Capítulo | 1 |

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Cuando llegué a la tierra con mi vestido ensangrentado y el cuchillo de plata quemando mis manos, fue realmente abrumador. Mi vestido que en ese entonces era blanco estaba empapado por completo. Ya que para cualquier cosa se tenía que usar un color específico, odio Arcanis, odio las reglas, odio a los habitantes, odio todo lo que incluye esas 7 palabras, bufo con aburrimiento mientras limpio la barra.

—¡Oye! —Miro al hombre de enfrente que está a punto de caer de la silla— ¡Sigo esperando mi cerveza!

«Malditas, todas las mujeres son iguales»

Su pensamiento apenas se escucha como un susurro en mi mente.

«Te sorprendería lo que algunas mujeres hacemos, idiota»

Al parecer mi pensamiento si lo escuchó porque abrió sus ojos de par en par mientras balbuceaba sin parar.

—¡El diablo! —Me señala para después salir corriendo.

—Oh, genial —Murmuro al escuchar el sonido del cristal roto y el increíble y pestilente olor a cerveza regada por el lugar —. Tendré que limpiar.

—¡Oh, maldición! —Escucho el renuente y constante quejido de mi jefe— ¿Otro más? A este pasó iré a la quiebra si sigues asustando a todos los clientes, Gracell. Ese es el tercero de la semana.

—No es mi culpa. Están ebrios y se imaginan cosas, tranquilo hombre.

—Pero...

—¡Oh, vaya! Mira, son las doce mi turno acabó, adiós hombre molesto.

Me despido con la mano y una sonrisa en mis labios saliendo de dicho lugar, body sólo niega con la cabeza sabiendo su nunca cambiaré. Camino por las oscuras calles de California, caminando sin rumbo hasta llegar a un parque que parece más abandonado que yo. Basura por todos lados, completamente oscuro, hojas y árboles secos. Vaya, mierda.

Se supone que en un parque debe de haber niños jugando por todas partes mientras sus padres despistados fingen cuidarlos, parejas debajo de cada árbol, o regados en el césped que tendría que estar perfectamente acortado mientras se juran amor eterno. Chicas leyendo bajo un árbol, tendría que estar alumbrado por lámparas y lleno de personas de diferentes edades. Aunque, en realidad, considerando la hora y el aspecto de aquél parque desolado, lo dudaba seriamente. Tal vez era demasiado optimista, o demasiado estúpida.

El mundo humano no era como lo había imaginado, o por lo menos no es como se notaba en los portales. Aquí las personas eran crueles y malas, no les importaba nada, sólo ellos mismos, los humanos eran egoístas y egocéntricos. Se sentían por encima de cualquiera e incluso algunos eran indiferentes o cero conscientes de que no eran la única raza que existía. Suspiré con resignación acercándome a aquél parque triste, y amargo, justo como yo me sentía.

Me senté en uno de los columpios abandonados que se encontraban ahí, aunque debo admitir que temí un poco que la estructura no lo resistiera y todo se viniera abajo conmigo arriba. Nada sucedió cuando mi trasero tomó asiento, recosté mi cabeza el las frías tiras de metal que lo sostenía y de la bolsa superior de mi chaqueta deslicé un cigarrillo, genial, no traía encendedor. Con absolutamente nada de fuerza ejercida por mi parte, miré por un breve momento el cigarrillo en mis dedos, éste se incendió al instante.

Con una pequeña sonrisa lo llevé a mis labios aspirando el aire de menta y dejando que hiciera su largo camino por mis pulmones hasta que fue expulsado. Al menos sabía que mis poderes seguían ahí, cerré los ojos concentrándome y perdiéndome en lo profundo de mi subconsciente, y sin permiso alguno. Mi mente viajó a aquél vago recuerdo de mi madre.






Princesa Híbrida© | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora