Dulce venganza

10.5K 105 4
                                    

Estoy nerviosa. No puedo creer lo que tengo pensado hacer, pero esta es mi forma de vengarme por la manera en la que me dejo tirada en medio de la calle, sin cartera, ni dinero, ni teléfono. Salí del coche luego de que me gritara que lo hiciera y cuando me di cuenta ya el muy capullo estaba a kilómetros de mí. Me toco caminar durante dos malditas horas hasta llegar a mi apartamento y justo antes de llegar, casi me atropellan. 

No, de ninguna manera tendré piedad. El capullo presumiendo piensa que porque es el hijo del jefe puede hacer lo que se le dé la gana, pero esta vez no se espera la que le tengo preparada para la junta. Ni en sus sueños.

Sonrió malévolamente, y uno mi pelo y me dirijo al vestidor.
Me pongo mi conjunto de encaje más picante, que consta de unas bragas color negro y sujetador a juego, media hasta el muslo y liguero. A todo esto, se le suma un vestido ceñido al cuerpo, que se ven sexy, pero a la vez profesional. Tomo una respiración profunda y me subo en los tacones de diez centímetros que he comprado para navidad, pero que ahora me vienes como anillo al dedo para mi plan descabellado.
Tú no eres así Tatiana, tu eres la chica dulce, la chica inteligente, la que usa lentes y conjuntos no tan ajustados. Eres la buena- me grita una voz en mi interior y le cierro la puerta en la cara ¿Quedarme tranquila después de todo los desplantes, humillaciones y burlas que he recibido del cabron ese? Jamás... soy dulce y todas esas guarradas, pero vengativa... sí.
Puede que no sea yo la que está de pie en el espejo con esa mirada decidida adquirida luego de quince días de vacaciones, piel clara y con mi nuevo corte de pelo, uno que jamás pensé darme, me hace ver más madura y decidida. Cundo tome la decisión de cambiarlo- animada por mi amiga Clara-, nunca pensé que cortaría mi pelo tan corto, pero ahora que me veo, no me arrepiento. Es un corte moderno, largo hasta el hombro en el lado derecho y más corto en el izquierdo que termina más abajo de la nuca y con un poco de volumen, antes tenía un color castaño claro, ahora es negro.
Tras terminar de dar los últimos toques tomo el bolso, me observo por última vez y me digo mentalmente que lo peor que puede pasar es que me quede sin trabajo.
Decidida, sexy y arrebatadora, es como llego a la oficina, lo sé, un pensamiento arrogante, pero mi seguridad es infundida, ya que desde que me he bajado del taxi, varios pares de ojos no han dejado de mirarme, incluyendo a John, seguridad de recepción, al verme abre los ojos como platos y luego entrecierra los ojos, pero no por mucho, ya que los vuelve abrir como plato al reconocerme.
- Buenos días, John- digo con voz melosa. Estos días también he practicado mucho mi voz. Lo que pueden hacer unos cuantos consejos por el internet.
- ¿Tatiana? - me dice con los ojos aun bien abiertos- ¿Pero ¿qué te ha pasado? Estas...diferente. – dice sonrojándose. - quiero decir, estas guapísima.
Sonrió de forma controlada. Venga ya, como aprendí con los tisp.
- Gracias, John- digo mientras le doy dos besos en cada mejilla- me han sentado bien estos días de vacaciones.

Me despido de él, y me encamino al ascensor. Justo cuando las puertas se abren dejando ver al hombre por el que he hecho todo este enrollo, me pregunto si no me abre engañado a mí misma y sigo siendo víctima de sus penetrantes ojos azueles. Contrólate Tatiana, es solo un hombre arrogante, recuerda todo lo que te ha pasado por su culpa, jefe o no es un idiota. Si, es solo un hombre, que debería venir con la advertencia en la frente escrita en letras mayúscula "PRECAUCION, NO MIRAR POR MAS DE DOS SEGUNDO". Y es que, no es para menos, el pendejo es más bueno que David Gandy. Hombros anchos, fuertes brazos, labios carnosos y tentadores, ojos penetrantes que desnudan tu alma en menos de dos segundos. Su metro ochenta le hace tener autoridad, que frente a mi metro cincuenta y cinco no consigo alcanzarlo ni con los tacones. Y su pelo, es parecido a la ceda. Lo sé, porque en una ocasión accidentalmente los toque mientras pasaba unas carpetas en la sala de juntas, cosa que el aprovecho para burlarse diciendo, que, si quería tocar otras cosas, claro susurrado para que nadie lo escuche. Me puse más roja que un tomate.

Atracción EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora