Capítulo 11

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El típico silencio que solía instalarse entre nosotros no tardó en llegar. Shoto hundido en sus propios pensamientos, con la mirada perdida en algún punto invisible de la acera y yo observando mis manos que habían adoptado un temblor particular desde la última palabra que nos pronunciamos.

Las lágrimas de nuevo comenzaban a agolparse en mis ojos, pero antes de que la primera de estas cayera, el olor a tierra mojada y el súbito color rojizo del cielo me hicieron levantarme rápidamente de mi asiento, sobresaltado al muchacho en el acto.

—Creo que debería empezar a caminar a casa. Me disculpo de nuevo por... todo, Todoroki-kun.

Hice una reverencia y di media vuelta, dando el primer paso hacia adelante.

—No hay nada por lo que disculparse. Es algo que no podías controlar. —Mi corazón dió un salto en su lugar y me aferré a la correa de mi mochila—. ¿Estarás bien el resto del camino?

No.

—Sí, no te preocupes, nos vemos el lunes, Todoroki-kun.

Me giré apenas, agitando la mano en despedida, sintiéndome mal por rechazar su apoyo. Luego comencé a correr cuando sentí las gotas de lluvia mojando mi uniforme y alcancé el edificio justo cuando lo peor del chubasco empapaba a la ciudad. El encargado de la recepción me había dedicado su mejor mirada de odio al ver que había enlodado el vestíbulo, yo solo le pedí disculpas sin detenerme a mirarle y me encaminé al ascensor rezando porque Alyssa no hubiese hablado ya a la policía. Me había tardado una media hora más de lo esperado.

Llegué a la puerta del apartamento con el cabello pegado a mi cuello por el sudor y un poco de lluvia. Utilicé la tarjeta que me había dado para abrir y dejé mis zapatos en la entrada junto con mi mochila. Las luces se hallaban apagadas a excepción de una lámpara junto a la ventana y la luz de la cocina que llegaba desde la puerta entreabierta, a un lado había un solo sofá y en él estaba sentada Alyssa; con las gafas puestas, envuelta en una bata de baño, libro en mano y el cabello aún húmedo por la ducha.

En momentos así, los pocos recuerdos que tenía de ella en mi infancia se reproducían en mi cabeza como una cinta de película. Las veces que me arrullaba con alguna anécdota suya o leyendo un libro en voz alta para mí, las noches que mi padre llegaba tarde del trabajo.

—Buenas noches, Shinda, ¿cómo te fue? —Levantó la vista de su lectura y por un instante no vi el rostro de mi madre, sino de Norie. Tragué duro y parpadeé sin creérmelo. El cansancio seguramente estaba jugando conmigo—. ¿Trajiste lo que te pedí?

Y en esa última oración, la voz no era de Alyssa, era de Norie. Su tono cantarino pero cargado de veneno había resonado en mis oídos, y ella estaba acercándose a mí, como si nunca se hubiera ido de mi vida. Su cabello y sus ojos castaños, incluso su figura delgada y la mueca burlona que siempre portaba. No podía ser cierto.

—¿Qué haces aquí? —pronuncié con mi sanidad pendiendo de un hilo muy fino.

—¿De qué hablas, Shinda?

La confusión estaba plasmada en sus facciones y atisbé una pizca de alegría fingida. Mi respiración se aceleró y no pude ocultar el terror que me invadía hasta las entrañas. El llanto que había contenido instantes atrás empezaba a manifestarse y sentía todo mi cuerpo temblar por la impotencia de no poder escapar de ella.

La mujer se hallaba solo a unos centímetros de mí y alargó la mano para tocarme pero instintivamente la aparté, con toda la fuerza que logré reunir.

—¡No me toques! Aléjate de mí.

—Shinda, ¿qué te ocurre? ¿Hice algo para molestarte?

La voz asustada me trajo de regreso a la realidad y cuando mi vista se aclaró parpadeé. Norie no estaba allí, nunca lo había estado. Mi madre se hallaba de pie frente a mí, con la mano aún extendida y las pupilas mostrándome algo más que lástima: tristeza.

Ashes and Glass | Todoroki Shouto|[ BNHA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora