¿Algún día volveré a sentir la necesidad de cocinar? Ese es mi primer pensamiento al despertar. Hace ya más de cuatro años desde que dejé de hacerlo, desde que de decidí abandonar mis sueños o más bien desde que los destruyeron, hace más de cuatro años que pasó lo que pasó. Me río de mí misma al pensar en como la vida puede resultar tan irónica. Yo que puedo hacerlo, que tengo el talento y el entrenamiento, rechazo dedicarme a ello y estos tres jóvenes que no tienen nada para lograrlo salvo un lugar y sus ilusiones puestas en ello deciden intentarlo. Cada quien lucha sus propias batallas y cada uno decide cuando rendirse. Yo gané cada batalla, pero terminé perdiendo la guerra, me rendí y no me arrepiento de ello, arrepentida estoy de otras cosas pero de retirarme, no, porque aunque hubiera querido no hubiese podido seguir. Ahora estos chicos, al contrarío de mí, quieren ganar una guerra de la que han perdido todas sus batallas y yo estoy dispuesta a ayudarlos, yo no seré quien les arrebate su sueño, quien les quite su oportunidad aunque esta sea mínima. Estoy consciente que mi ayuda podría no nacer de un sentimiento altruista, se que esto quizá signifique mi acto más egoísta, mi manera de redimir mi derrota sin tener que admitirla siquiera, pero esta consciencia no me detiene porque al final nadie se enterará.
Entro por la gran puerta sin avisar, no lo considero necesario, al cabo ellos deben estar esperándome. Me equivoco, ninguno se encuentra en el comedor, solo escucho el golpeteo del piso rompiéndose. De repente uno de los albañiles me mira y se dirige a mí.
-¿Buscaba a alguien? –me pregunta amablemente
-Sí. A Clarke, a la dueña.
-Ahhh es verdad, son las nueve –dice como recordando lo obvio –usted debe ser Lexa. Clarke me pidió que cuando llegara le dijese que podía pasar al último piso. Allí se encuentran todos. Por el polvo y el ruido no han querido quedarse abajo a esperarle.
-Muy amable. Muchas gracias – le agradezco con la misma amabilidad al señor.
Subo las escaleras. Una emoción que no entiendo me embarga. Sigo sin entender porque entrar y conocer un simple lugar me causa tal sensación. Llego al segundo piso, a lo largo solo hay un pasillo y en el muro de lado derecho cuatro puertas dispersas que lo recorren. Intuyo que en ellos ha formado cuartos, quizás se apoyará económicamente rentándolos.
Cuando llego al tercer piso me doy cuenta que no me interesa saber como luce lo que hay detrás de las puertas del segundo piso. Nunca me interesó. Yo solo quería saber como lucía este, el que está habitado, el que habita Clarke. Me detengo un instante al darme cuenta que este pensamiento me asusta. Por el momento es algo inofensivo, solo se trata de curiosidad y debería dejarlo así. Para evitar posibles complicaciones también debería retirarme, pero eso ahora no era una opción. Ya había hecho un trato y ahora solo queda cumplirlo tratando de alejarme de cualquier problema. Quizás estoy exagerando las cosas, le estoy dando demasiada importancia a la natural curiosidad humana, a veces me olvido que yo también soy humana, pero debo de tomar cualquier precaución. Yo no puedo darme el lujo de arriesgarme.
Estoy en la entrada de su apartamento y todo es completamente diferente pero a la vez tan semejante a como lo imaginaba. En la entrada hay un pequeño recibidor con un par de sillas antiguas pero demasiado bien cuidadas. Enseguida se encuentra la puerta. Toco el timbre y me sorprendo al darme cuenta de la persona que me abre la puerta.
-Buenos días señora, pase la estábamos esperando –extiende su mano invitándome a entrar.
-¿Tú eres...? –no logro terminar la pregunta
-Sí. –contesta con una sonrisa –ya nos conocíamos, usted fue muy amable conmigo en el parque y le estoy muy agradecida aunque antes no haya podido expresarlo. Por cierto mi nombre es Indra –me extiende la mano.
-Lexa –le respondo el saludo estrechandóle la mano–pero... ¿qué haces aquí?
Clarke aparece son una sonrisa de oreja a oreja, al parecer disfruta de dar sorpresas, le divierte ver la expresión de las personas al recibirlas.
-Ah, ya has saludado a Indra, pero creo que ustedes ya se conocían. –permanece divertida –te cuento Lexa, el día de su encuentro, cuando te fuiste a tu casa, me acerqué a Indra, me di cuenta que necesitaba trabajo, se lo ofrecí y ella aceptó. Ahora colabora con nosotros y es quien se va a ocupar de la limpieza.
-Pudiste habérmelo dicho ayer –le reclamo –pero seguramente no hubiera sido tan divertido.
-Ya vas entendiendo – me responde con suficiencia.
Me río en silencio, su actitud no me ha hecho enojar, pero me sorprende la familiaridad con la que me trata, como si fuéramos amigas desde hace años, pero es que no se ha dado cuenta que ni siquiera lo somos ahora, es demasiado pronto para poder considerar esto el nacimiento de una gran amistad.
El lugar tiene cierta semejanzas con mi departamento. Ambos son pisos sin divisiones, salvo por el baño y un par de recamaras. Todo es continuo, sala, comedor, cocina que recorre el largo del lugar y una biblioteca abierta. Hay muy pocas puertas. Y de frente a la sala la gran ventana desde donde, alzando un poco la cabeza, puedo vislumbrar mi propio departamento. La decoración es sobria, tiene algunos afiches cinematográficos de películas clásicas. Y un par de cuadros de artistas desconocidos. Ahora estoy segura que comparte la misma pasión por el cine que yo.
En el comedor Jasper y Monty están sentados tomando algo que parece ser café. El segundo parece más amable que el día anterior. Se acerca apresuradamente a mí.
-Señora ¿ya desayunó? –pregunta solícitamente –No tenemos gran cosa pero hay pan, mantequilla, mermelada, huevos , café y jugo de naranja. También podemos cortar algo de fruta si desea.
-Aún no he desayunado –implícitamente estoy aceptando su oferta -¿Qué frutas tienen? ¿Están enteras?
-Sandía, papaya, melón y piña. El melón y la piña están enteras.
-Trae el melón, un cuchillo y una tabla –le pido. –mejor llévalo a la cocina –rectifico.
Rápidamente va por todo lo que le he pedido y lo tiene dispuesto en menos de un minuto. Una tabla blanca, un cuchillo de cocina y el melón sin cortes. Lo miro e inmediatamente desapruebo con la cabeza.
-Recuérdame que mañana te traiga un libro de utensilios de cocina. Lo necesitas urgentemente.
-¿Qué he hecho mal? –No esta enojado, solo pide que le marque su error.
-La tabla –la señalo -el color no es el adecuado, debería ser verde.
-Pero ¿qué tiene que ver el color? –parece confundido.
-Simple –de repente me doy cuenta que todos me están poniendo atención. Clarke me mira con especial interés y me siento un poco cohibida pero continúo –los colores en las tablas de cocina no están solamente porque se ven bonitas, están para que podamos diferenciar el tipo de alimento y el estado en el que ahí deberían de ir. Así evitamos cualquier tipo de contaminación cruzada y por ende también evitamos las toxiinfecciones alimentarias y una demanda. –intento hacerme entender mejor - ¿comerían este melón si supieran que fue cortado en la misma tabla donde se cortaron pescados?
Todos hacen un niegan con la cabeza y Clarke me sonríe, parece que ella ya ha captado toda mi intensión y le agrada la explicación.
-Bueno, pues para evitar este tipo de confusiones es que se establecen los colores de tablas –continúo – verde es para verduras y frutas, amarilla para carnes blancas, roja para carnes rojas, blanca para bollería y quesos, azul para pescados y marrón para carnes cocidas y embutidos. De hecho los colores son bastante obvios.
No se de donde la sacó, pero Monty ya tenía una libreta y había apuntado todo lo que le había explicado. Toma la tabla blanca en sus manos y la intercambia por una verde.
-Pon el melón en la tabla y rebana las puntas- le ordeno y el obedece –ahora, toma como referencia el borde verde y rebana con tiras verticales todo el melón, cuida no llevarte demasiada fruta.
El chico hace exactamente lo que e digo, es gracioso ver como el simple hecho de cortar una fruta correctamente le causa felicidad.
-Corta en cuatro partes, y con una cuchara retira las semillas – continuo explicándole y él me sigue a paso exacto – coloca en uno de los cuartos tu cuchillo a 45 grados –le corrijo con la mano el ángulo –y cortas las puntas. Ahora tienes lista la fruta para cortar. Hazlo en diagonal.
Él obedece hasta tener todo el cuarto de fruta rebanado. Tomo el plato y lo coloco delante de él.
-Acomoda tu fruta, puedes darle la forma a las rebanadas en la misma tabla, la forma que tu quiera, tú imaginación es el límite. Ayúdate con el cuchillo para trasladar la fruta ya en forma directamente al plato, pero nunca toques el interior del plato una vez que lo has limpiado. –le advierto.
-¡Ha quedado! –grita con emoción –Parece de comercial.
Todos reímos ante el comparativo.
-Ese es el objetivo –le animo –esto es un truco fácil y puedes hacerlo con todas la frutas de gran tamaño. Luego trabajaremos con las más pequeñas y aprenderás a hacer más decoraciones. Pero ahora comeré este plato y tú puedes practicar tus cortes con el resto del melón.
La jornada transcurre mayormente entre los cortes de Monty que cada vez que logra una figura diferente pareciera que ha descubierto lo más importante del mundo. A Jasper le explico a amplios rasgos los tipos de servicio para diferentes ocasiones y a Indra le he hablado de los productos que debe utilizar para los diversos materiales. No he tenido mucho tiempo de enfocarme en Clarke, eso me preocupa un poco, aunque ella ha estado muy atenta de todo, estoy consciente que debo prestarle más atención. Ella tiene bajo su responsabilidad las cosas más importantes y las que más tiempo llevarán. Debo arreglar esto y coordinar mi tiempo inmediatamente.
-Clarke –me dirijo a ella y busco un poco de privacidad –tengo que hacer un ajuste con los horarios. Hay cosas que necesito tratar contigo pero ellos me están consumiendo todo el tiempo, así que por las mañanas estaré un par de horas, les dejaré tareas de práctica y por las tardes pasaré contigo para arreglar lo que tú manejas. ¿estás de acuerdo?
-No tengo problema con ello –parece incluso que la idea de que le brinde atención exclusiva le agrada –me encanta la idea, de hecho me gustaría que estés presente hoy en la tarde.
-¿por qué?
-Vienen tres candidatos para el puesto que me pediste y me encantaría que me ayudes a elegir.
-Tengo algunas cosas que hacer por la tarde, pero ¿a qué hora vendrán? –muestro cierta posibilidad de acudir.
-A las cinco.
-Haré lo posible, pero debo irme ahora mismo para poder ganar tiempo.
-Entonces anda vete ya. De verdad me serviría muchísimo tu presencia. –dice un tanto sonrojada.
Le sonrío y me despido de todos, ella me acompaña a la puerta y yo me alejo por las escaleras.