CAPÍTULO 13

175 23 1
                                    

Petrificada frente a su puerta, sin atreverme a tocar me encuentro sumergida en mis pensamientos, intentando dar con la respuesta del ¿cómo? y el ¿cuándo? Me niego a ponerle nombre a esto, es verdad que pienso en ella por el día y también por la noche. He descubierto que cuando estoy con ella, involuntariamente sonrío todo el tiempo, ¿esto quiere decir que ella me hace feliz? No lo sé, pero hace tanto que no me sentía tan bien.
Todo es tan contradictorio, esta supuesta felicidad me aterra tanto, ¿qué pensaría ella de esto?, ¿qué pensaría si pudiese leer mi mente y enterarse de los deseos que yo misma no quiero escuchar?
Sacudo mi cabeza intentando despejar mi mente, tomo valor y llamo a su puerta. Escucho sus pasos presurosos acercarse y me corazón comienza a rebelarse, también es un traidor, mi ritmo cardíaco aumenta y cuando ella abre, siento claramente como deja de latir al mirarla, eso duele, pero puedo sentir que morir mirándola sería un alivio, ya no tendría más dilemas y mi última visión habría sido hermosa, pero mi corazón solo juega conmigo y un segundo después vuelve a latir recordándome que mi sufrimiento aún no ha terminado.
Ordenamos comida china, disponemos todo y durante el transcurso de aproximadamente dos horas miramos la película sentadas en el mismo sillón de frente a la pantalla, prácticamente permanecemos en silencio salvo por uno que otro comentario irrelevante. Tan pronto como comienza a sonar la música final y los créditos empiezan a proyectarse, sin aviso ella apaga al televisor, apoya el codo en la parte alta del respaldo y el puño en un lado de la cara mientras me mira directamente.
-¿Por qué Paul Newman? -me pregunta
-¿Viste la misma película que yo, verdad? -respondo con cara de obviedad.
-Sí, lo entiendo. Es guapo, encantador y ya. El otro vaquero me parece más atractivo, parece salido de unos de esos comerciales para cigarros que transmitían en los noventa.
-¿Robert Redford? -Niego con la cabeza y hago una mueca de desagrado. -Demasiado rubio para mi gusto -suelto sin pensar.
Ella se gira completamente hacia mí e incluso hasta siento que se acerca un poco y me sostiene la mirada.
-¿Tienes algo en contra de los rubios? -su voz denota indignación.
-Absolutamente nada, solo que particularmente los rubios no son mi fuerte -alzo las manos en señal de absoluta de rendición -pero no he dicho nada de las rubias. Ellas son tema aparte. -Junto mis dos palmas estiradas como gesto de súplica -Solo perdóname.
-Pues para que lo tuyo no sean los RUBIOS -levanta sus dos índices al cielo y enfatiza la pronunciación de esa última palabra -eres bastante condescendiente con Mr. Newman que precisamente moreno no es.
-No, pero en mi defensa tampoco es rubio como tal, más bien es canoso. Además si somos estrictos en lo mío -doblo dos dedos de cada mano imitando las comillas. -los hombres en general no lo son, pero debo admitir que los hombres que han sido mis amores platónicos, por así decirlo, han sido morenos y Mr. Redford resulta extremadamente dorado, más que el oro.
Ella se toca un mechón de su doradísima cabellera y la observa, y aquella mirada de indignación vuelve a aparecer acompañada de su ceja levantada.
-Pero ya habíamos aclarado que esta perspectiva se aplica solo a los hombres. -digo enfáticamente -¿podríamos dejar de hablar de tonos de cabello? Es que creo que soy un poco torpe con eso de la diplomacia -pido nerviosamente.
-Sí, pero no nos iremos muy lejos. ¿cómo es eso que has tenido más amores platónicos masculinos?, pensé que ese era el único.
-Oh no. Han sido tres para ser exacta. Clark Gable era uno y el otro...
-¿Cómo yo? -me interrumpe -el mismo nombre.
-No -o bueno sí, pero sin la E final.
-Al menos tiene un nombre lindo -bromea
-Es el actor de Gone with the wind. Aunque creo que realmente me enamoré de Rhett Butler y de como estaba dispuesto a darlo todo una Scarlett caprichosa y ambiciosa –reflexiono en voz alta. -me gustaba la idea de un amor incondicional.
-Al parecer tienes un pensamiento romántico -hace conjeturas
-No, diría que un pensamiento idealista, el final de aquella historia es lo que cambia la concepción. -la corrijo.
-Pero eso solo deja un final abierto
-No lo creo, pero creo que este podría ser un debate bastante largo –advierto.
-Tienes razón -decide no seguir -¿Quién es el tercero?
-Marcello Mastroianni. Te preste una par de filmes donde él es protagonista.
-Ah sí -recuerda -el italiano, a ese lo conocía de antes, es el que hizo varios filmes con Sophia Loren.
-Doce para ser exactos. Las tengo todas -me apeno un poco al admitirlo -es que soy gran fan de esta pareja.
-¿Estuvieron juntos en la vida real? -me pregunta como si yo fuera titular de alguna revista de gossip.
-No, nunca lo hicieron -respondo como si de verdad lo fuera -De hecho en una entrevista Marcello confesó que Sophia era la mujer casi perfecta, solo tenía un defecto.
-¿Cuál era?
-La fidelidad que le tenía a Carlo Ponti. -le respondo -Sophia se casó con Carlo cuando ella tenía veintitrés y él cuarenta y cinco. Todo hacía parecer que era una arribista. Él era casado y ella joven y hermosa. En ese momento Carlo consiguió el divorcio en México porque en Italia en ese momento el divorcio no estaba permitido. -continúo contándole -cuando regresan a Italia, lo declaran ilegal, a él lo acusan de bigamia, a ella de concubina y para no darte largas, Carlo hace todo lo posible por separarse y renuncia a su propia nacionalidad para conseguir el divorcio. Se convierte en ciudadano francés y tres años después logra casarse con ella en Francia.
-Y estuvieron juntos por siempre. -afirma.
-Por supuesto. Sophia era la mujer más deseada, los galanes de esa época hacían filas para cortejarla -me amplío en el tema -Cary Grant le decía "eres tan hermosa y fiel, ¿No ves que estás arruinando tu vida, en Hollywood siempre serás la puta de Ponti? Y Peter Selles por despecho al desamor de Sophia en su autobiografía escribió que si Carlo hubiera muerto, Sophia se hubiera casado con él.
-Pero nunca lo dejó.
-No, él no era muy alto y era más bien feo, pero ella, con toda su altura, cuerpo de infarto y belleza, estuvo locamente enamorada de él hasta el día de su muerte. -hago una pausa y continúo. -Destruyó un matrimonio, pero bueno... no se le puede decir que no era amor verdadero.
-El fin justifica los medios -responde riendo.
-No estoy segura de estar de acuerdo en ello.
-¿No? -me cuestiona -Si vieras que el amor de tu vida está con alguien más, ¿no lucharías por ello?
-No lo se, creo que soy demasiado cobarde. Pero vamos, ¿quién sabe?, quizá el valor me invada en algún momento. –Respondo -¿y tú qué harías?
-Todo lo contrario que tú –contesta con total determinación –Yo haría todo lo posible, no me rendiría hasta agotar mi última oportunidad, e incluso seguiría después de ello.
-Eso podría llegar a ser considerado inmoral. El mundo vería que tú destruiste algo, te llamarían de muchas formas y te considerarían egoísta. –Comento –No verían la realidad hasta que muchísimo tiempo haya pasado.
-No me importaría, –dice segura –pero yo debería estar segura que es amor y también que la otra persona siente lo mismo por mí.
-Si no, sería considerado acoso –bromeo para quitarle seriedad al asunto.
-No entiendo como podrías pasar de largo teniendo delante tu felicidad. –ella parece querer seguir por la misma línea.
-Simplemente evitando el amor.
-El amor es inevitable.
-Claro que no, lo evitas, evades momentos, alejas a la persona, pones distancia. –defiendo mi postura.
-No, cuando dos personas se atraen irremediablemente es imposible hacer eso. Aunque no quiera, aunque lo intentes, la energía de ambos terminará por juntarlos. Es física, contra eso no se puede luchar.
Dentro de mí, se que tiene razón. ¿Es eso lo que me sucede? Por supuesto que no, se que yo puedo sentirme atraída pero de ella no estoy segura, su cortesía que por momentos siento como flirteo es igual que el que tiene con las demás personas.
-¿En qué momento de un western cómico pasamos a tanta filosofía? Y tú fuiste la que dijo que no quería drama –Me salgo como puedo del tema.
Suelta una reservada risa –para ser justas no hablábamos del western, hablábamos de que te gustan los hombres.
-Solo tres y de determinada época –me defiendo – ah y ya están muertos, en cambio a las mujeres las prefiero vivas.
Ella vuelve a reír, pero esta vez sin reservas y yo me siento aliviada de que por fin el momento de tensión esté disipándose.
-¿Cómo te diste cuenta? –pregunto sin más
-¿De qué? –contesta abriendo los ojos cual grandes platos como si yo hubiese preguntado algo prohibido aunque ella desconoce el cuestionamiento.
-¿De qué más? De mí. –Intento ser clara – digo, nunca me he escondido, pero tampoco es algo que voy por ahí divulgando y tampoco creo que sea un estereotipo para resultar demasiado obvio.
-Ah, eso –se muestra aliviada –tú me lo dijiste.
-Perdón pero no recuerdo haberlo hecho, de hecho estoy segura de nunca habértelo dicho.
-Implícitamente sí, obviamente no fue algo explícito.
La observo seriamente y con los ojos le pido que me explique.
-El día que contratamos a Raven –contesta.
-Que la contrataste querrás decir –la corrijo.
-Eres demasiado aprensiva, tienes que solucionar eso –dice sonriendo –pero el caso es que ese día cuando hice aquel desafortunado comentario pues... -hace una pausa –tú te lo tomaste tan literal y yo solo intentaba hacer una broma –suspira profundo –entonces me di cuenta que si te afectó es porque había una probabilidad y no solo era un comentario mordaz.
-Te concedo esa, chica lista –le apunto.
-Estuve tan apenada durante diez días por haberme entrometido de manera tan grosera en algo personal, pensaba que estarías enojada –me confiesa –Hasta el día de la tormenta fue cuando me di cuenta que todo estaba bien entre nosotras y por fin pude relajarme.
-Ah, era eso. –digo pensativamente –Específicamente a eso no le tome importancia, me tomó por sorpresa, pero nada más.
-Ahora se eso y te juro que hubiera sido más fácil si me lo hubieses dicho en esos días.
-Todo se habría solucionado si me lo hubieras preguntado.
Ambas soltamos una ruidosa carcajada.
-Dejémoslo en falta de comunicación. –resuelve aún entre risas.
Miro mi reloj para corroborar la hora, ella me observa detenidamente, en un impulso de valor le sostengo la mirada.
-Eres demasiado misteriosa –rompe el silencio, pero mantiene el contacto visual. –Verdaderamente eres un caso ¿lo sabías?
La sigo mirando, no sus ojos, solo miro sus labios que se mueven como si bailaran una danza seductora.
-A veces esa barrera que te empeñas en levantar me desespera –Se pone de pie y por inercia la imito –podrías hacerme las cosas más fáciles. –extiende su mano y toma la mía.
En este momento cualquier duda se despeja, estoy dispuesta a darle rienda suelta a cualquier deseo que tenía guardado. Ella me está invitando y yo estoy dispuesta a aceptar, probablemente teniéndola, el capricho, los deseos que provoca tener a alguien imposible o prohibido desaparecerán y luego podría seguir mi vida normalmente. Doy un paso hacia ella con mis ojos clavados en sus labios mientras ella mira mi mano. Estoy decidida y lo haré.
-Siento creo que eres alguien especial –doy otro pequeño paso acortando nuestra distancia –tan especial que prácticamente te he acosado para quieras ser mi amiga.
¿Amigas? ¿Eso significo? ¿Eso es lo que ella espera? Mi mente comienza atiborrarme internamente con esas preguntas. Todo lo he entendido mal, yo no tengo derecho a nada. Retrocedo los dos pasos que había avanzado, me suelto de su mano y me inclino para recoger la mesa donde pusimos la comida.
-¿Dónde pongo esta basura? –Pregunto despreocupada.
-Y aquí vas de nuevo –murmura más para ella misma que para mí. Yo finjo no escucharla – Déjamela aquí, yo me encargo. – me responde son un esbozo de sonrisa que maquilla una mirada de decepción.
-Clarke, se hace un poco tarde y tú deberías descansar porque mañana te esperan muchas cosas por hacer y yo debería de irme, no quiero molestarte más.
-Hasta luego Lexa –da por aceptada mi despedida mientras camina alejándose de mí.
-Buena noche, Clarke.
Me apresuro a la puerta, ninguna de las dos dice algo más. Antes de salir volteo discretamente para echarle un vistazo y corroboro que mantiene su semblante de decepción, pero ¿qué puedo hacer para no decepcionarla? La respuesta es cruel: absolutamente nada.

MERECEMOS ALGO MEJORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora