Capítulo 1

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Reencuentro Familiar

*Dos semanas después*

29 de julio de 1991

Estaba acostada en la cama, esperando para salir a trabajar. Si, una niña de once años trabajando. No suena para nada bien, pero luego de la muerte de mamá no me queda de otra. Necesito salir adelante por ella.

El reloj tocó las 7 de la mañana, lo que significa que ya es hora de ir.

Estaba agarrando mi bolso y cuando me doy vuelta con la intención de salir me encuentro con alguien.

Estaba parada justo a unos metros míos. Vestía con ropa muy extraña. A lo mejor era excéntrica y quería que se supiera a toda costa. En su brazo izquierdo colgaba un búho marrón que ululaba cada vez que ella tocaba su cabecita.

No tenía idea de quién era, ni que hacía en MI casa. Pero por la forma en la que me ve, tengo la extraña sensación de que no me quiere hacer daño, cosa que me asusta mas.

-¿Te vas a quedar así por el resto del día?- me preguntó la mujer con tono burlón.

La mujer parada frente a mis ojos no es nada fuera de lo común. Cabello castaño, contextura delgada, cejas finas, piel ligeramente bronceada. Lo único lo cual realmente envidiaba de ella eran sus impecables y blanquisimos dientes.

-¿Qui-quién e-res tú?- dije sumamente calmada. Nótese el sarcasmo en esa frase ya que me estaba muriendo de los nervios y a punto de entrar en corto.

-No temas querida, no te haré daño. Soy Emilia. Emilia Caster- me ofreció una cálida sonrisa.

Jamás había escuchado de ese nombre en mi vida y no sé qué quería. Por favor madre, si estás allá arriba, aiudame pls.

-¿Qué quieres? ¿A qué viniste?- traté de decir esas con el tono más borde posible.

En mi mente sonó mucho mejor, como si fuera un lobo feroz pero al aplicarse en realidad soné como una mosquita muerta.

No quería mirarla ya que mis ojos empezaron a cristalizarse y lo único que quería era que se fuera.

Respire hondo y me tranquilicé. Alcé la mirada para encontrarme con la señora a unos pasos míos.

¿En qué momento se había acercado tanto a mí? Ahora que estaba muy cerca de mí pude darme cuenta que era muy joven. No pasaba de los 35. Sus ojos me recordaban vagamente a los ojos color miel con los que solía soñar.

No parecía tener intenciones de lastimarme, pero aun así no entendía qué quería y eso me está poniendo cada vez más nerviosa.

-He venido por ti. Sé que recientemente te has quedado... huérfana y soy el único pariente que te queda con vida. Además de que eres una bruja- de repente había cambiado su rostro juguetón por uno más severo.

-Creo que oí mal pero te escuché decir bruja, lo cual es muy simpático porque esas cosas no existen y si existieran yo sería la menos probable de ser una de ellas. Créeme si yo era una bruja ya me habría dado cuenta de ello

-No, escuchaste bien, eres una bruja Alina. Cuéntame, ¿Alguna vez no te ha pasado algo fuera de lo común? ¿Algo que no puedes explicar? ¿Qué no parecer tener sentido?

Me quedé asimilando sus palabras. Demonios Marta, tenía razón.

-¿Pariente de quién dijiste que eras?

-Soy la hermana de tu madre, tu tía. No es la mejor forma de decírtelo, pero necesitabas saberlo

-Mamá nunca te mencionó, ni a ti, ni a la familia de mi padre

Alina [La Piedra Filosofal]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora