Capítulo | 10 |

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—¡Carl! ¡Por Dios, suéltale las esposas! —Ordenó Lucinda acercándose para envolverme en un gran apretón.

Me tensé mientras ella se alejaba peinando mis cabellos sueltos, e incluso lágrimas bajaban por todo su rostro, fruncí el ceño ¿De qué demonios me había perdido? Miré detrás de ella en donde mamá con ayuda de Chris se levantaba, se había desmayado. Ella se disculpó para salir rápidamente pasando por mi lado, Chris salió detrás de ella sin decir nada, sinceramente no esperaba menos de ambos.

—¡Oh, Eli! No le hagas caso, solo... está sorprendida. Es una gran alegría que estés con bien y ahora estés de nuevo con nosotros después de casi dos años ¡Estoy tan feliz!

Carl que a regañadientes quitaba mis esposas gruñó, me giré frotando mis manos que ardían, señalé con mi cabeza a un lado. Se giró y las quitó mientras Shirley sonreía apenas, claro que a él las esposas no le hacían ni un daño puesto que era un... mortal.

Sentí una presión en mi hombro y me giré encontrando a una tía sonriente mientras me hablaba y divagaba sobre varias cosas, su sonrisa decayó cuando mi expresión distante no desaparecía de mi rostro.

—¿Pasa algo cariño? ¿No estás feliz de volver a tu hogar?

—Ciertamente éste dejó de ser mi hogar hace mucho tiempo.

Su sonrisa acabó de desaparecer por su rostro mientras sus grandes ojos verdes grisescos me observaron con desaprobación, tomó mi barbilla obligándome a mirarla, no lo consiguió ya que caminé lejos de ella, casi junto a Shirley el cuál mejor optó por mantenerse en silencio. Mi tía nos observó apenas notando la presencia de mi acompañante, sonrió otra vez mirándome.

—Eli...

—Me llamo Gracell.

—Sí, pero también te llamas Elizabeth.

—Pero prefiero Gracell, siempre odié ese nombre... suena muy formal.

Rió.

—Está bien, Gracell. Vamos a casa, hay muchas cosas de que hablar.

—Él viene conmigo. —Señalé a Shirley, sonrió.

—Por supuesto.

[=]

Admitía que extrañaba estos autos extrañamente raros, eran cómodos y muy lujosos. Me recordaba cuando viajaba en taxi o en metro, caos total, así que tener uno de estos en California me hubiera venido de maravilla.

Enfoqué mi vista en la ventanilla tratando de no pensar en cosas que podrían resultar comprometedoras, el auto se detuvo y observé con asombro la enorme casa que tenía enfrente ¿Porqué yo no recordaba que era tan grande? Fácil, había vivido en un pequeño apartamento que toda casa que veía se me hacía enorme.

Miré a Shirley a mi lado que observaba con mucho asombro la casa frente a nosotros, era grande, de 4 pisos y muy espaciosa, demasiado diría yo. De un color blanco combinado con unos toques dorados y plateados, con grandes ventanales de un cristal puro del bosque, contaba con tres balcones, uno de ellos era de mi habitación, claro, si aún seguía siendo mía.

Una muralla de piedra y mármol cubría los alrededores de la casa, las rejas negras se abrieron dejándonos entrar, el auto avanzó dándonos un buen recorrido por los hermosos jardines que con mucho esmero mamá se encargaba de cuida y regar.

Princesa Híbrida© | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora