Ilusión

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Habría vendido mi alma aquella noche sólo por llevarlo a mi cama. Se veía tan caliente, el agua de la lluvia de enero mojando su cuerpo mientras intentaba sin éxito hacer que su auto arrancase.

Me había mudado hace ocho semanas al pequeño complejo de apartamentos. Vivía en el segundo piso, y desde el balcón pude ver como la camiseta se le pegaba al cuerpo musculoso. Era la escena más erótica que jamás había visto. Apreté mis piernas, esperando poder liberar un poco de la presión que desprendía mi sexo. Sus brazos se tensaban cada vez que hacía alguna cosa en el interior del capo del auto. Imagine que esas mismas manos se acercaban por detrás acariciaban mis caderas. Juro que podía sentir el aliento cálido en mis oídos. Susurrándome. Imagine el descenso de sus manos a través de la fina tela de mi bata. Sentía sus dedos rozando mis pechos. Sus labios besando mi hombro...

Podía sentir como sus caderas se pegaban a mi trasero mientras sus manos bajaban cada vez más el camino hacia mi pelvis. Deseaba desesperadamente sentirlo. Sentir sus manos ahí. En ese punto. Aun sabiendo que era muy posible que alguien me viera caliente, tenía la esperanza de que las plantas y barrotes metálicos que habían en el balcón me cubrieran. Introduje mi mano bajo la bata y coloque mis dedos sobre mis bragas de encaje imaginando sus manos. Sentí el calor que desprendía mi sexo. Imagine que sus manos buscaban dentro, encontrando ese punto de placer que tanto anhelaba ser tocado, y como no, devorado. Pude sentir el rose de sus labios sobre mi oído diciendo que estaba muy mojada y que quería hundirse en mí.

Suspire mientras mis manos que eran, en mi imaginación pervertida, las suyas. Hundió un dedo en el acariciando los pliegues dilatados. Gemí bajo. Disfrutando de la sensación de placer que me daba. Mi piel se sentía sensible. Mi cuerpo completo anhelaba ser liberado. Cerré los ojos sintiendo como sus dedos eran cada vez más hábiles. Mis caderas se movían a la par. Podía sentir como se formaba dentro de mí, esa sensación desesperada por salir. Acelero un poco más los movimientos de sus dedos mientras mordía el lóbulo de mi oreja.

Entonces ocurrió, llegue al orgasmo sintiendo como mi cuerpo se abandonaba. No sé cuánto tiempo dure con los ojos cerrados, pero cuando los abrí, encontré los ojos de mi vecino fijos en mi balcón. En mí. Y pude ver en sus pantalones apretados que vio la escena que yo le acababa de mostrar.

Atracción EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora