuevo, era ver el universo en segundos dándome cuenta de que todas las estrellas eran nada comparado con esa inquebrantable sonrisa, sin darme cuenta dije eso en voz alta y ella se sonrojó, yo me apené inmensamente en ese instante; pero juro por Dios, que no importaba nada más en ese momento el ver esa carita valía pasar miles vergüenzas e incluso valía el morir mil veces.

Después de eso pasé varios días maravillosos, los minutos corrían lentamente cuando estábamos en el prado y disfrutaba cada segundo pidiendo que esto fuera eterno, el paraíso estuvo a mi alcance esos días, la verdadera tierra prometida estaba a su lado. Llegó un día en el que no me sonrió y en su mirada se notaba una gran angustia, antes de que yo pudiese preguntar algo ella habló con unas precisas palabras que tenía que recordar siempre, ella dijo "tal vez no venga mañana, tal vez no venga pasado mañana, quizás no venga en un mes o quizás me pierda en el espacio, pero si vuelvo, quisiera saber que tu vivirás, como si estuvieras conmigo". Yo quedé impresionado cuando escuché sus palabra pudiendo notar claramente que le dolía cada una, estuve dudoso pero dejé mi duda aun lado por ellas y me dispuse a darle una merecida respuesta; así pues, como caballero en ruedas que era, decidí prometérselo, le prometí que la esperaría mañana, la esperaría pasado mañana, la esperare todo el mes, imaginaré sus aventuras en el espacio mientras la esperaría y cuando volviera sonreiría porque su sonrisa era lo que me mantenía vivo. Luego de lo dicho ella me abrazó y a pesar de que su piel estaba fría como el hielo, mi dañado corazón latió como nunca ese día, se marchó aquel día con lágrimas en los ojos, pero yo solo la imaginaba sonriente porque así era ella.

Pasaron 3 largos años sin verla, mis ruedas ya están oxidadas y mi cuerpo cada vez necesitaba de más doctores y máquinas para funcionar, aun la esperaba a ella como prometí, les diría que fue infeliz todo ese tiempo sin ella pero sería una vil mentira ya que cada día que vivía me sentía feliz porque estaba cumpliendo mi promesa y esperaba de premio solo una cosa el ver de nuevo, esa sonrisa digna de ser la 8 maravilla del mundo, mis ojos pesaban y mi oxidado cuerpo ya no se movía, podía observar vagamente doctores alrededor mío comportándose inquietos y temerosos pero yo no tenía miedo, estaba feliz porque sabía que nada podía pasar pues aún tenía una promesa que cumplir, en ese momento estuve en una sala blanca con solo doctores a mi alrededor, no veía bien pero de pronto como por arte de la más pura magia, a ella sí logre verla, aunque no lo crean, ahí estaba ella detrás del cristal, estaba llorando y ahora ella tenía sus propias ruedas. Ella lloró desconsolada por largos minutos, sin embargo, no pudo llorar más en el momento que yo sonreí, había vuelto y yo como prometí la había esperado, entonces por fin después de tanto tiempo, volví a ver esa sonrisa tan majestuosa en su rostro que, aunque pálido y lleno de lágrimas era la obra de arte más gloriosa jamás realizada...

Así ya cumplida mi promesa, llegó el momento de cerrar los ojos con gran satisfacción, ya que pocos podían decir que la última cosa que vieron era algo más hermoso o siquiera semejante a esa sonrisa.









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