Invisible

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Ella levanto la vista de aquel libro que estaba leyendo, no sabía que había provocado aquello, era uno de sus libros preferidos, nada la distraía, nada excepto la sensación de calidez que se quedó plasmada en su cuerpo. Miro para todos lados, pero no había nada, simplemente esa sensación de calor que sentían las personas cuando se besaban, no comprendía, estaba excitada y ni siquiera había tenido pensamientos eróticos. En un momento estaba observando el libro y al otro estaba más caliente que un horno, y le gustaba, sentía la necesidad de apretar sus mulos para poder aliviar la presión y el palpitar de su clítoris. Las mejillas le ardían y podía jurar que sentía unas manos tocándola, acariciando su cuello. Miro a varios lados para ver si alguien se daba cuenta de que, se estaba derritiendo, literalmente sus partes de chicas estaban empapadas.

Respiraba con dificultad cuando salió de la librería. Nunca se había sentido así de excitada, ni siquiera su ex-novio la había llegado a poner en ese nivel de excitación. Miro a cada lado de la calle para luego cruzar y dirigirse a su apartamento. Dio gracias de que este estuviera a tan solo dos esquinas. Abrió la puerta y la cerro con la velocidad de quien corría de un fantasma. Se recostó de la puerta echando la cabeza hacia atrás e intentando sin éxito entender que le estaba pasando, necesitaba liberarse, quería tocarse, más que nada en el mundo.

Se dirigió a su habitación y sin saber cómo se desprendió de su ropa. Su piel, tan sensible, en el momento que toco las sabanas hizo que gimiera como si se le fuera la vida. En el momento que sus pechos quedaron libres, podía jurar que unos labios cálidos envolvían sus botones erguidos haciendo que arqueara la espalda. Sus manos cobraron vida propia y se dirigieron hacia el punto que más atención necesitaba. Comenzó con caricias suaves, sintiendo como la húmeda había empapado todo el interior de sus muslos. En el momento que introdujo un dedo dentro de ella, sus ojos se quedaron en blanco por el placer tan grande que experimento. Sus gemidos se escuchaban en toda la habitación, su propio olor daba un toque erótico a la estancia, su respiración errática se unió con el ruido del choque de sus dedos. Sentía fuego, era como estar ardiendo pero este en vez de dañarla le acariciaba, le excitaba. Acelero el movimiento de sus dedos, al igual que sus caderas se movían solas, era como si estuviese poseída. Justo cuando pensó que aquello era todo, lo sintió, sintió un cuerpo cálido sobre el de ella y su dedo fue sustituido por la punta de lo que supo que era una erección, aunque no la veía sintió en el momento que se introdujo dentro de ella sacando todo el aire que tenía y dejándola completamente mareada y en éxtasis. Su orgasmo llego con fuerza, sus gritos se escuchaban por todo el apartamento, su cabeza daba vueltas y su cuerpo se estremecía con temblores por el orgasmo tan intenso que estaba experimentando. Se quedó dormida sabiendo que, al día siguiente el pánico, la vergüenza, el miedo, la azotarían con fuerza, pero no hoy, la sensación de éxtasis era tan grande que se olvidó por completo de quién era y cayó en los brazos de Morfeo.

Un hombre se sujetaba con todas sus fuerzas de la pared del callejón al que se había refugiado. Un hombre cuya belleza alcanzaba la de un dios, y eso era, y acaba de usar sus poderes para cumplir un capricho que sabía que no debía, pero tenía más dos meses como ángel guardián de la chica y se había enamorado, perdidamente, ni siquiera sabía que se podía enamorar de una humana. Lo único que sabía es que acababa de cometer un acto atroz y por muy estúpido que sonaba, no se arrepentía. Que lo condenasen, pero acaba de vivir y hacer vivir la mejor experiencia de su vida.

Atracción EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora