CAPITULO 33
-¡Listo! -exclamé contenta cuando terminé de escribirla y cerré mi diario de un golpe.
-Genial, sólo te llevo una hora -murmuró Marbe poniendo los ojos en blanco, con su pecho izquierdo completamente de fuera y Chris mamándolo a la máxima potencia-. Y bien ¿que esperas para empezar a cumplir la lista, la otra?
-Bueno ¿no es obvio? Estoy esperando a que estos dos salgan de mi cuerpo -contesté-. No puedo hacer nada si siguen aquí metidos.
{...}
Todo mi cuerpo dolía, todo dolía y yo no podía soportar tanto. Las contracciones habían empezado desde que me desperté, pero se supone que son normales, la doctora me había dicho que como soy primeriza, mis contracciones podrían durar incluso un día completo, así que tenía que aguantar, aguantar y quedarme quieta lo más que pudiera para ahorrar energía para cuando empezara a parir.
No lo iba a negar, me estaba muriendo de miedo y de dolor. Sabía que dar a luz era de las cosas más dolorosas y, además de que será mi primera vez, soy pequeña y ugh, no estoy muy abierta... ¿se entiende? Ya hablé de eso con mi doctora. Como la primera y única vez pasó hace mucho, yo casi había regresado a mi estado natural de chica virgen. O sea que la mierda dolería incluso más de lo que duele normalmente.
Recordé como fue mi primera vez, me dolió, no mucho pero me dolió y dos bebés no se comparan con un aparato reproductor masculino, para no decir de otra manera.
Justin había estado todo el día yendo y viniendo, dándome agua y comida y preguntando como me sentía cada minuto, y luego diciéndome que me amaba y que no quería que nada malo me pasara. Estaba incluso más nervioso y asustado que yo, pero estaba segura de que no le dolía nada como a mí.
-¡Aaaaaah! -grité de repente, de dolor y de enojo, pero no de aviso, y Justin brincó a mi lado, pareciendo un cachorrillo asustado.
-¿Ya vienen? ¿Que pasa? ¿Que tienes?
-No... no es nada de eso, es sólo que estoy enojada y adolorida -dije con voz bajita, ronca y quebrada.
-Bebé, lo siento -murmuró Justin, con una mueca y viéndose igual de cansado que yo-. Creo que ya deberíamos de ir al hospital.
-No, no -lo corté, respirando como si hubiera corrido diez metros, que eso, para mí, era mucho-. Si vamos ahora, me van a dejar quizás todo el día metida en una cama y no quiero, sigo odiando los hospitales igual que antes. Voy a ir hasta que mi fuente se rompa, los bebés van a salir y yo estaré de regreso. Rápido.
Justin sólo suspiró porque sabía que no me iba a convencer y se tumbó a mi lado a ver la tele, volteando asustado cada vez que algún sonido feo salía de mí y tranquilizándose cuando acariciaba su mano y me encogía de hombros.
Más o menos para las diez de la noche, sabía que nunca jamás, nunca, nunca me iba a volver a embarazar. Son muchas cosas malas con las que lidiar. Gordura. Dolor. Emociones fuera de control. No sexo. Dolor. Patadas. No sexo. No poder hacer nada, y agh, muchísimas cosas más. No sé como pude pensar algún día que quería tener cinco hijos, dos eran más que suficientes, además tenía un cerdito que contaba como un tercer hijo, y una gata que contaba como hijastra.
-Voy a ir a preparar un sandwich o algo -avisó Justin después de un rato, luciendo como si no pudiera alejarse de mí-. ¿Está bien? Sólo tardaré unos minutos.
-Justin, vas a ir a cenar, no a la guerra -me burlé tratando de reír patéticamente pero sólo me encogí de dolor de nuevo- ve, tranquilo.
-Está bien -repitió y asintió, dándose ánimos a sí mismo, se inclinó y me besó lentamente-. Te amo.
-Yo también, ve.
Justin había estado abajo casi por diez minutos cuando de verdad me dolió, y quiero decir que de verdad porque lo que sentí no tenía nada que ver con los dolores que tuve en todo el día, era peor y por alguna razón pensé que si me quedaba acostada me dolería aun más, así que decidí levantarme e ir con Justin abajo. Tomé las dos pañaleras y las llaves del auto de Justin del tocador y empecé a caminar lentamente, pero cuando llegué a la puerta el dolor incrementó mucho y me hizo gritar, fue un grito horroroso que vino desde la parte baja de mi garganta y sonó como un grito de hombre y no me importó, volví a gritar así porque juro que podía sentir una cabeza empujado en mi útero o como se llame esa maldita parte.
-¿Ahora sí empezó? -preguntó Justin totalmente asustado, quitándome las pañaleras de las manos y tirándolas con fuerza por las escaleras, no le pude contestar porque grité de nuevo, pero negué con la cabeza.
-Mi fuente todavía no se rompe -grazné aun medio gritando. Justin se acercó y pasó sus manos, una por detrás de mis rodillas y la otra por la cintura y me cargó con muchísima dificultad.
-Mierda -gimió cargándome escaleras abajo, si no estuviera siendo torturada desde dentro, me hubiera reído, pero estaba demasiado ocupada gritando.
Tenía casi media hora de estar parada dando vueltas y de dolor sin parar cuando por fin lo sentí, el liguero sonidito y el liquido recorriendo mis piernas. Salimos caminando lo más rápido que pudimos hacia el carro, y aunque las casa estaban separadas, mis gritos se escucharon hasta la casa de los vecinos, estoy segura. Justin rebuscó en sus bolsillos por lo que me pareció una hora.
-¡Abre la maldita puerta! -grité casi histérica, y sabía que el pobre no podía encontrar las llaves pero en ese momento no podía doler más. Era como sentir un ataque de los que tenía antes, pero en lugar del pecho, en mi vientre y diez veces peor.
-¡No las encuentro! -gritó enojado y salió corriendo hacia dentro. Gemí de nuevo y pataleé desesperada, sintiendo como si estuviera orinando, pero sabía que era lo de la fuente, y que en cualquier segundo a partir de eso mis bebés podían salir, y definitivamente no quería parir en la cochera.
-¡Apúrate! -exigí desgarrándome, me tomé con dos manos del carro y maldije la hora en que arreglaron el vidrio que Justin rompió, así por lo menos él hubiera hecho la mierda de quitar los cables y hacerlos encender-. ¡No salgan de aquí, no salgan! ¡JUSTIN, MALDITA SEA!
Lloré y lloré, y grité por lo que me pareció otra hora, podía escuchar a Justin gritando maldiciones y palabras dignas de un bar de camioneros, aventando cosas y rompiendo otras cuantas dentro de la casa.
-¡Avalanna, Elvis, los voy a mandar a un internado! -grité, y cuando estaba abrazando mi panza sentí un tintineo en mi bolsillo, y recordé cuando tomé las llaves del tocador-. ¡JUSTIN, YO LAS TENGO! ¡YO TENGO LAS LLAVES!
Él salió corriendo desde dentro cargando las dos pañaleras, con su pantalón casi cayéndose y antes de llegar a mí, su pie topó con la banqueta y cayó de boca, gemí frustrada de nuevo y le grité que se levantara.
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Real life, Real Love
Fiksi Remaja¿A dónde han ido los buenos tiempos? Todo está mal, ¿Dónde están los planes que hicimos para los dos? Sí, yo sé que es difícil recordar la gente que solíamos ser. Es aún más difícil imaginar que no estás aquí a un lado de mi. Tú dices que es demasia...